martes, 4 de octubre de 2011

La leyenda del «Sarri». Por Iñaki Ezkerra

El Gobierno de Patxi López acaba de darle un premio de ensayo a una leyenda más que a un escritor. Se llama Joseba Sarrionaindia y lleva 26 años huido de la Justicia española, desde que en 1985 se fugó de la cárcel de Martutene metido en un altavoz del cantante Imanol. Sarrionaindia había sido condenado en 1980 a 27 años de cárcel por su pertenencia a ETA.

En el 82 habían ganado los socialistas y se había abierto un dilatadísimo período de reinserción al que se acogieron muchos en condiciones parecidas a la suya. Hubo hasta el caso de uno que pasó de ETA a jefe de prensa del PSOE. Sarrionaindia podía haber sido uno de esos reinsertados, pero se cruzó en su camino un concierto de Imanol con aquel bafle fatídico. Ahí nació el mito del «Sarri», pero ahí la cagó el hombre que quería ser escritor y se convirtió en personaje literario.

Los truculentos hermanos Muguruza (otros músicos de las tierras vascas) hicieron el resto. Agarraron por las solapas una canción del grupo jamaicano Toots and The Maytals y donde la letra decía Chatty-chatty pusieron «Sarri Sarri». El mal ya estaba hecho. La canción se propagó por todas las verbenas de Euskadi y recuerdo a más de un concejal socialista de la margen izquierda del Nervión meneando el culo con su parienta al son de ese estribillo en las fiestas de su pueblo.


Durante años Sarrionaindia o su fantasma ha ganado premios y ha enviado, a diferentes publicaciones vascas, unas regulares colaboraciones que llegaban siempre rodeadas de un secretismo pueril que añadía un interés morboso al literario y que trataban de alimentar esa leyenda suya, que inevitablemente ha ido decayendo hasta quedarse en un guiño para una minoría de arte y ensayo euskoparlante. En sus escritos, Sarrionaindia ni ha llamado a sus lectores a las armas ni se ha retractado de su militancia etarra.

Es curioso, que, siendo un escritor, no se sepa lo que piensa de ese asunto ni del presente político. Cultiva la extemporaneidad para seguir mimando su estatua de eterno Peter Pan con pistola. De Peter Pan o de patata caliente para el Gobierno de Patxi, que ahora dice que va a retenerle el dinero del premio. No es que vaya a retenerle el dinero. Es que no sabe dónde ingresárselo. Sería escandaloso que la Consejería vasca de Cultura tuviera los datos bancarios de un etarra en fuga y los usara para hacerle ingresitos jugosos.

Si el Gobierno de Patxi quiere ser realmente legal tiene otro camino. Para presentarse a un premio literario oficial se exigen siempre al aspirante unos datos básicos que el «Sarri» no ha podido cumplimentar lógicamente. Se exige el teléfono, el domicilio, el DNI con una foto actual y no la de adolescente que hoy conservan todos los periódicos españoles de él con un cariño de madre.


La Razón – Opinión

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