martes, 4 de octubre de 2011

Escandalosa inmoralidad. Por Luis del Val

Recuerdo, como si fuera ayer, la sensación de impotencia que sentí cuando en la caja de ahorros, un poco antes de firmar mi primer préstamo hipotecario, el empleado me sugirió que sería una buena idea que contratara un seguro con una compañía, y que ellos tenían una compañía de seguros de toda confianza. Y tenían toda la razón en lo de la confianza, porque la compañía que me sugirieron era propiedad de la misma caja. Pregunté qué sucedería si lo hacía con otra entidad, y con una voz meliflua, que no la hubiera superado un lugarteniente de Al Capone, me informaron que podría tener dificultades.

La coerción y el chantaje son armas tradicionales en el mundo del crimen, y los bancos las usan con total impunidad. La actual consiste en presionar al cliente que solicita una hipoteca para comprar una vivienda, sugiriéndole que, en lugar de comprar la que al cliente ya ha visto y ha elegido, adquiera una de las muchas que poseen el banco o la caja. Te puedes negar, claro, pero si te niegas, no hay préstamo.


No estamos hablando de Chicago, ni estamos en los años 20 del siglo pasado, sino en el segundo decenio del siglo XXI ,en una España miembro de la Unión Europea. Y este comportamiento indecente y carroñero, abusando de la necesidad del cliente, presionándole hasta la coacción de manera tan clara como grosera se lleva a cabo con total impunidad, porque nadie tiene el valor de denunciarlo.

El trabajo sucio lo llevan a cabo los bancarios, porque se lo exigen sus jefes, y porque a los jefes les demandan una buena cuenta de resultados los honorables señores que se sientan en el consejo de administración. Aunque si continúan permitiendo la coacción y amparando el comportamiento digno de un delincuente no son honorables: serán unos sinvergüenzas, instigadores de una escandalosa inmoralidad.


Periodista Digital – Opinión

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