lunes, 29 de noviembre de 2010

La izquierda estresada. Por Ignacio Camacho

El éxito de CiU y PP suma una mayoría social de centro derecha mientras la izquierda suspende su test de estrés.

LA izquierda ha suspendido en Cataluña el primer test de estrés. Interpretadas en clave bipolar, las elecciones catalanas han supuesto una categórica victoria del centro-derecha, tal como viene sucediendo en casi toda Europa desde que comenzó esa crisis que los socialdemócratas achacan a los excesos del liberalismo. Los ciudadanos no parecen compartir esa opinión. Los años de tripartito han vacunado a los catalanes contra una izquierda intervencionista hasta límites obsesivos, y Montilla ha llegado tarde a su propia cita con el espíritu del catalanismo socialista que abandonó para echarse en brazos de unos socios poco recomendables. Castigados con severidad los partidos de la coalición de poder, el éxito de Convergencia i Unió es en primer lugar el de una propuesta ideológica moderada y burguesa, que suma con la del PP un bloque social de mayoría absoluta aunque no cristalice —que por ahora no lo hará— en un acuerdo de gobierno.

Otro asunto es la interpretación de los resultados en clave soberanista, que dependerá de la actitud que CiU adopte ante su responsabilidad ejecutiva. Artur Mas ha mostrado en campaña un sensato talante más próximo al pragmatismo pujolista que a las veleidades de un hombre que en sus sueños más felices imagina un amanecer de independencia. Del Estatuto casi no ha dicho una palabra; su programa reivindicativo se ha centrado en la idea de un concierto económico que le va a costar trabajo obtener porque no lo contempla la Constitución. Si quiere avanzar por ese camino tendrá que hacerlo por la vía de los pactos, y no resulta improbable que Zapatero se muestre acogedor con sus demandas para recuperar terreno antes de las generales. La tentación más conflictiva que el futuro presidente de la Generalitat tendrá a su alcance es la de jugar a geometrías variables: apoyarse en el PP para la política económica e ir de la mano con ERC, Laporta —la cuota frikide una política desquiciada— y demás grey independentista en la reclamación identitaria. En todo caso, le conviene ser prudente porque se va a enfrentar hasta 2012 —o antes— con un escenario provisional que puede cambiar si se produce una alternativa en el Gobierno de España.

Esa alternancia parece más cerca con el resultado del Partido Popular, pese a que parte del voto antinacionalista se mantiene en la meritoria candidatura de Ciutadans. El trabajo de Rajoy ha logrado romper pasados bloqueos, enterrar el aislamiento del Tinell y convertir al PP en el tercer partido catalán, que por ahora es su máxima aspiración posible. Leído en perspectiva nacional, descontando la fuerte distorsión nacionalista de la política catalana, el balance electoral consolida la tendencia de avance popular y retroceso zapaterista, que el presidente tratará de justificar culpando a Montilla. Pero se han hundido los dos juntos, y ese descalabro apunta a un vuelco más que previsible, casi inexorable.


ABC - Opinión

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