jueves, 7 de enero de 2010

La amenaza del oráculo. Por M. Martín Ferrand

EN ocasiones, las menos, el futuro se nos presenta pintado de verde, como la esperanza. Es un augurio de bienes posibles y una renuncia a los males pasados. Las más de las veces el futuro se viste, o le visten, de amenaza y sobrevuela nuestras cabezas ciudadanas como un pájaro negro y temible. Es el pregón de calamidades nuevas o, más terrorífico todavía, la extensión de catástrofes ya experimentadas. Al empezar el año, aunque falten más de dos docenas de meses para las próximas legislativas, gusta hacerse a la idea de los cambios que, al menos en teoría, mejorarían nuestra existencia, aliviarían el paro, crearían riqueza, engordarían libertades y, en su conjunto, subrayarían nuestra condición ciudadana con el renacer democrático y la decadencia de la oligarquía partitocrática en la que estamos instalados.

José Blanco acaba de advertirnos, con aires de amenaza, que, con vistas al 2012, en el PSOE nadie contempla otras hipótesis que la de José Luis Rodríguez Zapatero como aspirante a un tercer mandato al frente del Ejecutivo. Blanco es un oráculo fiable. No suele gastar pólvora en salvas y su extemporáneo anuncio más parece una advertencia de orden interno que una proclama dirigida al público en general. En ninguno de los dos grandes partidos nacionales es posible la existencia próspera sin la cobertura y el apoyo de sus líderes actuales y esa es una de las razones de nuestra paupérrima vida política.

Zapatero y Mariano Rajoy comparten el demérito de haber eliminado cualquier nombre que pudiera darles sombra. Uno está instalado en la fuerza corruptora del poder y el otro, en la de su ambición, que no es menos demoledora y estéril. Malo es un partido político que, como dice Blanco, no contemple más de una posibilidad para su perpetuación en el poder y, aunque nuestra normativa vigente no le ponga límites a la permanencia en La Moncloa, la experiencia de Felipe González y la práctica de José María Aznar demuestran que más de ocho años resultan negativos. La contumacia es la más perversa de las formas de corrupción. Ni siquiera conlleva beneficios para quien persevera en el error y arrastra y pulveriza los logros anteriores. Si lo que ha hecho Blanco es, según el folclore socialista, lanzar un globo sonda para pulsar el ambiente conviene que tenga claro lo que ello tiene de provocación. En caso contrario es cosa de echarse a temblar.


ABC - Opinión

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