En mi caso, emplearé el castellano en mis intervenciones públicas por ser la lengua en la que soy más competente, es mi lengua materna y en ella desarrollo la mayor parte de mis actividades. Ello no es óbice para que en uso de la libertad individual por la que abogo, en función del contexto o por mero deseo, utilice el catalán. Al hilo de algunos errores gramaticales y de vocabulario que se deslizaron en mi último artículo publicado en e-notícies , "Autonomia i dependència", se han dirigido ciertos comentarios entendiendo que estos errores demostraban el desprecio de Ciutadans hacia el catalán. Nada más lejos de la realidad, en mi casa está presente la lengua catalana -mi esposa es de lengua materna catalana- y hace muchos años que soy un catalán normalizado porque tengo el nivel C extendido por la Junta Permanente. El Partido de la Ciudadanía es bilingüe.
Es contradictorio que las personas que hacen mayores proclamas a favor de una Cataluña independiente o nacionalista en la que se reconozca el derecho a vivir plenamente en catalán censuren a los que no tienen este idioma como primera lengua y lo utilizan deficientemente.
Creo que, a muchos de estos inquisidores, lo que les mueve no es tanto la defensa de la lengua catalana como un equivocado patrón al que pretenden someter a todo el mundo. Eso justifica la ridiculización del presidente Montilla por su deficiente pronunciación de las s sonoras o de otros parlamentarios que incurren en errores de trascripción en sus artículos. En cambio, no miden con igual severidad a otros políticos que, también con importantes déficits de pronunciación y escritura, están amoldados al marco patriótico previamente establecido por ellos.
Estas personas llevan muchos años expidiendo carnés de catalanidad, algunos de ellos lo pretenden ahora por el sistema de puntos, y con su cerrazón e intolerancia consiguen el objetivo contrario que desean: convierten al catalán -el nervio de Cataluña para ellos- en un referente incómodo. Algunos de los lectores conocerán la historia de Federico de Prusia, el emperador que obligaba a su pueblo a quererlo; si en sus paseos encontraba a alguien que no daba muestras de aprecio, se acercaba al susodicho y a bastonazos le reclamaba adhesión y amor inquebrantable. La técnica de los bastonazos en materia lingüística no vale, consigue el efecto contrario al perseguido; sin duda, se gana mucho más con la seducción.
José Domingo Diputado Ciudadanos Parlamento Catalán (e-noticies)(04/XII/06)
2 comentarios:
Animo Domingo. Hay que dar donde les duele.
De acuerdo
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