sábado, 7 de agosto de 2010

Pleitos de familia. Por M. Martín Ferrand

Fiel a su estilo, Zapatero evitó el problema por el expeditivo procedimiento de no enfrentarse a él.

ACONSEJA la prudencia y enseña la experiencia que nunca es conveniente terciar en pleitos de familias ajenas. Tampoco es deseable participar en los de la familia propia, pero es más fácil zafarse de aquellos que de estos. Sin embargo, resulta tentador e ilustrativo asistir al conflicto que se cuece en el seno del PSM y que, en hibridación entre la ira y la cautela, ha llevado a José Luis Rodríguez Zapatero a cancelar la entrevista que había concertado ayer con Tomás Gómez. Era previsible, aunque no estaba previsto, que el secretario general del PSOE no quisiera habérselas con quien lo es solo de una de las federaciones socialistas y, fiel a su estilo, evitó el problema por el expeditivo procedimiento de no enfrentarse a él. Algo que ahorra disgustos, pero que no produce beneficios ni genera soluciones.

Sabe Zapatero que la celebración de unas primarias en Madrid para dilucidar la cabeza de lista en las próximas autonómicas no garantiza la elección de «su» candidata, Trinidad Jiménez, y que Gómez, que ha sabido reconstruir los restos destrozados que recibió en encomienda por ser el alcalde más votado de España, tiene las de ganar en una confrontación de ese nivel, aunque tenga las de perder —¿más que Jiménez?— frente a Esperanza Aguirre.


En realidad lo que le afecta al presidente, que necesita un cambio drástico y urgente en su equipo de Gobierno, es que la pirueta del cese «justificado» de la titular de Sanidad le «obligaba» a un retoque en el Gabinete. Ahora tendrá que enfrentarse a él por las bravas, algo que siempre estremece y disgusta a quienes carecen de sentido autocrítico y capacidad para reconocer la fortaleza y los éxitos ajenos.

Francisco Álvarez Cascos contaba hace unos pocos días en Valencia de Don Juan, el corazón de León a orillas del Esla, donde le hicieron un homenaje, que, recién nombrado ministro de Fomento, se comprometió públicamente con el entonces presidente de la Autonomía, Juan José Lucas, a que antes de que acabara 2003 estaría en funcionamiento la autovía entre Benavente y León. El entonces recién nombrado secretario general del PSOE y diputado por León le dijo a Cascos: «Ministro, no vas a ser capaz de cumplir el acuerdo con el presidente Lucas; pero si lo consigues seré el primero en felicitarte». La autovía entró en servicio con quince días de adelanto y, naturalmente, Zapatero no felicitó al ministro porque el leonés es hombre de instantáneas mejor que de largos rodajes, de frases sueltas antes que de discursos hondos y de apariencias —tal que democráticas— en lugar de convicciones. Tomás Gómez parece haberle tomado la medida.


ABC - Opinión

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