miércoles, 8 de diciembre de 2010

Bandoleros del siglo XXI. Por Martín Ferrand

El proceder de Julian Assange es equiparable al de un chorizo que saltara la tapia de una embajada.

EL diario que dejó de ser independiente (de la mañana) para convertirse en global (en español) viene publicando una selección de los documentos secuestrados por WikiLeaks al Departamento de Estado norteamericano. Vaya por delante mi respeto por esta exclusiva informativa que El País nos va suministrando en pequeñas dosis. En lo que llevamos visto, con más cotilleo de salón que enjundias de despachos principales, queda claro que, entre bastidores, la diplomacia ha degenerado a un arte de menor cuantía y, en las alcantarillas, al trabajo de unos trapalones de parecida dimensión e idénticas hechuras que el «enemigo» al que tratan de neutralizar y que, en el mejor de los casos, está en la frontera de lo inmoral con lo ilegal. Es tan sorprendente saber que José Luis Rodríguez Zapatero es un «astuto felino de la selva» que cabe plantearse si la catarata informativa suministrada por WikiLeaks es el fruto de una hábil piratería o la consecuencia de una bien orquestada campaña propagandística.

En el ojo de ese huracán de efectos mediáticos y uso político aparece la figura de su promotor, Julian Assange. Un personaje al que persigue la policía sueca por delitos más clásicos que los informáticos y al que ayer detuvo la policía del Reino Unido. Para muchos se trata de un héroe y eso es, precisamente, lo que más inquieta en este caso que marcará precedentes en los tribunales de Justicia y en las redacciones de los medios informativos. Venderle como un Robin Hood de la libertad en la red, como se intenta, parece excesivo. Mientras no podamos llegar al fondo de la cuestión, es un delincuente que, con violencia, ha tenido acceso a documentos e informaciones con propietario conocido. Su proceder es equiparable al de un chorizo que, en descuido de los agentes de seguridad, saltara la tapia de una embajada, o cualquier otro edificio público, y se llevara, contra la voluntad de sus custodios, documentos no destinados al general conocimiento. Es más, como muchos de esos papeles afectan a la seguridad de varios Estados, puede incluirse en el apartado reservado a los terroristas internacionales.

Internet es un soporte único para la comunicación en libertad, uno de los cimientos del futuro tecnológico y del comportamiento social de las personas. Por ello conviene ser escrupulosos en su uso a partir del respeto a la propiedad de las fuentes y los archivos. El mundo no pude quedar en manos de un puñado de hackersque, por alguna patológica razón, gozan de prestigio y simpatía entre quienes pueden ser sus víctimas. Assange y los demás son bandoleros del siglo XXI. Sin romanticismo alguno.


ABC - Opinión

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