viernes, 12 de febrero de 2010

Lo que va de España a Grecia

ESPAÑA no es Grecia, pero desde luego tampoco es Alemania. El presidente del Gobierno tiene pocas razones para sustentar el triunfalismo con el que ha adornado su participación en la cumbre informal de Bruselas, porque los problemas de la economía española no se resolverán ignorándolos sólo porque un periódico británico publique un editorial más condescendiente que de costumbre. En Bruselas, los Veintisiete han trazado un plan de rescate -por el momento sin dinero contante y sonante sobre la mesa- pensando en el caso griego, pero también en cualquier otro país que dentro de la zona euro pudiera necesitar ayuda de emergencia, porque es evidente que además de Grecia hay otras economías que no están pasando su mejor momento. El mensaje de la cumbre es que los dos grandes, Francia y Alemania, no dejarán caer a los países que tengan problemas, pero que también estos están obligados a tomar las medidas necesarias para que esa ayuda tenga los efectos deseados. Es decir, que todas las menciones a una mayor coordinación de las políticas macroeconómicas de los países de la zona euro significan que el Gobierno español también se está comprometiendo a aceptar seguir las directrices que han tomado los países que ya han salido de la crisis, por más dolorosas o impopulares que le parezcan.

La economía española no va bien, como demuestran los datos sobre déficit presupuestario, la ausencia de crecimiento y la impresionante cifra de parados. Si antes no había que creer a los que La Monloa consideraba como agentes de una conjura, tampoco es necesario apoyarse en lo que dicen ahora, porque una visita a Lóndres de la vicepresidenta Salgado puede tener efectos puntuales en la imagen de su gestión, pero no ha cambiado en nada los hechos. Y si España fuera, como se empeñan en decir desde el Gobierno, «parte de la solución y no parte del problema», entonces el presidente del Gobierno habría estado junto a Angela Merkel y Nicolas Sarkozy tomando las decisiones esenciales para diseñar el plan de salvamento de las economías más débiles. La estrategia de negar que sea necesario tomar medidas de calado es como la de ignorar la existencia de la crisis, que ya sabemos dónde nos ha situado. A España, igual que a Grecia, le han dicho en Bruselas que debe hacer los deberes, empezando por reducir el déficit presupuestario, tanto si quiere ser parte de la solución como si se empeña en seguir siendo parte del problema.

ABC - Editorial

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