viernes, 16 de septiembre de 2011

Patrimonio. Evitar el siniestro total. Por Cristina Losada

El “impuesto a los ricos”, que así y no por azar se presenta en sociedad, quiere instalar el discurso en los tópicos que gustan a la izquierda. Que le gustan aunque nada tengan que ver con la realidad ni con su realidad.

El candidato ha ganado, como no podía ser de otra manera, y el Gobierno se dispone a recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio en un intento a la desesperada. Y no por equilibrar las cuentas públicas, sino por restaurar una alianza fracturada. La alianza tácita que ha unido al PSOE y al conjunto de la izquierda en los pasados años. El logro del fenecido presidente, quizás el único, consistió en aglutinar en torno suyo a esa comunidad sentimental y concentrar su voto. Pero la izquierda es más amplia que sus partidos, no siempre acepta al PSOE como pastor del rebaño, y ahora se considera traicionada. El hechizo se ha roto. La economía, lo real, ha podido con la ficción tras larga y cruenta batalla. Pero los socialistas entienden que sólo lo ficticio les permitirá recuperar el favor de los desencantados.

El "impuesto a los ricos", que así y no por azar se presenta en sociedad, quiere instalar el discurso en los tópicos que gustan a la izquierda. Que le gustan aunque nada tengan que ver con la realidad ni con su realidad, es decir, con la izquierda tal como es realmente. Pero quienes ya no llevan un mapa del mundo en el bolsillo, cifran sus aspiraciones en el ámbito simbólico. Y, cuidado, que no es poco. La retórica importa. Así, resulta indiferente que el tributo vaya a recaudar poco y que las grandes fortunas continúen disponiendo de vías para pagar menos, alguna de ellas ingeniada en tiempos de González. Importa que se proclame que los ricos van a pagar más. Eso es todo. No cuenta la racionalidad económica de la medida, sino su capacidad para satisfacer sentimientos.

El efecto electoral de esta representación que ha dirigido el candidato, tras echar de un codazo a quien nominalmente aún conserva la batuta, parece incierto. Lo cierto es que Rubalcaba recurre a las mismas armas que Zapatero, pero sin ser él y una vez que la demagogia, ese rancho para un público infantilizado, se ha desgastado por exceso de uso. Agrupar otra vez a la izquierda no va ser cosa de un impuesto ni de dos. Incluso el sector propenso a salir a la calle contra el PP por una u otra causa, carece de fuelle y se desvanece esa traca final del infantilismo que fueron los indignantes. Sí, puede resucitar, pero será después. Entretanto, alguien tiene que pagar para que el Skoda del PSOE evite el siniestro total.


Libertad Digital – Opinión

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