domingo, 28 de noviembre de 2010

Internet y desparrame. Por Arturo Pérez Reverte

Me sorprenden algunos amigos lectores porque, tras diecisiete años escribiendo ajustes de cuentas semanales -que para mi salud mental como español resultan de lo más higiénico-, hace poco se montara un pifostio en torno a cierto comentario mío, hecho en un humilde rincón de la red social Twitter, sobre la opinión personal y razonada que tengo de la gestión política de cierto ministro pasado a peor vida (apuntemos, de paso, que según la 22ª edición del diccionario de la RAE y en la quinta acepción del palabro, un mierda -escrito con artículo masculino- significa, literalmente, persona sin cualidades y méritos). Como digo, se extrañan esos amigos de que en todos estos largos y tormentosos años nunca se montara cisco semejante, pese a que, como certificarán los responsables de XLSemanal, algunos de sus cabellos encanecidos se deben a esta página pecadora; en la que, aparte disgustos empresariales con anunciantes y poderes más o menos fácticos, el teléfono y el correo tuvieron momentos de gloria, lo mismo en tiempos de la España prepotente, meapilas, ladrillera y cañí del amigo Ánsar, que cuando no hace mucho comenté los sentimientos que la vista del palacio de las Cortes despierta en mi espíritu, o cuando dediqué un artículo -Permitidme tutearos, imbéciles- a la política educativa española de los hunos y los hotros: esa casta política demagoga y oportunista que ha conseguido hacernos analfabetos en diecisiete libros de texto y cuatro idiomas distintos, sin contar el bable asturiano y la fabla aragonesa. Ni siquiera llegó a tanto cuando, gobernando el Pepé, glosé en términos contundentes -dos sustantivos con preposición en medio- la figura de Pío XII, el papa entrañable que se hacía fotos místicas con un pajarito posado en un dedo mientras los nazifascistas deportaban y gaseaban a cientos de miles de judíos bajo sus pastorales narices. Dense ustedes una vuelta por el gueto judío de Roma, por ejemplo, que todavía está allí. Miren las placas conmemorativas y sabrán a qué me refiero.

La respuesta a por qué en esos y otros casos el desparrame no llegó a tanto, mientras que en éste varios ministros -en su acepción genérica de hombres y mujeres que ocupan el cargo- me concedieron el privilegio de pronunciar mi nombre en los telediarios, es lamentablemente obvia: Internet, las redes sociales y la obligada simplificación de muchos de sus mensajes, se caracterizan por la potente difusión, el acceso indiscriminado y la fácil superficialidad. Cualquier mensaje puesto allí puede rebotarse millones de veces con extrema rapidez. Además, todo usuario, desde la lúcida mente científica hasta el cretino más tarado que imaginar podamos, tiene a mano expresar su opinión en Internet bajo nombre real o fingido, con la simplicidad de darle a una tecla y la impunidad opcional del anonimato. Con el incierto resultado de que lo mismo valen estadísticamente las opiniones del escritor y caballero Mario Vargas Llosa, del profesor Gregorio Salvador o del científico y académico José Manuel Sánchez Ron, que las de cualquier tiñalpa analfabeto y con seudónimo que decida asomarse a la red.

