domingo, 10 de abril de 2011

La procesión. Por M. Martín Ferrand

¿Qué energúmenos son esos que, en pleno siglo XXI, propugnan el culto del odio a las creencias ajenas?

NI siquiera Friedrich Nietzsche en el más anticristiano de todos sus libros, Aurora, se hubiera atrevido a proponer una procesión atea y, menos aún, por el tradicional barrio madrileño de Lavapiés, hoy internacionalizado por la inmigración, en el que el casticismo chulapón se bailó siempre un chotis con el cristianismo tradicional y excesivo en sus modos. Y, sin embargo, un grupito que se dice librepensador pretende que, el Jueves Santo, Madrid sea escenario de una liturgia atentatoria contra la fe católica y, más grave todavía, ofensiva para la cultura cristiana. A tal efecto han distribuido unos pasquines barrocos y anacrónicos para convocar a una procesión que no puede ser entendida, según su anuncio, como meramente atea y mucho menos por laica. Es radicalmente antitea en general y anticristiana en particular.

Como Voltaire, a quien la fe no le llevaba a comerse los santos crudos, le escribió a Diderot hace más de dos siglos y medio, «es impertinente adivinar lo que es Dios, pero es temerario negar su existencia». Y, niéguese o no, resulta inadmisible la falta de respeto con quienes no la niegan. ¿Qué energúmenos son esos que, en pleno siglo XXI, propugnan el culto del odio a las creencias ajenas y tratan de ridiculizarlas? La torcida intención de quienes convocan tan estrafalaria procesión se pone de manifiesto en su propio pregón, que encabezan con la imagen de un Nazareno. Eso no es negar la existencia de Dios, sino tratar de ridiculizar al Dios concreto de unos cuantos cientos de millones de personas que, a partir de Cristo y durante los últimos veinte siglos, con diversas formas, confesiones y liturgias, han mantenido la llama de una fe y la inmensa extensión de una cultura que es, precisamente, la nuestra. La de Occidente.

Los abuelos de estos majaderos, que lo son no por su falta de creencias, sino por la carencia de respeto con las ajenas, tenían más ingenio. En el Ateneo, cuando la República, convocaron una votación para decidir sobre la existencia de Dios y Dios perdió por un voto. Excesivo y provocador, pero ingenioso y privado. Reducido al ámbito de un grupito intelectual difícil para el escándalo. Sacar a la calle esa tensión es evidencia de que estamos en un país y en un tiempo enfermos en los que flaquean las neuronas de muchos individuos y, si las hubiere, también las del común.

La nueva delegada del Gobierno en Madrid, Dolores Carrión, como para subrayar el disparate, rechaza su competencia para autorizar o denegar la procesión atea. Dice que es asunto municipal. Eso es peor que la procesión misma. Es convertir a Dios en problema jurisdiccional.


ABC - Opinión

La lengua viva. Vasco, vascongado y eusquérico. Por Amando de Miguel

Me sigue maravillando que los llamados patriotas vascos (es decir, terroristas) tengan un "plan C" para entrar en las instituciones cuando la letra ha desaparecido del abecedario vasco.

Eduardo Fungairiño (siempre tan ilustrado) me aclara que en el siglo XIX la letra no existía en la toponimia vasconavarra. Ese vascuence castizo respetaba la , la y la . Lo de la y la , según el famosos jurisconsulto, "son imposiciones del vascuence artificial, conocido como euskera, que ha propiciado el PNV". Era una forma de distinguirse, ya que las diferencias raciales no pudieron mantenerse mucho tiempo. Me parece un razonamiento muy en su punto. Resulta curioso que un idioma pueda imponerse por decisiones políticas. Me sigue maravillando que los llamados patriotas vascos (es decir, terroristas) tengan un "plan C" para entrar en las instituciones cuando la letra ha desaparecido del abecedario vasco.

