jueves, 7 de enero de 2010

Justa condena a Vera; justo rapapolvo a Garzón

Este respaldo de Estrasburgo a la justa condena de Vera nos debe recordar que el afán de notoriedad que empujó a Garzón a la arena política es el mismo que le empujó a aceptar como juez una causa de la que debería haberse inhibido.

El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo acaba de dictaminar que la condena al ex secretario de Estado de Seguridad, Rafael Vera, por el secuestro del ciudadano hispanofrancés Segundo Marey, retenido durante 10 días por los GAL en 1983, fue justa, al tiempo que admite, no obstante, que el magistrado Baltasar Garzón estaba contaminado por imparcialidad para instruir el caso en el que debió abstenerse.


Aunque ambas consideraciones pudieran parecer, a primera vista, contradictorias, no tienen por qué serlo y, de hecho, consideramos que no los son en absoluto. En primer lugar, fue notoria la enemistad y hostilidad que Garzón y Vera llegaron a profesarse desde que el magistrado decidió en 1993 dar rienda suelta a su ambición política y presentarse por Madrid como número dos de González en las elecciones generales de ese año. Bien fuera porque constatase la poca predisposición de la cúpula socialista a tomar medidas enérgicas contra la corrupción, bien fuera porque hubiera aspirado a ser ministro de Justicia, el caso es que Garzón decidió abandonar su carrera política poco después de que Belloch se hiciera con las riendas de la fusión de los Ministerios de Justicia e Interior. Es de esos tiempos en los que Garzón, como secretario de Estado para el Plan Nacional sobre Drogas, coincidió con Vera en el Ministerio del Interior de donde arrancan las malas relaciones alegadas por este último para argumentar la falta de imparcialidad del magistrado.

Ahora bien, por mucho que Garzón debería haberse abstenido cuando le llegó la causa contra su enemistado compañero de Gobierno, ello no borra el hecho, como bien han recordado ahora los magistrados de Estrasburgo, que el Tribunal Supremo no se limitó a reproducir la instrucción de Garzón sino que ordenó una segunda instrucción del sumario a cargo del juez Eduardo Móner en la que pudieron corregirse los posibles defectos de la anterior.

Por mucho que en el actual dictamen de Estrasburgo haya votos discrepantes que consideran que la falta de imparcialidad de Garzón contaminó toda la instrucción sin posibilidad de reparación, lo cierto es que no hay nada que demuestre la falta de imparcialidad y probidad de Móner, de quien hay tan pocos motivos de duda como las hay sobre las pruebas que evidenciaron que Vera era, ciertamente, culpable de un secuestro ilegal y de malversación de caudales públicos.

Con todo, este respaldo de Estrasburgo a la justa condena de Vera nos debe recordar que el afán de notoriedad que empujó a Garzón a la arena política es el mismo que le empujó a aceptar como juez una causa de la que debería haberse inhibido. Bueno es que lo recuerde también Garzón, ahora que sigue como instructor del caso del chivatazo policial a ETA, a pesar de la notoria amistad que le une con el representante del Gobierno socialista que señaló ese delito de colaboración con banda armada como prueba de buena voluntad del Ejecutivo de Zapatero ante la banda terrorista.


Libertad Digital - Editorial

1 comentarios:

Rafael del Barco Carreras dijo...

TRIBUNAL EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS,

BALTASAR GARZÓN Y ENRIQUE VERA.



Rafael del Barco Carreras



CONTAMINADO. Lo de las incompatibilidades no cuaja en el funcionariado y abogados españoles, y menos en los jueces estrella. Los dos personajes me despiertan inquina por su prepotencia oficial, el “todo vale”, en definitiva el doble juego donde se imparte Justicia a beneficio de preconcebidos intereses, da lo mismo si la Justicia la tuerce el dinero o la ambición social y política de quien la imparte. Por suerte, algunos españoles, pisoteados los derechos básicos o arrastrados por el juego de los poderes personales, agotadas las instancias españolas, han conseguido que Estrasburgo rectifique los infinitos abusos o torticera historia judicial del Reino de España. Hasta la ONU ha condenado a España porque el RECURSO AL SUPREMO no cumple los requisitos de la SEGUNDA INSTANCIA a la que obliga la CARTA DE DERECHOS HUMANOS DE LA ONU, pero como bien dijo Manuel Jiménez de Parga, Presidente del Tribunal Constitucional, esa Instancia, la ONU, no tiene jurisdicción sobre España. Otro personaje CONTAMINADO, formaba parte del Gobierno de la UCD que se querellaba contra mí a través del Consorcio de la Zona Franca, y su bufete en Barcelona cobraba del Ayuntamiento actuando de acusador privado. ¡Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas!.

Por los 80 conocí en La Modelo a los de los casos Escala y Viola, arrancadas las confesiones con la tortura. Bañera, barra, bolsa de plástico, palizas y días sin dormir, tras lo que se confiesa lo que el interrogador quiere y pretende… lo habitual por entonces. Recurrieron y ganaron en Estrasburgo, pero las torturas y años de cárcel, imposibles de retrotraer. De la tortura a tachar a Garzón de CONTAMINADO se ha recorrido un largo camino, no del todo superado como demuestra la reciente condena a unos “mossos de escuadra”, la Policía Catalana que debía superar las prácticas franquistas de la Policía Nacional.

No puedo evitar repetir los recuerdos de cuando mi abogado Pascual Estevill, tras recurrir al Supremo y Constitucional por el nombramiento de un JUEZ ESPECIAL y hasta el de un TRIBUNAL ESPECIAL, me decía que recurriría a ESTRASBURGO, que se estaban vulnerando todos nuestros derechos. Dos años de cárcel, y los recursos perdidos en la PEPELERA DEL SUPREMO, me gritaban que ni Estrasburgo ni gaitas, lo primero a decidir se imponía cambiar de abogado. Tampoco me sirvió de mucho, el nuevo era SOCIALISTA de los de Narcís Serra (mi acusador privado), Gonzalo Quintero, al igual que su socio Francesc Jufresa (ahora defensor de Javier de la Rosa), y encima también me enteraría después por la prensa que se hizo amiguete de Pascual. Yo en La Modelo, y Rafael Jiménez de Parga, Gonzalo Quintero y Pascual Estevill, en el selecto restaurante del Paseo de Gracia, LA PUÑALADA, su club privado, gastando mis minutas, las del Ayuntamiento, y el abundante dinero de Javier de la Rosa.

Condenado a los TRES AÑOS pasados en prisión, cumplida la condena antes de ser juzgado, consideré que ya había pagado suficientes inútiles minutas, y cuando años después mi compañero de infortunios BRUNA, abogado, condenado a 23 años, me hablaba de querellarnos para anular la sentencia por la SEGUNDA INSTANCIA y el TRIBUNAL CONTAMINADO, llegando hasta ESTRASBURGO, que con seguridad la anularía, había perdido no solo la FE EN LA JUSTICIA, si alguna vez la tuve, sino en la de todos los integrantes de LA JUSTICIA ESPAÑOLA, abogados incluidos.

“Si decidieran JURADOS, recuerdo que le contesté… me lo pensaría”