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Pero los socialistas no parecen tenerlas todas consigo sobre el efecto benéfico electoral de un dato aislado, cuando los dos propagandistas más letales, José Blanco y Leire Pajín, han preferido cargar contra Aznar y chupar rueda de Obama. Las declaraciones del primero han roto todos los estándares de lealtad democrática, pero las de la segunda son simplemente impresionantes, que diría Chiquito. Hablar de momento histórico planetario, del advenimiento de una nueva era, porque la presidencia europea de un desconocido como Zapatero coincide casualmente con la presidencia norteamericana de Obama no es ignorancia, es idolatría, demencia por amor. Ambos demuestran la confianza que los socialistas tienen en la capacidad de discernimiento del pueblo español. Han desaprovechado una gran oportunidad, y van no sé cuantas ya, de hacer un poco de pedagogía europea. Luego no nos quejemos del desafecto, del alejamiento de los ciudadanos.
Es probablemente inútil pedir cordura y responsabilidad cuando el presidente y su grupo de socialistas de salón se juegan mucho en estas elecciones. Se habla de Rajoy y su discutido liderazgo, Martín Ferrand nos recordaba ayer que con un equipo dividido no se puede ganar ni el campeonato de fútbol playa de mi pueblo. Pero no se habla casi nada de los apuros de Zapatero. Los cambios de gobierno no han servido para ofrecer un equipo más cohesionado ni eficiente. Su control del partido está en senda declinante. El PSC va por libre, ha llegado al extremo de utilizar una papeleta diferente, una cesión constitucional incomprensible pensada para la alianza de nacionalistas, para demostrar ante su electorado que son un partido independiente momentáneamente aliado con el PSOE. La financiación autonómica, la energía nuclear, la educación, la gestión del agua, dividen a un partido que se mantiene unido porque los profesionales de la política sólo pueden sobrevivir del y con el BOE. Pero al menor atisbo de perder, se abrirá el melón y no todo será una fruta deliciosa. El domingo puede ser ese día. Eso es lo que se juegan Zapatero y sus chicos y chicas. Por eso ha ordenado una campaña sectaria, insultante, sin escrúpulos ni complejos. No vaya a ser que por demócratas tengan que volverse a casa.
ABC - Opinión
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