Miguel Los Santos Uhide llama la atención sobre un caso curioso. El célebre "bar Faisán" se llama así porque está al lado de la isla de los Faisanes, en el río Bidasoa, donde se celebró el primer encuentro entre Luis XIV y María Teresa de Austria. Lo curioso fue que el Rey de España no pagó el importe de la dote estipulada. No terminan ahí las curiosidades. Señala don Miguel que, acerca de la isla de los Faisanes, está la localidad francesa de Urruña. En ese caso los vascos de Iparralde utilizan la <ñ> para distinguirse del idioma francés, cuyo sonido se escribe . En cambio, en el la parte vascoespañola, esos mismos nacionalistas han decidido suprimir la <ñ>. Lo siento por mi hijo Iñaki, bautizado como Ignacio Javier.

Los anteriores son ejemplos de una locura léxica que ha acometidos a los vascos. Al politizar el vascuence, lejos de reforzarlo, van a conseguir que se desnaturalice y desaparezca. Sería una lástima. Para mí, como español y donostiarra de la adolescencia, se trataría de una gran pérdida cultural. Por cierto, gracias a los oficios de Ernesto Ladrón de Guevara y de Santi Abascal (padre), mi hijo Iñaki y yo vamos a tratar de publicar ahora un estudio sociológico que levantamos hace 20 años sobre el uso del vascuence en Álava. Se trata de una rareza bibliográfica que no ha podido ser publicada antes por extrañas razones que no logro explicar muy bien. En su día nos trajo algunos disgustos, pero, pasado el tiempo, todo se pacifica. No estaría mal que se publicaran otros muchos estudios sobre el uso de los idiomas en España. Es asunto de lingüistas y de sociólogos, pero interesa al público. Podríamos acordar, de entrada, que las lenguas no son "propias" de los territorios sino de las personas. Una misma persona puede hacer suyas dos o más lenguas. Es una apropiación que no paga impuestos. Tampoco quiero dar ideas.


Libertad Digital - Opinión

El desagüe. Por Ignacio Camacho

La descomposición del poder andaluz ha consumido en una semana el efecto gaseoso de la renuncia de Zapatero.

NO es una crisis, es una ruina. Y no afecta sólo al socialismo andaluz y a su largo régimen de hegemonía sin sobresaltos, sino a todo el PSOE, cuyos resultados electorales en España han dependido siempre de la cosecha de votos almacenada en los silos clientelares de Andalucía. Tras el grave retroceso sufrido por el zapaterismo en Cataluña, el hundimiento del granero del Sur aventura una catástrofe nacional que compromete el diseño de la operación sucesoria puesta en marcha por el presidente. Ya no se trata de la clásica disputa de patio trasero que se podía solventar sin mayores problemas desde el cómodo predominio de una dominancia virreinal; el ruido simultáneo de los escándalos del EREsfraudulentos, de los dudosos negocios de los hijos de Chaves y de la fenomenal bronca interna en la Junta y en el partido ha alcanzado el primer plano de la opinión pública y ha consumido en apenas una semana el efecto gaseoso de la renuncia de Zapatero. Es el futuro de todo el Partido Socialista lo que está en juego más allá de la posibilidad de que el PP de Javier Arenas obtenga o no la mayoría absoluta autonómica; la descomposición del entramado institucional y la pérdida masiva de respaldo popular en el feudo más tradicional dejan al futuro candidato del PSOE la gravosa herencia de una brecha en la retaguardia que constituye casi una garantía de fracaso.

Esa situación de auténtico destrozo interno es otro de los legados de un Zapatero inexplicablemente rodeado de la leyenda de poseer un adecuado manejo de los tiempos políticos. Su gestión estratégica en Andalucía constituye un ejemplo —otro más— de diseño calamitoso, de descomunal improvisación y de falta de visión a medio y largo plazo. La manera en que abrió la sucesión de Chaves, a destiempo y sin planificación alguna del relevo y de sus consecuencias, ha precipitado un formidable proceso de desintegración y fractura que muestra al aire las vergüenzas y abusos de treinta años de poder viciado, proyectándolas además al plano nacional en la persona del veterano virrey ascendido a la vicepresidencia del Gobierno para procurarle una jubilación confortable. Lejos de propiciar una renovación ordenada, el aclamado líder socialista se limitó a quitar el tapón de la bañera; en pocos meses, error sobre error, toda la ventaja acumulada en décadas de dominancia se ha ido por el desagüe, llevándose gran parte de las posibilidades de reconstrucción de un proyecto nacional agotado.

