domingo, 10 de octubre de 2010

Errores enfrentados. Por M. Martín Ferrand

Las voces que se escuchan contra Zapatero no son nuevas formulaciones ideológicas. Son mera defensa del empleo.

TARTUFO, el personaje de Molière, ha sido durante siglos el signo convencional de la hipocresía; pero, a la vista de los acontecimientos, se nos ha quedado pequeño. Los cuadros rectores del PSOE, especialmente sus barones territoriales, viéndolas venir, tartufean con la misma intensidad cuando hablan que cuando guardan silencio, y de ahí la crisis que atenaza al partido, desampara al Gobierno y tiene con las vergüenzas a la intemperie a José Luis Rodríguez Zapatero. No es que el presidente haya perdido la sinceridad, nunca la tuvo. Lo que se le ha volatilizado es la credibilidad en razón de unas mentiras que, antes, resultaban verosímiles para quienes, por militancia o contramilitancia, estaban dispuestos a creer los dichos del líder socialista o los contrarios, tampoco muchos, de los sugeridos por los canales del PP.

Las voces críticas que, con epicentro en Castilla-La Mancha, se escuchan contra Zapatero no son nuevas formulaciones ideológicas, puesta a punto del enrabietado discurso socialista que caracteriza al de León ni, siquiera, un gesto de protección de los intereses de la propia parroquia electoral. Son mera defensa del empleo. El flautista de Hamelin es incompatible con las nuevas tecnologías y el nivel de información que manejan los desinformados. De ahí que quienes no quieren perecer en el próximo tumulto electoral, aspiren a separar su imagen de la del frustrado líder planetario. Tarea imposible porque los fracasos de Zapatero, sus contradicciones y engaños, han empapado ya el emblema del puño y la rosa.

Se equivoca Mariano Rajoy si, como dicen sus próximos, pretende culminar lo que le queda a la legislatura, que es mucho, con la mera confrontación con el caducado líder socialista. Cuando los boxeadores «hacen sombra» en el gimnasio afirman el movimiento de piernas e, incluso, la flexibilidad de su cintura; pero no acreditan su contundencia que es, precisamente, lo que reclama un electorado que vive la congoja de la situación presente. En Cataluña, primera etapa de la carrera electoral hasta 2012, el PSOE saldrá trasquilado; pero el PP no pasará de ser, y sin grandes crecimientos, la tercera de las fuerzas presentes en el Parlament. Eso es muy poca cosa para cimentar los municipales y autonómicas de la próxima primavera. La negación de Zapatero, que ya le brindan hasta sus íntimos, no conlleva la afirmación de Rajoy y no se trata de que la mayoría le quiera, como pretenden sus estrategas, sino de que le prefiera. Algo menos sentimental que hay que construir con argumentos y programas. Los que el PP, si los tiene, nos esconde.


ABC - Opinión

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