martes, 27 de julio de 2010

Bromas de mal gusto. Por Hermann Tertsch

Esta vez sí que contamos con el hombre que la historia y el destino nos han deparado. Y nos lo dice él mismo.

TOMEN todos nota. Nuestro presidente ha vuelto a hablar de sí mismo —en realidad siempre lo hace— y nos ha dejado un par de joyas. Para disfrutar o angustiarse, a elección del consumidor de las sabidurías selectas. Allá cada cual. Dice primero nuestro gran jefe cómo quiere entrar en la historia de España. Grandes palabras. Se ve en los libros de historia, dice, como el gran artífice de la «tercera transición», la económica, que nos hiciera dar el gran salto hacia delante. Sería algo así, es un suponer, como la revolución industrial japonesa o el «milagro alemán» de Ludwig Erhardt. Eso para los más humildes. Para los que piensan con la profundidad y la amplitud de miras de nuestro Zapatero, sería quizás más adecuado pensar en el «gran salto adelante» que Mao propuso a China en la revolución cultural, de la cual habría de surgir el hombre nuevo y la sociedad libre. El mundo del hombre bueno. Cierto que en aquella revolución se rompieron más huevos de los estrictamente necesarios para una buena tortilla. Pero eran otros tiempos. Y esta vez sí que contamos con el hombre que la historia y el destino nos han deparado. Y nos lo dice él mismo. Parece mentira que viniera a nacer aquí —aquí mismo, entre nosotros— este hombre que conmocionará al mundo entero con su consigna de que «la tierra pertenece al viento».

Anda que no van a presumir en el cole y con las chicas los tataratataranietos del capitán Lozano. Pero no por aquel militar que llegada una guerra civil no sabía bien cuál de los dos bandos le iba a fusilar antes y que sólo pudo confirmar la mala impresión en uno de ellos. No, la auténtica gloria llegaría a la familia con el nieto Pepe Luis, el genio de la economía que en sólo dos tardes se metió el mundo en la cabeza. Y no sólo entendió todos sus secretos económicos y abrió caminos inexplorados y hasta entonces inimaginables, para mayor provecho, riqueza y gloria de un territorio peninsular entonces llamado España cuyo modelo de multiplicación de bienes y parabienes habría de conquistar el mundo. Encontró soluciones simples a problemas olvidados por irresolubles, a enigmas jamás resueltos. Y la tierra dejó de ser un planeta de tristezas, hambrunas, desesperanzas, viles mercados y especuladores infames. Y se transformó en un vergel en el que todos los humanos se sonreían unos a otros. Se miraban y alegraban gentilmente el rostro en permanente intento de imitar la inolvidable sonrisa de aquel hombre que gobernó en España en el siglo XXI.

En fin, mi contrato me exige al menos un par de frases serias por columna. Ven lo que se puede divagar con una respuesta de Zapatero. Piensen ahora lo que se podría hacer con otra respuesta suya. La que valora como su mayor éxito la negociación con ETA. Se le quitan a uno las ganas de bromear.


ABC - Opinión

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