Resulta paradójico que sea en Andalucía, la menos zapaterista de las organizaciones territoriales del PSOE, la más apegada a la continuidad tardofelipista, donde se esté fraguando la derrota prematura del postzapaterismo. De momento, la trifulca fratricida y la escandalera de corrupción han neutralizado en unos pocos días la euforia artificial del descorchesucesorio. Aún no ha llegado lo peor; falta el hundimiento.


ABC - Opinión

Ataques a la religión

En los últimos meses, algunos sectores de la izquierda más trasnochada están protagonizando preocupantes ataques contra la religión católica. El pasado 10 de marzo, más de 50 personas entraron en la capilla de la Complutense y corearon consignas contra la Iglesia, además de que algunas de las asistentes se desnudaron de cintura para arriba. Pocos días después, el Teatro Nacional de Cataluña estrenó «Gang Bang», una obra de ínfima calidad que situaba a sus personajes en una sauna gay cercana a la Sagrada Familia y a pocas horas de que Benedicto XVI consagrase el templo; los insultos a lo católico abundan: un hombre cercano al Vaticano pacta una noche de sexo con otro varón, una catequista lleva en bolsas de basura un cáliz y una cruz de Sant Jordi. Mientras, el actor Leo Bassi era imputado por un juzgado de Valladolid por delitos contra los sentimientos religiosos, injurias y calumnias cometidos durante un espectáculo en el que parodiaba a Juan Pablo II y «consagraba» preservativos. En el ámbito político, hubo un maquiavélico intento frustrado, por ridículo, impulsado por el Gobierno socialista de Castilla-La Mancha de sustituir el término «vacaciones de Semana Santa» por «Descanso entre segundo y tercer trimestre». El penúltimo insulto a los católicos podría llegar el próximo Jueves Santo, si se celebra en Madrid, y ésa es la intención de los convocantes, una procesión atea que no pretende otra cosa que provocar e insultar con pasos denominados de forma tan hiriente como la «hermandad de la santa pedofilia» o «la cofradía del papa del santo latrocinio». No conviene relativizar ni tachar estos actos contra la Iglesia como anecdóticos por cuanto, aun siendo España un Estado aconfesional, son claramente anticonstitucionales, ya que en el artículo 16.1 de nuestra Constitución se garantiza la libertad ideológica y religiosa y de culto de los ciudadanos y las comunidades. Los españoles, les guste o no a estos profesionales de la ofensa y el escarnio, son mayoritariamente católicos, como se demuestra cuando un 71% de los alumnos –más de tres millones– eligen voluntariamente cursar Religión católica. Parece que una parte de la izquierda sigue enquistada en una de las características más significativas de la II República que dice mucho de su déficit democrático: el hostigamiento y la persecución de la Iglesia y los católicos o, dicho de otra manera, el desalojo del cristianismo y sus instituciones de la sociedad. Evidentemente, no se está reproduciendo con la misma virulencia y trágicas consecuencias de hace 80 años. Sin embargo, el sarpullido anticlerical y antirreligioso existe. Prueba de ello son estas algaradas incívicas y pseudoartísticas que reciben el aplauso y la connivencia de algunos, incluso desde los ámbitos académicos, culturales y políticos, que jalean estas iniciativas amparándose en la libertad de expresión para justificar el insulto, puesto que entra en colisión con la libertad ideológica y religiosa de la inmensa mayoría. El poder político y la Justicia deben aplicar la Ley e impedir cualquier acto excluyente en el que se ridiculicen y ataquen las creencias de todos y cada uno de los españoles sin excepción.

La Razón - Editorial

Programa: ambigüedad

El Partido Popular elude pronunciarse sobre aspectos clave de la realidad española.

