jueves, 17 de junio de 2010

Aquí nunca pasa nada. Por M. Martín Ferrand

Nuestra realidad no resulta verosímil. Se anda zurciendo y con prisas y todo se va en fusiones.

JSÉ Blanco se dispone a suprimir algunas de las líneas ferroviarias en uso por su falta de rentabilidad económica y social. Eso está muy bien; pero si, por ejemplo y según cuenta el titular de Fomento, la línea Madrid-Burgos funciona con un promedio de cuatro viajeros diarios, ¿por qué no se ha clausurado todavía un servicio tan ruinoso? Si saltamos de Blanco a Zapatero, de la anécdota a la categoría, resulta incomprensible que, conscientes todos de la grave situación económica por la que atravesamos, se sigan manteniendo instituciones y empresas del Estado que son, sólo, manantiales de gasto inútil.

El síntoma más grave de nuestra situación, el que genera mayor abatimiento ciudadano y máximo desánimo entre quienes vivimos sin subvenciones, latisalarios, canonjías ni bicocas, reside en la impunidad con que cursan los responsables del despilfarro. Si, por ejemplo, un rector, como pueda serlo el de la Complutense, saca los pies del Presupuesto y endeuda la institución sin que le pase nada ni, mucho menos, se le exijan responsabilidades por su mala gestión, los profesores, alumnos y empleados que de él dependen —más que vecinos tiene la provincia de Teruel— podrán pensar que todo el monte es orégano y que el rigor presupuestario es un arcano para mentes anacrónicas y conservadoras. Si ese rector, como es el caso, no es un filósofo abstraído o un paleontólogo ensimismado, sino un catedrático de Economía Aplicada, habrá que, según la situación de cada cual, rasgarse las vestiduras o salir huyendo hasta llegar a las antípodas.


La UE nos exige un tijeretazo de mayor cuantía que el previsto por el Gobierno. No pasa nada. Se apunta en el BOE y se olvida a continuación. Incluso, sin incurrir en responsabilidad penal, se cambian partidas del Presupuesto y se dedican a limosnas a los frailes lo que debiera pagarse por picos y palas y hazadones; es decir, con mayor liberalidad que el Gran Capitán y sin la licencia que otorga el habernos «regalado un reino». Nuestra realidad no resulta verosímil. Se anda zurciendo y con prisas, un sistema financiero con más agujeros que un queso emmental, y todo se va en fusiones a distintas temperaturas. ¿No hay responsables de tan singular catástrofe? ¿Nadie merece, por sus acciones o sus omisiones, ser conducido ante el juez de guardia? Aquí nunca pasa nada. Se van tapando las vergüenzas y, al hacerlas invisibles, parece que no existen; pero están ahí, amontonadas, unas sobre otras, y como consecuencia de una «revolución» en la que solo caen las clases de tropa, con el triple o el cuádruple de la oficialidad que requiere el mando. Se engañan y nos engañan.

ABC - OPinión

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