Pero la causa principal, en mi opinión, es la superficialidad. Una característica de Internet es que ahí todos corremos el riesgo de opinar, basándonos en frases leídas al azar, fuera de contexto, o en mensajes mil veces rebotados y que se deforman y desnaturalizan por el camino, sobre cuanto la amistad, el entusiasmo, el rencor, la ideología, la simple estupidez, hacen decir a unos tras leer de otros lo que, a su vez, éstos aseguran que alguien dijo. Luego, ese despelote salta a ciertos medios informativos siempre ávidos de titulares, de etiquetas fáciles y de agua a su molino; notoriamente, en esta triste, cobarde y demagógica España, donde tantos paniaguados rascatertulias a sueldo de sus amos, de ésos que nunca pierden ningún tren porque corren delante de cualquier locomotora, se ganan el jornal. De tal modo, una maraña de información insustancial, hecha de comentarios inexactos, cuando no falsos o malintencionados, acaba suplantando el hecho real y los argumentos originales. Y al cabo es lo que queda. Permítanme un caso propio: hace poco publiqué en esta página un artículo titulado Notario del horror. A las veinticuatro horas, en un lugar de Internet, una sucesión de usuarios estaba poniéndome a parir por recomendar las memorias de un secretario judicial de Burgos, nada menos que capital rebelde durante la Guerra Civil. Por darle coba a un represor fascista. Hasta que otros internautas, que sí habían leído el artículo, les aclararon que el tal secretario judicial era de izquierdas y narraba las ejecuciones masivas de republicanos en aquella ciudad. Y que llamarme asalariado del Pepé, facha y nostálgico del franquismo por alabar ese libro, resultaba, cuando menos, inexacto.


XL Semanal

1 comentarios:

José Ignacio dijo...

Señor Arturo:

La gente sobre lo de Moratinos no le criticó que hablara sobre la gestión de este señor.
Cuando la gente se rasgó las vestiduras fue, sinceramente, porque llamó "perfecto mierda" a un político por llorar al dejar su cargo.
Usted podrá gustarle más o menos la gestión de algún político pero lo que no tiene derecho es descalificar gratuitamente a nadie, y es más, encima luego yactarse que "si sé que tengo tantos nuevos seguidores al insultarlo, lo hago antes"... y qué quiere que le diga señor Arturo Pérez-Reverte, contradiciendo a Maquiavelo en "el príncipe" el fin no justifica los medios, aunque él pensaba que sí.
Recordarle además que me hubiera gustado ver esa crítica "ácida" suya contra otras lágrimas de otros políticos que yo de usted todavía no he leído. ¿Críticó las lágrimas de la señorita Margaret Tatcher al dejar el cargo?. ¿Criticó las lágrimas de Aznar al dejar el cargo?. ¿Criticó a Arias Navarro al lloriquear cuando dijo "Españoles, Franco ha muerto"?. El rey Juan Carlos también lloró en varios funerales de estado. A esto se le llama doble rasero.
Si estoy equivocado puedes desmentirme cuánto quieras. Estoy esperando.


En lo segundo si que he de darle la razón. En internet, puede hablar todo dios desde el anonimato mayormente, y qué quiere que le diga, se pone una toga de sabio desde la persona docta que realmente sabe mucho, y el papanatas que tiene dos neuronas, que encima si piensas diferente a él te bloquea desde su blog de opinión alegando que a él también le bloquean los "fascistas izquierdistas" cuando hace lo mismo que critica. Hoy está, desgraciadamente en boga el nazi racista, que te asegura sin rubor y sin tapujos que los negros no solo no han inventado nada (cosa totalmente falsa poniendo en google negros científicos o negros inventores y te sale una lista grande) sino que te dicen que si van en taparrabos o son "seres" o "involucionados"... todavía me estoy descojonando de un tipo que colgó en su blog a Hitler como "prototipo de la raza aria" porque según él afirmaba era rubio y con los ojos azules. Lo de los ojos no lo sé, pero en todos sus videos y fotos, el pelo que se le ve es negro, más negro que el tizón que diría mi madre, y estos energúmenos aseguran que, hay razas superiores e inferiores y que por supuesto, los gitanos, árabes o negros son simios que no han bajado del árbol...
En fin, que eso, que es bueno que usted escriba cosas pero yo desde mi humilde punto de vista, pensaría más antes de escribir según qué cosas, y como digo, veo bien que no le guste lo que hizo Moratinos en España pero de ahí a faltarle el respeto por llorar (no es un hombre mariquita por llorar) pues no me parece bien.
Un saludo en el caso improbable de que usted lea esto.