jueves, 4 de marzo de 2010

Gorilas sin fronteras. Por Alfonso Rojo

Nos mean encima y para mayor escarnio, quieren que digamos que llueve.



Y si no lo hacemos, van, se enfadan y nos tildan de «colonialistas trasnochados» o de ser instrumentos del «imperio yanqui». Y el asunto tendría un pase si el aquejado de incontinencia urinaria fuera sólo Hugo Chávez, pero se suman al coro de meones los Willy Toledo de turno y esa patulea de progres, a los que el dogmatismo y la pereza moral impiden distinguir entre agresores y agredidos.

La complicidad entre el Gorila Rojo y los asesinos de ETA no es algo nuevo. Ni siquiera único. Lo innovador es el auto del juez Velasco, pero hace muchos meses que sabíamos que Chávez tiene al etarra Cubillas en su gobierno y que da apoyo a los narcoterroristas de las FARC que planeaban venir a España a asesinar al presidente Uribe o a quien se pusiera por delante.

También que el Gobierno socialista no iba a mover un dedo. Hace muchos años, cuando andaba de reportero audaz por Nicaragua, se me presentaron tres tipos, con carnets de Cambio 16. Venían recomendados por un abogado vasco y supuestamente, querían entrevistar al ministro de Defensa de El Salvador.

Hablé con ellos en un piso, muy cerca del obispado y me mosqueó que se tocaba los pies el más gordo y que sólo les interesase saber qué controles de entrada había antes del despacho del ministro.

Quiso la casualidad que a los pocos días cayera en mis manos un ejemplar del extinto «Ya» y que en portada apareciera la foto de uno de los tres. Se le identificaba como «responsable internacional» de ETA.

No tardé ni un segundo en contarle la historia a Gregorio Peces Barba. También a Luis Yáñez. Fui a ver incluso al comisario Ballesteros. ¿Y saben ustedes lo que pasó? Nada: nuestro Gobierno siguió manteniendo amistosas relaciones con los sandinistas. Como ahora con Chávez o con Castro.


ABC - Opinión

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