viernes, 5 de junio de 2009

LA TURBACION DE LEYRE. Por Carlos Herrera

DEBO confesar, sin que me tapen los ojos ni camuflen mi nombre con iniciales, que yo he sido perturbado seguidor de Leyre Pajín. Y que lo sigo siendo, por supuesto. Ya sé que un caballero no teoriza en público sobre los atractivos más evidentes de una dama, me refiero a los que saltan a primera vista, pero me resulta muy difícil sujetar el libre trote de los dedos sobre el teclado. No debo decirlo, pero, como iba a acabar diciéndolo de cualquier manera, lo diré: la señora Pajín me ruboriza. Y, además, se me antoja hechicera. Y muy plenipotenciaria, o sea, muy trabajadora, de las que no miran la hora. Todo eso sin tener el placer de conocerla. Imagínense el día en que me la presenten: me desvaneceré.

Se llama Leyre, como la Virgen Navarra del Monasterio de San Salvador, en Yesa. Leire con «i» latina si lo escriben en vascuence. Los benedictinos de esa casa piden por mí desde hace años, lo cual me tiene permanentemente conmovido. El nombre de Leyre va con uno desde que paso algunos días al año con ellos, normalmente en la licorería con Germán y José Manuel, pero también en Maitines o entre pucheros. Y luego está el entusiasmo con el que aborda las cosas, con el que se hace cargo de los trabajos: a muchos de ustedes quisiera yo verles asumiendo las labores propias de un secretario de organización de un partido, ese lodazal permanentemente infestado de serpientes enfadadas y de hienas traicioneras. Toda comprensión es poca. Leyre podría dar clases en un instituto en Benidorm, o abrir un despacho profesional en Alicante, o ser concejal en un pueblo tranquilo de la costa, pero, en cambio, ha optado por el duro sendero de la política nacional, con toda la guasa que ello conlleva. Por eso cuando anteayer compareció ante el Planeta Tierra para señalar algo en lo que nadie del Planeta Tierra había reparado aún, la feliz coincidencia a ambos lados del Atlántico, a medio año vista, de los Líderes de la Esperanza Progresista, se revolvieron mis centros y se me nubló la vista ante una verdad revelada de grosor incalculable. ¿No es maravilloso? La coexistencia de Barack allí y de José Luis aquí hará que cambien las mareas, que Júpiter y Saturno se alineen, que el Cometa Halley reaparezca antes de tiempo, que el níspero se recolecte en diciembre y que el Betis ascienda el próximo año. Bueno, quizá en esto último se me ha ido la mano, pero vengo a decir que el Advenimiento Progresista va a permitir a la raza humana conocer una lluvia de arrope y rosas inédita hasta la fecha. Y nadie lo había advertido.

En contra de mi turbadora Leyre han surgido algunas voces cargadas del agrio fermento del rencor. Insufribles por su altivez, los críticos de mi número 3 han disparado una ráfaga de balas machistoides sobre la molicie de su discurso no sabiendo que jamás la alcanzarán. Leyre no ocupa su mismo plano de realidad: su alma de princesa medieval jamás será mancillada por desconsideraciones de uso corriente. No ha dicho nada que no sea: Barack presidirá en EE.UU. y José Luis presidirá Europa, ¿o acaso es mentira? Lo de que entre los dos continentes surgirá una Alianza Nueva y Eterna ya pertenece, si quieren, al particular sistema de medidas y pesajes de cada uno, pero recuerden lo que significó para el mundo la coincidencia en sus puestos de mando, a cada lado, de la señora Thatcher y del señor Reagan. Lo mismo, sólo que del revés, y no es necesario que les recuerde hasta dónde llegó su colaboración para acabar con El Mal. Ahora, El Mal, vuelve a estar acongojado, aunque por razones bien distintas.

Nada has de temer, Leyre. Que griten y ladren. Yo estaré -en disputa con alguno más- al pie de este castillo para que ningún dragón perturbe tus sueños.

ABC - Opinión

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