El Partido Popular parece no tener otro programa que el de la ambigüedad. Instalándose en ella con una determinación que roza el absurdo, como la huida física de su líder, Mariano Rajoy, ante las preguntas que le obligarían a definirse, cuenta con llegar hasta las elecciones generales empujado por los buenos resultados que le auguran las encuestas. A menos de mes y medio para las municipales y autonómicas, y de un año para las generales, los dirigentes populares han dejado claro que tienen ganas de gobernar, pero aún no han explicado para qué. Confían, además, en que el debate sucesorio abierto en el Partido Socialista se acabe resolviendo a su favor. No porque se imponga uno u otro candidato, sino porque en el camino sean los socialistas en su conjunto quienes aparezcan divididos.

Ambigüedad es lo que el Partido Popular viene ofreciendo en materia económica, después de que el Gobierno haya emprendido las reformas exigidas para afrontar los problemas de la deuda. La insistencia en el adelanto electoral no parece tomar en consideración ni los intereses del país ni tampoco la experiencia que vive Portugal. La Comisión Europea cuenta con interrogar a los principales candidatos sobre los planes económicos en el caso de que llegaran al Gobierno. Es una pregunta que Mariano Rajoy, o no podría responder, o tendría que hacerlo desvelando las intenciones que, hasta ahora, ha mantenido rigurosamente ocultas ante los ciudadanos españoles.


También en materia de terrorismo el PP no ofrece más que ambigüedad. El hecho de que Rajoy evite pronunciarse sobre la política adoptada por el Gobierno no significa que callen otros dirigentes populares; es más, hablan para que Rajoy pueda seguir callando sin que, por ello, se sientan defraudados los sectores más radicales de su partido y de sus votantes. La manifestación convocada ayer por asociaciones de víctimas del terrorismo es un perfecto ejemplo de cómo actúa el PP. Rajoy ni confirmó ni desmintió su presencia hasta el último momento, mientras la secretaria general, María Dolores de Cospedal, anunció desde el primer momento su participación en la marcha, con otros destacados dirigentes y cuadros orgánicos del partido.

La aprobación de las listas para las elecciones municipales y autonómicas de la Comunidad Valenciana fue ambigua hasta hace dos días; ahora ya está confirmado que el Partido Popular tenía intención de faltar al respeto institucional y de vulnerar su propagandístico código ético, al incluir hasta 11 candidatos implicados judicialmente en casos de corrupción. La manera de actuar en este terreno puede ser considerado un indicio de cómo piensa hacerlo en los otros donde está evitando numantinamente pronunciarse. Si la apuesta del PP consiste en evitar la movilización de los electores que desconfían de él por su radicalismo, esconder el radicalismo detrás de la ambigüedad es una burla.


El País - Editorial

ETA fuera de las elecciones

De lo que se trata ahora es de evitar que ETA pueda concurrir a las elecciones municipales y más cuando ninguno de sus representantes "institucionales" ha hecho el más mínimo alegato serio, sincero y decente en contra de la violencia.

Mientras miles de españoles clamaban en las calles de Madrid contra la negociación con ETA y su participación en las próximas elecciones municipales, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, declaraba en el País Vasco que "ETA no ha cerrado la puerta y nosotros tampoco". Y ahí dejó la frase, válida lo mismo para un roto que para un descosido. La ambigüedad es una de las señas de identidad del Gobierno que más veces se ha reunido con los terroristas, así como la evidencia de que frente al terrorismo el PSOE aplica unos cálculos políticos que eliminan todo rastro de credibilidad en un discurso cuyo efecto más inmediato es ofender a las víctimas al tiempo que se ponderan los planteamientos de quienes no tienen más retórica que la de las pistolas.

Si como dice el ministro del Interior estamos ante el principio del fin de ETA no será precisamente por el delirante proceso llevado a cabo por el Gobierno durante la pasada legislatura. Y no será tampoco por las facilidades que se dieron a los cabecillas del aparato de extorsión terrorista en lo que constituye el caso Faisán del chivatazo a ETA. Si la banda está en una fase terminal eso tiene que ver con el rigor de algunos jueces y, sobre todo, con que los terroristas y sus voceros hayan visto seriamente limitada su presencia en las instituciones.


