jueves, 17 de junio de 2010

Nadie baila con la reforma laboral del Gobierno. Por Antonio Casado

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Nadie quiere la reforma laboral que el Gobierno acaba de enviar al Boletín Oficial del Estado. Ni los empresarios ni los sindicatos se reconocen en ella. Díaz Ferrán (patronal) dice que es una “reformita”. Según Cándido Méndez y Fernández Toxo (UGT y CC OO), “lesiona los derechos de los trabajadores, abarata el despido y debilita la negociación colectiva”. En cuanto a los partidos políticos, esperan a negociar sus respectivas posiciones parlamentarias. Pero ninguno de ellos ha saludado la reforma alumbrada ayer por el Consejo de Ministros.

A todos los actores sociales y políticos se les ha llenado la boca con la necesidad de acometer de forma urgente la reforma de un mercado de trabajo rígido, obsoleto, ineficaz y reñido con los modernos sistemas de producción. Un mercado de trabajo al que, entre otras cosas, se culpa del llamado paro estructural, ese que nos otorga el lamentable privilegio de doblar la media de paro en Europa incluso con tasas razonables de crecimiento.


Pues bien, los actores sociales no lograron ponerse de acuerdo para fletar una reforma pactada. Y los actores políticos dejan solo al Gobierno cuando éste, en el ejercicio de su responsabilidad, se ve obligado a dictar una reforma y reclamar los apoyos necesarios entre los representantes de la soberanía nacional. Por desgracia, esta es la foto fija de las últimas veinticuatro horas. La que verán hoy en Bruselas los primeros mandatarios de la UE.

La foto se acabará moviendo al compás de las negociaciones orientadas a superar los dos trámites parlamentarios previstos: la convalidación del decreto-ley (martes 22) y su posterior tramitación como proyecto de ley (a la vuelta del verano). Pero la que los presidentes de Gobierno y jefes de Estado europeos verán hoy colgada a la espalda de Zapatero, como el monigote del día de los inocentes, es la de su soledad en esta iniciativa. Descubrir que nadie la saca a bailar no es la mejor noticia que podía llevar al último Consejo Europeo de la presidencia semestral española que está a punto de terminar.

El drama del paro

Pero es lo que hay. Una reforma laboral denostada por los sindicatos, la CEOE y los partidos políticos. Tampoco parecen convencidos los analistas de la vida económica y expertos en materia de relaciones laborales. Carlos Sánchez la califica de poco creíble, incoherente, irrelevante y contradictoria. Carlos también recoge la opinión de Iñigo Sagardoy, uno de los mejores laboralistas del mundo, que ve la reforma demasiado corta en alcance, contenido y ambición si se la conjuga con las verdaderas necesidades del mercado laboral español. O sea, como querer librarse del tsunami con un paraguas.

Una vez más, deberíamos escuchar a los expertos sin desoír las razones del Gobierno. Sostiene Moncloa que su modelo pretende tres objetivos: mejorar la productividad, estimular la contratación fija y situar el despido como un último recurso del empresario. Asegura también que servirá para crear empleo estable y luchar contra el paro, la dualidad y las rigideces.

¿Cómo conjugar esa declaración de intenciones con la realidad de una economía perezosa en el crecimiento y, por tanto, en la creación de empleo? Me temo que no basta con el copago del FOGASA, la generalización de los contratos con 33 días de indemnización por despido o la recuperación del viejo laudo de obligado cumplimiento (arbitraje). Pero se trata de hacer algo o dar la impresión de que se hace algo para combatir el drama del paro. También eso forma parte de la política. Y el ámbito de esta reforma, después del fracaso del llamado diálogo social, es definitivamente de naturaleza política. En esa clave hemos de detectar la suerte que le espera a una decisión que llega al menos con dos años de retraso.


El Confidencial - Opinión

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