jueves, 14 de octubre de 2010

De mal en peor. Por M. Martín Ferrand

Cuando la evidencia del fracaso no basta al líder de turno para retirarse del poder, hay mecanismos de repuesto.

DOS o tres millones de franceses, estudiantes de Bachillerato incluidos, han salido a la calle para protestar contra la reforma del sistema nacional de pensiones. Consideran inamovible, como una cuestión de principios, la edad de su jubilación y, con la fuerza con que sus bisabuelos defendieron la honra de sus bisabuelas, luchan por sus derechos laborales adquiridos. Es lo que se lleva en Europa. No importa que el manantial esté seco, el Estado debe proveer, desde la canastilla a la mortaja, todas las necesidades de las personas y así, instalados en la superchería del bienestar igualitario, el Viejo Continente se va quedando sin contenido. Se debilita y empobrece. El espíritu es el mismo de quienes, con inoportuna grosería, pedían la dimisión de Zapatero en un acto institucional, presidido por el Rey, con motivo de la Fiesta Nacional. Aquí se invoca la libertad de expresión, un derecho que comporta obligaciones y responsabilidad, y todo vale. Se puede romper la paz de una ceremonia funeraria u ofender con una gracieta a la mujer del presidente de Cantabria. Pero, ¿qué libertad es esa que no tiene compromiso con la realidad, carece del rigor del análisis y cursa por el camino de la mala educación?

Muy probablemente Rodríguez Zapatero le haría un bien a la Nación retirándose de la función ejecutiva. No supo ver llegar la crisis, no sabe cómo enfrentarse a ella y carece de los redaños precisos para hacer lo que se debiera. En democracia, cuando la evidencia del fracaso no basta al líder de turno para retirarse del escenario del poder, hay varios mecanismos de repuesto. El más sencillo es que el partido político en el que el líder fracasado sustenta su poder y representación le retire la segunda y le deje sin el primero. Aquí, el partido, su cúpula, ha fracasado tanto como el presidente. Todos comparten su responsabilidad. En consecuencia, si la cabeza de la oposición no quiere, o no se atreve, a utilizar la moción de censura, el mecanismo ad hocpara acelerar los tiempos de la alternancia, tendrá que esperar a que se cumpla el plazo electoral correspondiente. En las condiciones actuales, ¿España puede aguantar hasta 2012? El sentimiento colectivo, abrumado con la desesperanza, parece contestar negativamente a esa pregunta y ello le hará incurrir en grave responsabilidad a quien, en principio, está llamado a suceder a quien ya debiera irse y se aferra a la letra de una norma que no ha sabido engrandecer con la música de sus hechos. Es decir, que podemos ir de mal en peor. Sin titular y sin suplente, averiado el uno por su incapacidad y el otro por su cautela.

ABC - Opinión

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