viernes, 16 de septiembre de 2011

Demasiado tarde. Por Victoria Lafora

Cuando estamos al borde del precipicio, cuando la bolsa lleva semanas despeñándose, la prima de riesgo bordea los cuatrocientos puntos y la palabra intervención ha dejado de ser un susurro, el PP empieza a votar con el Gobierno.

En el fondo son temas que, tan seguros como están de ganar las elecciones de noviembre y por mayoría absoluta, les dejan la tarea hecha. Pero hace unos meses, y teniendo la misma urgencia, la respuesta fue "ni agua". Sólo hay un asunto en el que, por no asustar a los suyos, se hacen los remilgados y se oponen con grandes cabezazos: el impuesto sobre el patrimonio. Nadie cree que si el Gobierno Zapatero, en ese baile de adelante, atrás, adelante, tan característico de su legislatura, lo recupera, las comunidades autónomas del PP se van a hacer las exquisitas y no lo van a aplicar con las estrecheces que están pasando. Eso lo dicen ahora, para apoyar a Rajoy en su campaña hacia la Moncloa en la que no se puede cometer ni un error.


Sí han apoyado, por el contrario, una reforma que no gusta nada a los precarios. Es aquella que suspende por dos años el límite de encadenamiento de contratos temporales. Otra vez, la administración Zapatero contradiciéndose en sus decisiones porque fue una norma de 2006 la que obligaba a hacer fijos a los trabajadores después de cuatro contratos. En el PP deben pensar que ese no es su semillero de votos. Además, no es que hayan votado a favor, se han abstenido para que pudiera salir adelante.

Aún así, y para salvar la cara, su portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, explicó que les parecía un pésimo decreto que llevaba a una precarización en el empleo (no vaya a ser que algún votante del PP se vea en tan triste situación y les castigue en las urnas) pero nada dijo de mejorarlo cuando llegaran al poder. De lo que se deduce que seguirá en su actual redacción por mucho tiempo, tanto como dure la crisis, que va para largo.

Porque esto está muy mal y parece que Mariano Rajoy y los suyos están empezando a darse cuenta de que, por mucho empeño que le pongan, la crisis no se soluciona en tres meses como prometían. Mala cosa cuando ahora advierte que no es posible hacer milagros.

Y es que estos pactos, acuerdos, apoyos de última hora llegan demasiado tarde, cuando los ciudadanos, las empresas y el Estado han perdido el ahorro de muchos años porque los inversores no han tenido confianza en un país en el que su clase política andaba a la gresca permanente.


Periodista Digital – Opinión

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