domingo, 15 de agosto de 2010

Bajarse al moro. Por Martín Prieto

Tras la iniquidad ventajista perpetrada por Marruecos en 1975 sobre los territorios de Seguia el Hamra y Río de Oro, el rey Hassan II dejó entender a los interlocutores gubernamentales españoles que el contencioso de Ceuta y Melilla quedaba «aplazado» para las próximas generaciones y sujeto a la solución del diferendo hispano-británico sobre Gibraltar. Miel sobre hojuelas de no ser por lo taimado que es la diplomacia alauita. Felipe González me dijo un día que si abría conversaciones con Marruecos sobre las plazas africanas cara a una cosoberanía o a la izada de las dos banderas, al día siguiente le ponían sobre la mesa las Islas Canarias.

Mohamed VI afirmó que el desalojo militar del islote de Perejil ordenado por el presidente José María Aznar le había sentado como una bofetada pero con la mediación del Secretario de Estado Colin Powell no hubo más secuelas que la llamada al embajador a consulta. Zapatero fue a Rabat a templar gaitas y lo sentaron frente a un mapa oficial marroquí que incluía al Archipiélago atlántico. Bajarse al moro para practicar el buenismo . En Marruecos no se abre una flor sin que la ordene el Mazén, que es el entorno ejecutivo del Comendador de los Creyentes, y supuesto descendiente de la estirpe de Mahoma.

Los recientes incidentes con Melilla no son, por lo tanto, espontáneos y lo que falta saber cuál es la intención de nuestro vecino al calentar una frontera que tanto les beneficia. Ambos monarcas se tratan de «hermanos mayor y menor» pero tanta fraternidad no ha servido para evitar un ridículo bloqueo dado que Melilla está abierta a Andalucía. Las plazas de soberanía ya eran españolas cuando lo que hoy es Marruecos éste sólo era un tablero tribal. España es bicontinental como Turquía y EEUU. Y el irredentismo marroquí nos acompará siempre.


La Razón - Opinión

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