domingo, 28 de enero de 2007

"Paz" y "Pero"

Correspondencia de Ana Nuño, publicada por Arcadi Espada en su blog:

Querido:

Tremendo asunto el que hemos presenciado esta semana. Me refiero a De Juana Chaos y el programado y calculado caos orquestado por unos y otros a su propósito (que, en este caso, no es lo mismo que decir a propósito suyo).

Por cierto: he recorrido toda la prensa, digital y otherwise, y perdido mucho tiempo escrutando tertulias televisivas y radiofónicas, y resulta que nadie ha comentado algo que a cualquier quiddam le parecerá obvio. En el llamado proceso de paz, desde que lo lanzó públicamente el ejecutivo español obteniendo carta blanca en las Cortes para oficializarlo (es decir, desde marzo del año pasado), el episodio De Juana es el primero –repito: el primero– que intencionadamente ha buscado construirse una escenografía, que ha querido dejar rastro bajo la luz y en presencia de taquígrafos. Hasta antes del atentado en Barajas, todo eran innuendos y sobreentendidos. No había negociación, sino (re)petición a ETA de que con violencia no habría “paz”; esto, ad nauseam, es lo que nos han servido de entrante, plato principal, postres, coñac y puros desde La Moncloa, y desde Rubalcaba hasta López Garrido, pasando por Mª Teresa y Pepiño.

De repente, 15 días después del bombazo y los dos muertos “accidentales” (doblemente accidentales. por ecuatorianos y porque sólo a los pobres –Diccionario de Autoridades actualizado: emigrantes recién llegados y con poco dinero– se les ocurre “echar una cabezadita” en el coche), el Fiscal general (es decir, el Presidente del Gobierno) y los opinadores duchos en irse por las ramas y ramonedas nos invitan a una cena desde un palco escénico. A un espectáculo del viejo Folies Bergère o el Lido de París.

Qué raro, ¿no? ¿Acaso no será que “la izquierda abertzale” le ha dicho a Zapatero, oye, que te toca retratarte? Como los buenos jugadores de póker: ya nos hemos divertido un rato bluffeando, ahora quiero verte el juego que tienes.

El caso es que no caeré en lo fácil con lo de esta semana: la metáfora. Por ejemplo, en evocar a Prometeo encadenado, pendiente del destino de su hígado expuesto a fecha prefijada a dolorosa hecatombe y penosa reconstitución. Para aplicársela, por ejemplo, al Estado de Derecho (así, con las mayúsculas mayestáticas a las que tan afecta es la Derecha). No me pagan por soltar tropos en las tertulias radiofónicas, y aunque me pagaran. Un tropo es un tropo es un tropo. Y el Estado de Derecho es la madre de los tropos, al menos en este país.

Voy a permitirme, eso sí, una breve reflexión sobre la condena a perder la libertad (la Condena, pues). Y sus corolarios retórico-poéticos: la muerte-en-vida, la vida-en-la-muerte, sobre los que ya narrativizó todo lo que pudo el opiómano genial que fue Coleridge (vid., The Ballad of the Ancient Mariner). Vaya por delante que no pretendo compadecerme de De Juana. Que aquí hay que decir siempre lo obvio: un dedito, dos deditos… así, hasta diez. Eso, con suerte, en caso de que te dejen llegar hasta el final del conteo.

Brevemente, pues, el caso de Robert Redeker. Un profesor de filosofía de instituto en Francia, redactor a sus horas en Les Temps Modernes, a cuya cabecita los guardianes de la “alianza de las civilizaciones” le han puesto precio. ¿El “atentado terrorista” cometido por este sujeto?: haber publicado el 19 de septiembre pasado, en Le Figaro, un comentario crítico sobre el Corán con el título: “Face aux intimidations islamistes, que doit faire le monde libre?”. Bastó con eso. La vida de este profesor de instituto se convirtió de repente en una pesadilla. Una fatua condenándolo a morir comenzó a circular no sólo en los sitios web de la galaxia islamista, sino que fue transmitida en las más importantes e influyentes mezquitas de Francia (en Lyon y en Estrasburgo): Robert Redeker ha infamado la palabra del Profeta y ha de ser ajusticiado.

Desde ese momento, Redeker se ha convertido en una sombra. Los servicios secretos del Estado francés (la DST, Direction de Surveillance du Territoire, el FBI francés) han decidido que conviene protegerlo (Salman Rushdie vivió algo parecido en su día). Ha tenido que cambiar de residencia, inscribir a sus hijos en otro colegio, y ahora dicta sus clases en otro instituto. Uno de sus hijos fue objeto de una agresión y también ha recibido amenazas de muerte. Así que no sólo Redeker ha pasado de ser profe en un instituto de provincias y colaborador en Les Temps Modernes a esconderse donde pueda, sino que su familia también está amenazada de violencias y muerte.

Lo que me interesa señalar ahora –y con esto concluyo este ya prolijo comentario– es que Redeker se ha atrevido a reincidir: acaba de publicar en Editions du Seuil un libro, Il faut tenter de vivre. Como todo lo que ha escrito Redeker, vale la pena leerlo. Sobre todo, porque en este libro detalla y comenta la “recepción” que su condena a muerte y la de su familia ha suscitado en Francia. Sí, cuenta Redeker, toda la intelectualidad está escandalizada; pero, al mismo tiempo, la intelectualidad agrega siempre, en sus comentarios, un “pero”. Ciertamente es inaceptable que se amenace a nadie (intelectual o no, ecuatoriano o no) por lo que piense, o sencillamente por encontrarse en el lugar inadecuado a la hora inadecuada. “Pero”… hay que comprender las razones del “otro”. Del asesino, del que amenaza con matarte porque pienses de una determinada manera (caso, diría yo, civilizado; caso francés) o sencillamente porque sea posible identificarte con el ADN proscrito (caso pre-civilizado, caso español –si estamos de acuerdo en que no hay nada más “España Negra” que las diversas supervivencias del matonismo español que hoy representan, ya en exclusiva, los diversos nacionalismos locales en este país–).

Aquí, mientras, degustamos el azucarillo del C(h)aos. A ver si nos vamos enterando: lo único que está vivo y da muestras de gran vitalidad es el viejo, sempiterno, muy europeo (es decir, altamente civilizado) espíritu de Munich. El que es capaz de rellenar folio tras folio y regalarnos con horas de digresiones, basándose sólo en dos palabras: “paz” y “pero”.

Ay, si Prometeo lo hubiera sabido, cuanta crisis hepática se habría ahorrado.

Un abrazo.

Ana Nuño , 28-01-2007

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