lunes, 8 de noviembre de 2010

La familia es lo primero

El Papa se despidió ayer de España con un canto a la vida, a la dignidad de la persona y a la defensa de los más débiles. Una reivindicación, en suma, de la familia natural como el núcleo de la sociedad que es necesario cuidar y fortalecer. No se trata de un mensaje novedoso o excepcional, pues forma parte de la doctrina y del magisterio central de la Iglesia. Lo que lo hace oportuno y relevante es tanto el marco en el que lo lanza Benedicto XVI como a quién va dirigido: a los gobernantes y dirigentes políticos de una nación que en los últimos años ha aprobado varias leyes que fragmentan la familia y elevan el aborto libre a simple método anticonceptivo. Entre el auditorio que llenaba la espléndida basílica de Gaudí había parlamentarios que en su día no dudaron en votar a favor de esas leyes, tanto estatales como autonómicas. A ellos iba destinada de modo especial la interpelación para que las políticas sociales de los gobiernos apoyen a la familia, su desarrollo y su estabilidad. En contra de los ideólogos que preteden equiparar la institución familiar natural a otros modelos de convivencia asimétricos, la salud y la estabilidad de la sociedad se resienten cuando se cuartea la familia. Detrás de cada aborto, divorcio, maltrato o discriminación se encierra un grave fracaso no sólo personal, sino también social. Por el contrario, la familia que acoge en su seno el milagro de la vida, que vela por la formación de las nuevas generaciones y que afronta cohesionada los embates cotidianos es la base de las sociedades más libres, prósperas y justas. No sin razón, todos los sondeos sociológicos coinciden en que para los españoles la familia es lo más importante. De ahí que los poderes públicos tengan la obligación de legislar pensando en los beneficios que conlleva una realidad familiar robusta. Del mismo modo que se subvenciona con dinero público y se protege legalmente instituciones que se consideran últiles para la convivencia democrática, como los sindicatos, los partidos o las asociaciones de vecinos, con mayor motivo se debe cuidar a la primera institución de todas: la familia. A esto se ha referido Benedicto XVI en su homilía en la Sagrada Familia, mensaje que es inseparable del que horas después transmitió en el centro Nen Deu para niños y adultos discapacitados. En medio de estos «renglones torcidos de Dios», el Papa se erigió en su abogado defensor al advertir de que los avances tecnológicos en el campo médico no puede ir en detrimento de la vida y la dignidad humana, y que quienes padecen enfermedades o minusvalías deben ser tratados como personas. A decir todo esto ha venido Benedicto XVI a España por segunda vez. Volverá una tercera el año próximo para presidir la Jornada Mundial de la Juventud. El cariño y la simpatía de los miles de españoles han reconfortado al Papa, expresión cabal de una sociedad mucho más sensata, afectuosa y hospitalaria que esos inapreciables grupúsculos empeñados en hacer el ridículo para salir en la foto. Tampoco han tenido mayor fortuna los que suelen exacerbar la lectura política. La ausencia del presidente del Gobierno en algunos actos, decidida por su nuevo equipo, puede gustar más o menos, pero no resta eficacia a una visita que ha sido preparada y realizada con excepcional acierto.

La Razón - Editorial

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