jueves, 21 de octubre de 2010

Zapatero pone su futuro en manos del portavoz de los GAL. Por Federico Quevedo

Hay muchas incógnitas que se desprenden de la crisis de Gobierno afrontada este miércoles por el presidente Rodríguez que, seguramente, se irán despejando los próximos meses. La principal de todas ellas, la de si finalmente Rodríguez será el candidato socialista a las elecciones generales, es, probablemente, la que tiene a todo el mundo más inquieto, pero de lo sucedido este miércoles podemos sacar dos conclusiones a este respecto. La primera, que Rodríguez ha confiado su futuro político, sea cual sea su decisión, a Alfredo Pérez Rubalcaba y que será éste al mando del Gobierno el que al final influya decisivamente en la misma y, la segunda, que en el caso de que Rodríguez opte por no ser el candidato, ya sabemos el nombre de quien cuenta con todas las bazas para ser su sucesor -en política nunca hay que dar nada por hecho de modo definitivo, y menos a 16 meses vista-, que no es otro que el propio Rubalcaba. Un Rubalcaba que en una especie de déjà vu que machaconamente irrumpe en nuestro devenir, vuelve a ser el portavoz de un Gobierno en sus horas más bajas o, dicho de otro modo, el portavoz de los GAL de entonces, es el portavoz del Faisán ahora, el hombre que certificó el final del felipismo y el que ahora está llamado a certificar el final del zapaterismo y, quién sabe, quizás por eso lo ha elegido el propio Rodríguez…

De la crisis de Gobierno llevada a cabo este miércoles, contradiciendo lo que el propio Rodríguez había afirmado unos días antes -“solo cambiaré a un ministro, el de Trabajo”-, se puede afirmar algo tajante: el presidente ha puesto punto y final al modelo político que le llevó al poder; ha roto todos los puentes que le unían con aquel proyecto que entonces denominaron Nueva Vía y que agrupaba a una serie de jóvenes promesas (por decir algo) del socialismo patrio y que suponía un pase de página sin precedentes respecto al socialismo conocido hasta el momento, y que se visualizó una vez en el Gobierno en apuestas muy claras como las de los ministerios de Vivienda e Igualdad y nombramientos sorprendentes -cuando no espeluznantes- de ministros/as hasta ese momento completamente desconocidos para el gran público. Bien, todo eso se acabó. El mismo Rodríguez que hace unos meses se hizo a sí mismo una enmienda a la totalidad en el ámbito económico teniendo que afrontar una serie de reformas que hasta ese momento había dicho que nunca llevaría a cabo, ahora da una nueva vuelta de tuerca a su cambio de rumbo rodeándose de aquello de lo que hasta hace bien poco abjuraba, el socialismo más rancio enganchado todavía a los coletazos del tardofelipismo.

«El problema, la pregunta que se harán hoy millones de parados en este país, es la siguiente: “¿En qué me ha cambiado a mí la vida este cambio de Gobierno?”. En nada.»

La tercera reflexión a la que lleva la crisis de Gobierno conocida ayer es, también, muy clara: Rodríguez ha tirado definitivamente la toalla respecto de la crisis económica, y apuesta claramente por una estrategia política para intentar recuperarse de cara a las elecciones generales. El problema, la pregunta que se harán hoy millones de parados en este país, es la siguiente: “¿En qué me ha cambiado a mí la vida este cambio de Gobierno?”. En nada. Es más, si acaso la situación de esos millones de parados no amenaza otra cosa que no sea empeorar. La crisis de Gobierno ha servido para saldar algunas cuentas, como la de Trinidad Jiménez, la eterna perdedora, a la que ahora por fin le concede el premio que siempre había querido, el ministerio de Exteriores, y a la que le tocará gestionar la difícil crisis diplomática con Venezuela. Como la de Leire Pajín, a la que ha tenido que sacar del partido por sus enfrentamientos continuos con José Blanco -otro que sale reforzado al poner a un hombre suyo en ese puesto, Marcelino Iglesias, y ver incrementado su Presupuesto con las competencias de Vivienda-, y a la que se supone le va a encomendar una nueva ofensiva ‘social’ contra los sectores más próximos a la Iglesia Católica. Como la de Rosa Aguilar, que le sirvió en bandeja al PSOE la alcaldía de Córdoba -a la que ahora irá como opositor Moratinos-.

Es un Gobierno de fin de ciclo, de concesión de premios de última hora, y un intento a la desesperada de recuperar por el lado de la política lo que está perdiendo por el lado de la economía. Quienes venimos meses denunciando que había pactos por debajo de la mesa para conseguir el fin de ETA permitiendo a su entorno político volver a la legalidad, ahora podemos decir: “¿Veis?, teníamos razón”, porque eso es lo único que cabe deducir de las palabras de Rodríguez. Esa es la parte secreta del pacto con el PNV, lo que Elena Salgado no pudo ni podrá nunca leer en la Tribuna del Congreso, pero lo que Rodríguez va a buscar con un ansia casi enfermiza en el tiempo que le queda por delante, que ni siquiera él mismo sabe cuánto es: acabar con ETA, conseguir que entregue las armas. Y para eso tiene a Rubalcaba, que es como meter al enemigo en su propia cama. Pero va a dar igual, porque al final la pregunta seguirá siendo la misma cuando, en lugar de cinco, haya cerca de seis millones de parados: “¿En qué me ha cambiado a mí la vida este cambio de Gobierno?”.


El Confidencial - Opinión

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