miércoles, 3 de febrero de 2010

Zapatero pierde cumbre política y gana cumbre religiosa. Por Antonio Casado

La Casa Blanca renuncia a la cumbre semestral de Estados Unidos con la Unión Europea. Como tocaba celebrarse en España, en el ejercicio de su presidencia rotatoria, se cae de la agenda de Rodríguez Zapatero la ansiada foto de mayo con Barack Obama en Madrid. Jarro de agua fría si lo ponemos en relación con las expectativas creadas por Moncloa. Por tanto, hablemos de frustración. No de plantón. Por falta de compromiso previo, como ha precisado el secretario de Estado adjunto para Asuntos Europeos, Philip Gordon. Y además, porque en todo caso el desprecio no se lo hacen a Zapatero sino a la UE.

Desprecio es palabra mayor. Entender que el presidente español ha sido despreciado por Obama supone conceder a Zapatero, como gobernante o como líder político, la importancia que no tiene para EE. UU en el marco de las relaciones de poder a escala mundial. Ni como amigo ni como enemigo. En cualquier caso, Zapatero sale bien parado. Se pierde una cumbre política pero es el artista invitado de una solemne cumbre religiosa, aunque de religiosa solo tiene el envase. Hablo del Desayuno de la Oración, que mañana reúne en el hotel Hilton de Washington a los primeros del escalafón político, social, económico, militar, judicial, etc, de la primera potencia del mundo.


Otra cosa es la Unión Europea, que se tiene por una potencia regional y practica el fetichismo transatlántico. Con poca credibilidad en la consideración norteamericana. O, al menos, con un interés muy relativo en la agenda política de Obama, a juzgar por el plantón. Está claro que considera a la UE como un actor frágil de la escena internacional al entender que no hay asuntos urgentes a tratar con sus responsables oficiales (crisis económica, terrorismo internacional, proliferación de armas de destrucción masiva, cambio climático, etc). Y si los hay, prefiere ventilarlos en mesas bilaterales. Con Reino Unido, Francia y Alemania, básicamente.

De modo que, insisto, no es un desprecio a España sino a la UE. Y eso libera una incómoda verdad. El plantón de Obama pone en evidencia el escaso peso políico o la escasa vocación de Europa para convertirse realmente en un actor relevante de ese nuevo mundo post-americano del que hablan Jeremy Shapiro y Nick Witney (Revista “Política Exterior”, número 133), en cuyo alumbramiento se combinan la caída de las Torres Gemelas y la ascensión de potencias emergentes como China, India y Brasil. Por no hablar de las dificultades de interlocución que debe tener Obama si busca un trato eficiente con un verdadero piloto de la nave europea.

Veamos. Zapatero es un presidente de turno con inciertas competencias en coordinación de políticas y organización de eventos durante seis meses. Van Rompuy es un político opaco, frío e introvertido que escribe poemas, al gusto de Reino Unido, Francia y Alemania cuando cocinaron su nombramiento como presidente permanente. Durao Barroso es el primer burócrata de Bruselas en su papel de jefe de la Comisión. Y Catherine Ashton, la teórica ministra de Asuntos Exteriores de la UE, una criatura del euroescepticismo británico, es una ilustre desconocida en Europa, EE. UU y el resto del mundo.

Este es el panorama. No me extraña que Obama haya renunciado a la cumbre de mayo con la UE y prefiera concentrarse en asuntos internos para no recibir un nuevo revolcón electoral en las legislativas de noviembre.


El confidencial - Opinión

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