jueves, 21 de octubre de 2010

El caballero oscuro. Por Edurne Uriarte

Su trabajo en las sombras hace de Rubalcaba uno de los políticos más temidos en este país.

ZAPATERO llegó al poder con aquello del republicanismo cívico, un divertimento académico de escaso contenido que sus asesores convirtieron en un mensaje de regeneración democrática basado en la participación ciudadana, en la transparencia, en la limpieza y en el control democrático de los políticos. Poco importó entonces que presumiera de republicanismo cívico, justamente después de la movilización ciudadana contra el PP comandada por los suyos tras el atentado del 11-M. Allí estaba Rubalcaba, el caballero oscuro que dirigía la agitación de las calles en las vísperas del triunfo electoral de Zapatero. Y aquí está de nuevo Rubalcaba, el caballero oscuro al que Zapatero se aferra en las vísperas de su anunciada derrota electoral.

Ahora como entonces y a lo largo de las dos legislaturas, Rubalcaba ha sabido convertirse en el perfecto complemento de Zapatero. En el hacedor del trabajo oscuro que facilitaba el camino al líder de la sonrisa y el talante, en el agente en las sombras que se encargaba de los asuntos poco presentables mientras el líder alardeaba de republicanismo cívico. Primero en la agitación post 11-M, después en la negociación con ETA, y después y ahora en la dirección de los aparatos del Estado en la investigación de los casos de corrupción protagonizados por el PP.


Su trabajo en las sombras hace de Rubalcaba uno de los políticos más temidos en este país, lo que explica parte de su impresionante capacidad de supervivencia. Pero también es uno de los más admirados, sobre todo por sus excelentes dotes comunicativas, que, en un gabinete de mediocres en el que incluso la ministra de Economía tiene problemas para expresarse en público, han hecho de él el ministro más valorado por los ciudadanos. Algo en lo que también le ha ayudado la posesión de la cartera de Interior, la más gratificada por la opinión pública, junto a la de Defensa.

Todas esas fortalezas de Rubalcaba serán, sin embargo, impotentes en el epílogo de Zapatero. El rotundo fracaso del caballero oscuro en la operación de Tomás Gómez es un síntoma de los nuevos tiempos. Y eso dentro de su partido. Fuera de él, en la calle, nada tiene que ver el humor de la España actual con el de aquella nación asustada y rabiosa del 11-M. Ni la mejor oratoria desviará la atención de la crisis, del fracaso, de la mentira, de la ineficacia, del derrumbe. Ni el más brillante trabajo en las sombras movilizará a unos ciudadanos que ahora tan sólo quieren manifestarse contra el Gobierno. Contra Zapatero. Contra el propio Rubalcaba. Comenzó su colaboración con Zapatero dirigiendo la agitación. Y puede acabar víctima de otra agitación.


ABC - Opinión

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