De lo que se trata ahora es de evitar que ETA pueda concurrir a las elecciones municipales y más cuando ninguno de sus representantes "institucionales" ha hecho el más mínimo alegato serio, sincero y decente en contra de la violencia; cuando su teórica desvinculación de la banda es negada por la propia trayectoria de los impulsores de las nuevas siglas, sean Sortu, Bildu, o cuando lo que se pretende con escaso disimulo es forjar una coalición en la que EA encarnaría el papel de caballo de Troya de las amenazas y la extorsión.

En cuanto al apoyo del PP a esta convocatoria, la tercera en los últimos seis meses y la única "bendecida" por Rajoy, parece obvio que en el dirigente popular ha hecho mella la agresiva campaña de la izquierda que equipara cualquier oposición a los planes y planteamientos del Gobierno con los postulados de la extrema derecha. Tal vez es en esos complejos donde haya que buscar las causas de la ausencia de Rajoy en la manifestación de Madrid. Sin embargo, considerar que su presencia en un acto de estas características puede ser un paso en falso en su camino hacia la Moncloa es tanto como renunciar a algunos principios fundamentales de su partido y de un amplio sector de la sociedad que le sostiene con sus votos, tan válidos como los que dice perseguir Rajoy en el caladero socialista. Dar la espalda a las víctimas del terrorismo y largarse a recoger un premio a Ponferrada no encaja con la teoría del PP sobre la materia.


Libertad Digital - Editorial

No más engaños a las víctimas

Un clamor popular exigió ayer al Gobierno socialista que la derrota policial y judicial de ETA incluya la extinción política de la banda.

LA multitudinaria asistencia a la manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo demuestra que el sentimiento de inquietud y preocupación por la presencia de ETA en las instituciones es real. El Gobierno no debe hacer oídos sordos, otra vez, a las víctimas de ETA, porque no están dispuestas a ser engañadas como en la anterior legislatura. Las víctimas saben que hay un riesgo cierto de que la banda consiga permanecer en los ayuntamientos vascos a partir del 22 de mayo. Si esto sucede, se deberá a una conjunción de factores que son los que ayer denunciaron las víctimas con toda legitimidad y razón. Factores que incluyen las asombrosas declaraciones a favor de legalizar Sortu hechas, entre otros, por el lendakari López; lendakari gracias al PP y a unas elecciones en las que ETA no participó por la Ley de Partidos Políticos. Factores como la calculada ambigüedad del Gobierno, que en el Supremo pide ilegalizar Sortu y ante los micrófonos afirma con solemnidad que «Sortu no es ETA». Y factores como la doctrina judicial de los votos particulares emitidos en la Sala del 61 y el la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, que convergen en la legalización del proyecto político de ETA —así calificado por la mayoría de la Sala del 61— y, consecuentemente, de la negociación Estado-terroristas («caso Faisán»).

La detención continuada de «comandos» no es una estrategia original de este Gobierno y no sirve para despejar dudas. Sí fue novedoso y decisivo extender a partir de 2002 la persecución legal al frente político de ETA, de manera que sus testaferros —Herri Batasuna, Euskal Herritarrok, Batasuna, ASB, PCTV, ANV, Sortu y otros de similar pelaje— unieron su suerte a la de los pistoleros. Hubo que esperar a una mayoría absoluta del PP, con José María Aznar al frente. Con la ley de Partidos Políticos, que tantas críticas apocalípticas recibió, se rompió la estrategia de vasos comunicantes entre votos y pistolas que ETA impulsó desde la Mesa de Alsasua, auténtico plan de colonización de las instituciones para hacer más eficiente su terrorismo y sus campañas de intimidación social.

Por eso, las víctimas de ETA que ayer se concentraron masivamente en Madrid no piden más detenciones. Piden que la derrota policial y judicial de ETA incluya su extinción política, porque, si no es así, no será una verdadera derrota.


ABC - Editorial