martes, 2 de noviembre de 2010

Negociación. ETA y la prospectiva electoral de ZP. Por Guillermo Dupuy

Desde antes incluso del 2004, la apuesta tanto electoral como de gobierno de Zapatero ha sido siempre el Tinell, un gran frente anti-PP, lo que más tarde se calificaría como "cordón sanitario", en el que ETA jugaba y sigue jugando un papel esencial.

Me gustaría pensar que el diario El Mundo, encomiable descubridor del chivatazo policial a ETA, empieza, por fin y coherentemente, a considerar editorialmente que lo que está perpetrando el Gobierno de Zapatero con ETA no es un error, sino una infamia. Lo digo porque uno de sus editoriales de este domingo afirmaba que:
«la única explicación que se nos ocurre para justificar el viraje del Gobierno, que tantas expectativas ha generado en el nacionalismo vasco, es que haya arrojado la toalla en cuanto a la posibilidad de arreglar la economía en lo que queda de legislatura y busque a la desesperada en el fin del terrorismo la baza con la que presentarse a los comicios de 2012. Pero si así fuera, supeditar el fin de ETA a la conveniencia partidista, desencadenar artificialmente ese proceso a riesgo de tener que hacer concesiones en busca de un beneficio político, no sólo sería un error, sería una infamia.»
No voy a reproducir el editorial de Libertad Digital del 28 de noviembre de 2006, que precisamente llevaba por título Los errores pasados y la infamia presente, para analizar las razones de lo que, más que un "viraje", es la reanudación visible de ese infame y "accidentado" proceso de colaboración entre ETA y el PSOE de Zapatero, que hunde sus raíces antes de las elecciones del 2004. No me resisto, sin embargo, a extraer parte de otro editorial de nuestro diario que, meses antes y con ocasión del comunicado de tregua de la primera legislatura de Zapatero, llevaba por título La mentira institucionalizada:
«ETA no engaña en su comunicado como lo hiciera Hitler en Múnich con aquel papel. Tampoco Zapatero es un cándido irresponsable de buenas intenciones como pudiera serlo Neville Chamberlain. Zapatero sabe que está dando a ETA una de esas explosivas esperanzas que estallan si no se sacian; pero no le importa si, mientras ETA la constata, contribuye a generar una falsa ilusión de "paz" entre los ciudadanos que le ayude a ganar las próximas elecciones.»
Las tesis de que Zapatero utilizaba y utiliza la paz con ETA como "gancho electoral" ha tenido un insospechado y silenciado esparaldarazo en julio de este mismo año cuando, coincidiendo con la decisión de la banda de suspender "las acciones armadas ofensivas" (decisión que los encapuchados harían pública pocos meses después), Zapatero consideró en una entrevista en El País que "mi segundo gran acierto, aunque sea arriesgado decirlo, fue el proceso de paz. Tengo la convicción de que ahí se sembró una solución definitiva. Tengo esa confianza". Pues bien, en esa entrevista el periodista de El País, José Luís Barbería, dice algo tan grave de Zapatero como que "José María Fidalgo, entonces secretario general de CCOO, recuerda que en octubre de 2005, 14 meses antes de la bomba en la T-4 de Barajas, el presidente anunció a los representantes de los sindicatos y de la patronal que antes de esas navidades iba a acabar con ETA y que ese triunfo le aseguraría la reelección dos legislaturas más".

Con todo, nos quedaríamos cortos si no vemos que Zapatero y Rubalcaba utilizan la "paz" de ETA no sólo como un gancho sino también como un "anestésico" electoral frente a las alianzas con los separatistas a las que le aboca su deseo de conservar "como sea" el poder. Desde antes incluso del 2004, la apuesta tanto electoral como de gobierno de Zapatero ha sido siempre el Tinell, un gran frente anti-PP, lo que más tarde se calificaría como "cordón sanitario", en el que ETA jugaba y sigue jugando un papel esencial.

Zapatero no se podía arriesgar a ir de la mano con los separatistas mientras ETA proseguía con el tiro en la nuca. Si el nihilista de Zapatero siempre ha estado dispuesto a hacer concesiones a los de Perpiñán y a los de Estella, ¿por qué no iba a aprovechar esos pagos políticos, ya sea a ERC ya sea al PNV, para comprar también a ETA "tiempo de paz" prometiéndole que "todo tendrá cabida, tenga el alcance que tenga"?

Inocultable la crisis económica en esta segunda legislatura, Zapatero sabe que la única posibilidad que tiene de cara a las elecciones de 2012 es reactivar y aprovechar en su favor ese gran frente anti-PP. De hecho, la movilización del electorado radical y nacionalista en su favor ya le evitó perder las elecciones en 2008 ante un PP que obtuvo los segundos mejores resultados electorales de toda su historia. Los resultados de esas elecciones fueron quizá, desde el punto de vista de la sociología electoral, los más interesantes y atípicos que se hayan producido nunca. Y es que, a pesar de que el PP obtuvo 400.000 votos más que en las concurridas elecciones de 2004, fue el monumental trasvase hacia el PSOE de votos procedentes de la izquierda y del nacionalismo el que permitió a Zapatero, con un diferencial a su favor de poco más de 38.000 votos, compensar los más de 700.000 votantes que el PSOE había perdido en favor de UPyD y el PP.

Estos resultados electorales ilustran, no el error, sino el acierto de la infame estrategia del PSOE a la hora de encamarse con ETA y de llevar a cabo junto a los nacionalistas el mayor y más "pacífico" proceso de demolición de las bases nacionales y constitucionales que nuestro país haya sufrido en su reciente historia.

Arriola acertó plenamente en su análisis cuando, por boca de Rajoy, se dio cuenta de que lo que había pasado en 2008 es que el PSOE se había convertido en el "refugio de los recelos que causa el PP" entre el electorado más radical y nacionalista. En lo que yerra es en tratar de evitarlo con una oposición de perfil bajo que, lejos de acentuar, pone sordina a lo que está pasando.

En lugar de ser fiel a sus principios y hacer del PP el refugio de los recelos que causa la deriva nacionalista del PSOE entre el electorado socialista, Rajoy prefiere hacer el avestruz y no alarmar al electorado nacionalista para que no vuelva a salir en auxilio del PSOE. Tal vez la gravedad de la crisis haga pasar por exitosa esta estrategia del PP que renuncia a hacer pedagogía y a dar la batalla de las ideas y de la comunicación. Pero de lo que puede estar seguro Rajoy –y se lo decimos con mucha antelación- es que el tiempo de paz que Zapatero está comprando a ETA no es para que lo disfrute él como nuevo presidente del gobierno.


Libertad Digital - Opinión

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