jueves, 7 de enero de 2010

Obama ya no sonríe. Por José María Carrascal

POR primera vez hemos visto enfadado a Obama, al anunciar al país que los servicios de información fallaron el día de Navidad, al no detectar el intento de atentado terrorista. No porque faltara información, sino por no saber evaluarla. Como el 11-S. Entonces no se prestó atención a la advertencia de una analista de la CIA sobre unos estudiantes musulmanes que tomaban extrañas clases de vuelo. Ahora ha sido el propio padre del terrorista quien advirtió de las peligrosas andanzas de su hijo. Sin que tampoco se le hiciera caso. ¿No se ha aprendido nada en ocho años?, se preguntan los norteamericanos, ¿De qué ha servido el gigantesco, costoso e incómodo mecanismo alzado para protegernos de los terroristas, si al final tienen que ser los propios pasajeros quienes se defiendan?

Aunque el verdadero héroe del episodio es el padre de ese terrorista, que tuvo el valor de acercarse a la Embajada norteamericana en Nigeria para comunicar que su hijo se había ido al Yemen para encontrar «el verdadero islam», según le decía por carta, y participar en la «gran yihad», la guerra santa, «que restablecerá el imperio musulmán sobre el mundo».

No sabemos si fue un error del funcionario de la Embajada, que no tomó en serio la denuncia, o del Departamento de Estado, que no le dio curso, o de los servicios de inteligencia, que no la evaluaron debidamente. El caso es que Omar Faruk Abdulmutalab, ese era el nombre del joven, no figuraba en la lista de personas que tienen prohibida la entrada en Estados Unidos y pudo tomar un avión para Detroit con una carga explosiva en la entrepierna. Primer error.

El segundo fue que, nada mas conocerse el caso, se dio a conocer el nombre, la profesión y el domicilio del denunciante. Convirtiéndolo en blanco de los compañeros de su hijo, que si son capaces de asesinar en Europa, más fácil lo tendrán en un poblado nigeriano. Esa no es forma de combatir el terrorismo.

Y hay todavía un tercer error. El del propio Obama. El presidente norteamericano ha criticado a sus servicios de inteligencia. Pero no ha dicho que Omar Faruk fue posiblemente adiestrado en Yemen por alguno de los presos de Guantánamo que él ha puesto en libertad, en cumplimiento de su promesa electoral de cerrar aquella prisión. Y como no tiene dónde enviarlos, los envía a sus países de origen. Para que vuelvan a las andadas.

Las promesas electorales hay que cumplirlas. Pero no al precio de poner en peligro la ciudadanía mundial. Y si esas promesas eran equivocadas, se admite y se anulan. Obama lo ha admitido implícitamente al suspender la repatriación de los 91 presos que aún quedan en Guantánamo, aunque insistiendo en que quiere cerrar la prisión. Pero tiene buenas razones para no sonreír. Como nosotros. Estamos perdiendo la guerra contra el terrorismo islámico por errores de bulto, remilgos ideológicos y galbana.


ABC - Opinión

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