domingo, 22 de agosto de 2010

Aznar y Rajoy. Por Germán Yanke

Aznar sale de casa y en la dirección del PP tiemblan, para qué vamos a negarlo.

Aznar sale de casa y en la dirección del PP tiemblan, para qué vamos a negarlo. En el Gobierno no tanto porque están ya como estatuas, insensibles, paralizados. Lo acabamos de ver con el viaje relámpago a Melilla, que también ha tenido sus truenos. ¿Ha consultado al partido? se pregunta a un portavoz oficioso del ex presidente. «Dejémoslo en que se ha comunicado» responde con una sorna que significa algo más que la independencia de criterio. El Gobierno se empeña en desviar la atención de lo que es su responsabilidad, que es lo que ocurre en Melilla, y sabe, además, que la estrategia hace mella en el PP. La secretaria general aclara que Aznar no viaja en representación del partido y Mariano Rajoy, vuelto momentáneamente del reposo, subraya lo obvio: que el ex presidente tiene perfecto derecho a ir a cualquier lugar de España y mostrar su solidaridad con policías y ciudadanos. Pero no se sabe ya si el objetivo de este honrado comentario es defender a Aznar de los burdos ataques gubernamentales o calmar las aguas internas: no pasa nada, todos estamos en lo mismo.

El problema de Rajoy con Aznar no es su disparidad de caracteres. Su designación como sucesor no es como heredero, le coloca en la paradójica posición de cargar con lo que se vende como malo sin sumar nada de lo bueno. Si se habla de la guerra de Irak, Rajoy es responsable. Si se analiza el éxito económico de los gobiernos del PP o la firmeza en la lucha contra el terrorismo el mérito es de Aznar y da la impresión de que Rajoy acaba de llegar y él lo sabe por los periódicos. O por los libros y folletos de FAES que, curiosamente, dedica sus esfuerzos para situar como alternativa al PSOE lo que hizo el ex presidente, a veces acompañado de los que no están precisamente cerca de Rajoy, y no tanto lo que el partido pueda hacer en el momento presente.

Es quizá lo que debería cuidar Aznar. Como agitador intelectual, en este desierto refractario a los debates serios, tiene un papel que puede ser muy interesante. Como activista el asunto es más dudoso porque si se percibe que quiere representar «otro» PP el chasco será doble: ni puede hacer uno nuevo (ni «el suyo») y sólo fastidiará el único que realmente existe, que es el de Rajoy.


ABC - Opinión

0 comentarios: