viernes, 2 de enero de 2009

Leyes de Guerra (revisitado). Por Kantor

Ya sabeis que no soy muy fan de la blogesfera, y menos aún de la blogesfera de habla española, así que en general no respondo a ningún post. Pero el último de Citoyen (del que si soy un poco fan) me parece una respuesta muy interesante a “Leyes de Guerra“, y su argumento, que es irreprochable, me parece que seguido hasta sus últimas consecuencias ilustra mejor que nada lo que yo comentaba en “Leyes de Guerra”. Así que escribiré una nota corta, y levemente resacosa de respuesta.

“Es decir, SI tiene sentido criticar a Israel, en la medida en que eso hace que, a la hora de decidir sus acciones, tengan en cuenta el efecto que eso tiene sobre el prestigio internacional. Israel sabe que necesita a las potencias occidentales y por eso sabe que no puede pasarse en las cosas que hace”


Esto es irrevocablemente cierto: Israel se preocupa por su imagen internacional por motivos geoestratégicos, y porque siendo una democracia es un factor apreciado por su opinión pública. Adicionalmente, por su historia, y de nuevo por ser una democracia, tiene una aversión real (y probablemente record en términos de la historia de los conflictos bélicos) hacia las bajas civiles, aunque es cierto que creo que no tiene ninguna aversión hacia las bajas identificadas como no civiles en el bando enemigo.

Así que, en efecto, la comunidad internacional y la opinión pública mundial cargan un coste político a cada baja israelí que influye en su proceso de decisión. Si la baja se identifica como civil, el coste es muy superior, y si es especialmente civil (niños y mujeres) este coste es aún más alto. Por tanto podemos decir que la comunidad internacional impone un sobrecoste en las bajas civiles (desgraciadamente también militares) que hace el Ejercito israelí, y eso tiene un efecto directo a la hora de que el lado israelí trate de reducirlas.

El problema es que el otro bando también lo sabe, así que la base de la estrategia de Hamas consiste en gestionar esta aversión israelí a las bajas civiles para obtener sus objetivos político-militares. Hamas coloca sus depósitos de armas, rampas de lanzamiento y otros objetivos netamente militares protegidos por la población civil, y cuando se produce un ataque israelí utiliza a la población civil permanentemente como rehen (la población civil que les vota, por cierto). Como decía en los comentarios del post anterior, una vez descubres que el enemigo es muy averso a disparar a un lanzador de cohetes instalado en el patio de un colegio, todos los lanzadores de cohetes se instalan en el patio de los colegios.

Total, Hamas no tiene aversión a las bajas en su campo civil, e Israel tiene una fuerte aversión a todas las bajas civiles (más alta hacia las propias, claro). Finalmente, en estas condiciones, para obtener sus objetivos militares, Israel acaba teniendo que atacar las lanzaderas ocultas entre la población civil, y acaba incurriendo en un número alto de bajas civiles, que solo ocurren precisamente por la propia aversión (directa e inducida) del propio Israel a las bajas civiles. Sin esa aversión, Hamas no tendría incentivos a esconder los objetivos militares tras la población civil.

El problema claro está no es la aversión a las bajas civiles, sino la ignorancia, por parte de la opinión pública internacional de los principios racionales sobre los que se fundamentan las Leyes de Guerra. Y uno de esos principios es que la población civil solo se debe respetar en la medida en que se aparte del conflicto. Si Israel da aviso anticipado de que va a atacar una zona urbana determinada, y la población sigue ahí cuando llega el ataque israelí, una opinión pública informada debería cargar las bajas ocurridas sobre la propia población civil, si esta no se aparta, o sobre quien le impida desalojar el campo de batalla. Si un piloto israelí vuela la proverbial lanzadera del patio de un colegio, una opinión pública inteligente tiene derecho a considerar que se ha producido un crimen de guerra: que la lanzadera esté donde no debe.

En esta época de la Democracia Corporativa, este sencillo principio sobre el que se basaban las Leyes de Guerra de los s.XVIII-XIX es demasiado complicado, así que la opnión pública global se limita al conteo de cadáveres y a carroñear morbosamente las fotos de los niños muertos, que han muerto precisamente para que los líderes islamo-nazis puedan exhibir esas fotos, y obtener sobre la sangre inocente un margen de maniobra política que usan para poder derramar sangre igual de inocente del bando contrario.

Este análisis es suficientemente díafano para que se pueda expresar incluso en forma matemática. Además, yo, que leo todos los días prensa israelí puedo decir que es exactamente lo que percibo día a día en la dinámica del conflicto y en su relación infinitamente perversa con la opinión pública global. Empecé a detestar este sistema (la Democracia Corporativa) precisamente comparando lo que leo en la prensa global, con lo que leía en la prensa israelí, durante años Haaretz, ahora, JPost. Entrar en el debate de porque la cobertura de los medios de comunicación es tan lamentable daría para un post aparte, y quizá para una tesis (también con gráficas y curvas). En parte es pura ideología, manipulación y la infinita estupidez de nuestra despreciable casta periodística. Pero en una parte aún mayor es una cuestión de la propia dinámica de los medios de comunicación: las sirenas diarias de Sderot no son una noticia, pero un bombardeo israelí, por su magnitud, sí que lo es. La CNN es el campo de batalla favorito de Hamas, y los incentivos de los periodistas, incluso si no odiasen a Israel, están del lado de sacar fotos lo más morbosas que sea posible y de excitar las pasiones más encendidas. Preguntarse por la estructura de incentivos en un conflicto armado es incompatible con vender periódicos.

Hay algunas cosas más en el post de Citoyen que merece la pena considerar: por ejemplo, como de Hamas no espera nada, todo su análisis se centra en el lado que considera “civilizado” y afectable por la opinión pública mundial. Así que como a los palestinos, y a sus dirigentes se les da por perdidos, al final todo el coste moral de sus irresponsabilidades se le atribuye al lado al que si se le supone la mayoría de edad moral.

Adicionalmente a esto, no comparto algunos de sus supuestos normativos: para mí los palestinos y los israelíes no cuentan igual, por las mismas que para los sirios o los egipcios, que no se sienten tampoco obligados a la imparcialidad. Como dije antes tengo bando, y tengo preferencias políticas en el conflicto. Adicionalmente a mi parcialidad política, a nivel moral, el sufrimiento de los culpables no vale igual que el de los inocentes. Pero esto es un tema de filosofía moral, que se escapa de los márgenes de este post. El ultilitarismo es el marco moral desde el que razono, pero el lector debe entender que Citoyen es mucho más un utilitarista-universalista que yo.

Finalmente Citoyen ironiza sobre las tendencias “eurábicas” del Economist. No, no me parece que la cobertura del “Economist” sea especialmente eurábica. Lo que es eurábico hasta la naúsea, es su apoyo a la entrada de Turquía en la UE.

KANTOR

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