martes, 28 de noviembre de 2006

Ciudadanos

En una sociedad cada vez más globalizada, el individuo pensante y reflexivo está cada vez más sólo e incomunicado. Los navajazos políticos, la insensibilidad hacia los problemas cotidianos de los ciudadanos, el ansia ejercida por personajes insignificantes, carentes de los más mínimos valores éticos, encaramados en los resortes políticos, apoyados en subvencionados medios de comunicación, sitúan al ciudadano normal en una situación de indefensión real.


El “famoseo” en el mundo político y en la prensa rosa, son equiparables, los dos anidan en los andenes de la inmoralidad. Los valores de solidaridad, normas democráticas, derecho a la privacidad y cuanto represente esfuerzo personal, son sustituidos por el demérito, la infamia y la cobardía; todo puede ser trucado y reconvertido en los nuevos resortes del Poder. Los trapicheos jurídico-políticos, los acuerdos de personajes mediocres encaramados a altos puestos de decisión, son los nuevos arquetipos inmorales de esta sociedad.

Controlados los “medios”, subvencionando a una legión de vientres agradecidos, los disidentes son tachados de inoportunos miembros definidos siempre como “fachas”, y por tanto, a ser vilipendiados y reducidos al margen de la inoperancia social.

Los travestidos zerolos del sistema, en su democrática actuación pública, claman contra los sistemas democráticos de Occidente, mientras se cuidan muy mucho de no denunciar a esa otra civilización que ahorca a jóvenes de su misma condición sexual en plazas públicas, o mujeres son lapidadas o sometidas a la ablación genital.

Todo sea por la Alianza con esas Civilizaciones tan respetuosas con el ciudadano/na.

¿Qué hacer?

Si la historia es tergiversada, las víctimas despreciadas, y la ciudadanía en su conjunto ignorada, la propia historia nos da la clave. Es necesario reaccionar con la palabra y con la ejecutoria personal. El menospreciado pueblo de los ciudadanos, debe asumir un papel mucho más activo. España, en su enorme resonancia popular, no puede quedar restringida a la exhibición de símbolos y gritos de jóvenes gargantas en acontecimientos deportivos. Es preciso desnudar a quienes transigen con asesinos en un vergonzoso cambalache de mercadillo de espaldas a los ciudadanos.

Los ciudadanos deben auto-alimentarse en el poder de la verdad, el honor y la solidaridad. Son parte fundamental de una nación milenaria llamada España. Es obligado reclamar cada día a las instituciones que ejerzan su papel libre de imposiciones políticas. Si estamos en un país democrático, Montesquieu no puede morir, y las instituciones deben asumir que son la última razón de la supervivencia nacional.

Por eso, cuando ignorados, insultados y luego criticados, un partido de ciudadanos tuvo la saludable insolencia de aparecer iconográficamente desnudo de ataduras, al escenario nacionalista e identitario catalán, no entendieron que aquella imagen sin atavíos, era la de un joven simplemente arropado en su programa que difícilmente pudo hacer llegar al común de los ciudadanos.

La conmoción para los señoritos del 3 %, del Carmelo o de los millones de la Caixa, es posible que aún no hayan comprendido lo frágil que resulta actuar al margen de ciudadanos que piensan, razonan y ejercen su derecho a ser ellos mismos.

El partido de Ciudadanos, pueden ser hoy una esperanza no sólo para Cataluña, no defraudéis, seguir siendo honestos, valientes y sencillos, podéis ser legión.

¡Seguid así!

Fadrique (Debate 21) (28/XI/06)

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