miércoles, 8 de diciembre de 2010

Aniversarios, alarmas, picaresca. Por José María Carrascal

Zapatero es así, y no hay forma de cambiarlo. Toma la realidad por el pito del sereno y a los españoles, por pardillos.

¿SABEN la última de Zapatero? ¡Cómo no la van a saber si la soltó ante las cámaras en plena recepción del Congreso! «El estado de alarma resolvió la crisis en menos de 24 horas». El estado de alarma se decretó a las once de la noche del viernes, y la situación seguía igual de caótica en los aeropuertos el sábado a la misma hora y bastante parecida el domingo. Escribo esta «postal» el martes, y todavía hay pasajeros buscando su avión. Pero Zapatero es así, y no hay forma de cambiarlo. Toma la realidad por el pito del sereno y a los españoles, por pardillos. «¡Qué lástima —debe de estar diciéndose— que la crisis económica no pueda resolverse militarizando los mercados!». Será interesante ver, de todas formas, si envia ingenieros militares a obligar a los maquinistas del Metro o de la Renfe en huelga a reincorporarse al trabajo. Cometido, dicho sea de paso, que no se enseña en las academias militares, pero que puede incorporarse a sus planea de estudio si él sigue en La Moncloa.

O puede ser, sencillamente que, como apunta Ignacio Camacho, Zapatero sea ya sólo el presidente nominal, mientras el efectivo sea ya Rubalcaba, verdadero comandante en jefe de esta operación de arrasar al enemigo y adulterar la realidad, en las que es especialista. Aunque tampoco haya estado muy fino esta vez. «El Gobierno sabía que eran posibles conflictos agudizados hasta navidades, dado que los controladores ya habían superado el límite anual de horas de trabajo», declaró a una emisora de radio. Si el Gobierno sabía de la posibilidad de esos conflictos con los controladores, ¿por qué decretó la rebaja de sus sueldos y el aumento de sus horas de trabajo justo cuando cientos de miles de españoles se disponían a volar? Si no fue para crear tal caos en los aeropuertos que pudiera justificar darles en la cabeza con el estado de alarma, fue una falta de previsión monumental. Y casi más grave es que se les obligara a trabajar habiendo sobrepasado su límite de horas de trabajo, cuando éste requiere un máximo de atención y plena forma física. Claro que esos son detalles que parecen importar poco al presidente y su válido.

No sé si un día sabremos lo que pasó el 3 de diciembre de 2010 en España, como no sabemos lo que pasó el 23 de febrero de 1981. Lo que sí sé es que no nos lo han contado todo. Y de lo que estoy seguro es que no nos lo contarán mañana Zapatero ni Rubalcaba en el Congreso. Claro que no han conseguido poco: que, con el jaleo, se olviden los 426 euros que, al mismo tiempo, quitaban a los parados sin subsidio. Que para ellos representan bastante más que para los controladores su rebaja de sueldo. Por cosas como ésta llamamos listo a Rubalcaba. En España, siempre ha gustado la picaresca.


ABC - Opinión

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