viernes, 2 de enero de 2009

El mundo que viene. Por Gabriel Albiac

Todo acaba alguna vez. Mundos como hombres. Hemos visto morir el nuestro en 2008. Meditamos su ausencia

Recodaremos 2008 como el año en el cual se extinguió nuestro mundo. Que era, ahora lo sabemos, un mundo de ficción en buena parte. Habíamos nacido en él, sin embargo. Y no nos era pensable que detrás de su bien medida trama de decorados, detrás de su teatral carpintería, se hubiera abierto ya la puerta del vacío. Transitamos por el umbral que daba directo sobre ese abismo con una aceleración vertiginosa, que es quizá lo que más debiera, al cabo, sorprendernos: en marzo, el gobierno español -y, antes que nadie su presidente- hablaba de la inmediatez del «pleno empleo» y fulminaba como «antipatriota» a todo aquel que sencillamente sugiriera la verosímil cercanía de un ciclo de crisis; en octubre, el impávido ministro de Economía proclamaba la imposibilidad de que entráramos en nada a lo cual pudiera llamarse recesión: «no contemplaban» los sabios ministeriales tal hipótesis.


Mediado octubre, comenzó la crisis. Entramos en 2009 en recesión brutal. Hasta el más optimista de quienes se dedican académicamente a la economía sabe la verdad: que será larga y dolorosa; que en torno un tercio de la economía mundial es sólo imaginaria y debe ser enterrada; que de ésta no habrá nadie que no salga más pobre; que la última vez que algo así se produjo en la economía mundial fue en 1929; que, tras el crack del 29, vinieron las quiebras bancarias de 1931 y 1932 en centroeuropa y la mastodóntica inflación; que eso llevó, en 1933, a Hitler al poder; y a Europa entera a la guerra entre 1936 y 1945; que la crisis sólo se cerró en 1948, tras el mayor ciclo de destrucción -material y moral- de la historia. Analizando en frío, sin tentación apocalíptica alguna, los datos, en nada es el horizonte actual más halagüeño que el de 1929. No hay ascenso de grandes potencias fascistas, desde luego (Chávez, Castro o Kirchner, en el teatro mundial, son anécdotas). Pero nadie en su sano juicio puede juzgar que el estallido del teocratismo islámico sea menos letal para la democracia que el de los fascismos clásicos. Con un agravante: el mundo desarrollado ha jugado con fuego al apostar, durante tres cuartos de siglo, por la casi exclusividad energética del petróleo. Hoy, eso pone las economías mundiales al albur de las decisiones tomadas por la media docena de tiranos más infames del planeta: los que controlan el crudo del Golfo. Mientras una fuente energética alternativa -que sólo puede venir de la investigación nuclear- no desplace a los hidrocarburos, la economía mundial perseverará en una precariedad crónica. Tanto los Estados Unidos como Europa se enfrentan, en 2009, a su envite definitivo. No hay más que dos alternativas: reinventar toda la estructura productiva o morir. Puede que los Estados Unidos estén en condiciones de aceptar el reto: eso, al menos, da a entender la formación de un gobierno de coalición amplia por Barack Obama y su apuesta en política exterior por una Hillary Clinton poco equívoca en su defensa de la democracia israelí en el Cercano Oriente. En cuanto a Europa, no pienso que quede mucho ya que hacer; salvo enterrarla. Es nuestro mundo que acaba. Y, con él, nosotros.

La Razón - Opinión

1 comentarios:

Unknown dijo...

Un saludO* Gabriel Albiac.
Con un "por cierto" empiezo; a saber, que dices: "y a Europa entera a la guerra entre 1936 y 1945". Claro. Lúcido, tú, en fechar a Europa en guerra entre el 36 y el 45. Pues, efectivamente. Todavía muchos se creerán que la de España (36-39)era guerra como muy sólo de España, y punto; y aún más como muy especial guerra por la salvación de una especial República; y peor aún y más patético: como muy especial por la salvación de una muy especial democracia, como esa guerra (la más "sublime") que acaso ha habido (jamás) en defensa de la democracia.
Guerra civil, sí, que empezó en 1936 en España, pero guerra CIVIL EUROPEA, no guerra civil española, sino guerra civil europea, eso sí, en España.
Europa aquella. La Europa de los totalitarismos (fascismos y comunismos, tan "socialistas" de nación y noción ellos, por cierto). España caso aparte, para esos creídos que al principio mentamos: aquí fascismo especialmente español y "frente popular" de esencia digna y pura en lo revolucionario e izquierdoísta (para lo que socialista, comunista y anarquistamente haya que entender. En lo bendito). Europa, por lo que se ve (para ellos) era otra cosa, y la guerra en Ella del 39 al 45 nada tenía que ver con esa España del 36 al 39.
Pues eso. Lo que son las cosas... Europa ya era la guerra en España. Y la guerra CIVIL acabó siendo la guerra en Europa.
España aquella. Aquel laboratorio, aquel experimento entre el 36 y el 39. Lo que era Europa en paZ para lo que iba ser Europa en gueRRa.
Me pregunto si en el estado actual de cosas [¿qué es el Presente, por cierto?] acaso no está siendo "Espanya" ya un nuevo experimento (es viejo laboratorio) para... -no diré, lo mismo-.
Pero sí diré: ABISMO, de todas estas cosas de las que hablas, amigo Albiac.
Buenas*Noches