martes, 26 de julio de 2011

Izquierda y derecha se tiran a la cara los muertos de Oslo. Por Federico Quevedo

Ha sido, sin lugar a dudas, una de las cosas que más me ha podido decepcionar como ciudadano y como persona de todo lo ocurrido este fin de semana en torno a la brutal masacre perpetrada en Oslo por un salvaje y frío asesino. Nunca creí, y lo digo con toda la sinceridad de la que soy capaz, que pudiéramos caer tan bajo en la utilización política de un hecho tan doloroso y tan profundamente inhumano y cargado de sinrazón. No hay razón política, ni moral, ni religiosa que justifique una barbarie como la llevada a cabo por este desecho humano llamado Anders Behring Breivik, pero todavía la hay menos para que ninguno de nosotros lo convierta en una causa de enfrentamiento partidario.

En el capítulo de las miserias humanas, las luchas políticas suelen llevarse el premio gordo, pero lo vivido este fin de semana es demasiado, es lo peor de ese lodazal en el que se convierte a veces la confrontación partidaria, y no precisamente entre los dirigentes de los partidos políticos sino entre los entornos mediáticos y sociales. No había más que darse una vuelta por las redes sociales, especialmente por Twitter para entender de lo que hablo, o leer las portadas de algunos periódicos. De verdad, ¿qué más dan las ideas que pudiera expresar semejante bestia? ¿Por qué damos pábulo a sus escritos y los utilizamos como arma arrojadiza?


¿Nadie entiende que es literalmente imposible ser al mismo tiempo ultra-cristiano y masón, y que eso es precisamente el fiel reflejo de la esquizofrenia de este loco que ha llevado a cabo una de las peores matanzas que hayamos vivido nunca en Europa? Nada de lo que diga o haya dicho o escrito este tipo debería provocarnos otros sentimiento que no sea el de la repugnancia, y sin embargo ahí estamos, esgrimiendo unos su supuesta militancia ultraderechista y ultra-cristiana unos, y su afiliación masónico y sus escritos contra Zapatero otros.
«Frente a un psicópata como Anders Behring Breivik solo cabe una reacción común y unívoca de absoluta condena, rechazo y repugnancia por su manera de ser, de pensar y de actuar. Unívoca, insisto.»
Y a nosotros, ¿qué coño nos importa donde milite, su discurso racista, su amenaza a nuestro país más allá de para buscar una explicación a las razones que hacen que de vez en cuando surjan estos elementos peligrosos en nuestra sociedad y, por supuesto, tomar las oportunas medidas de prevención por si hay algún otro loco que quiera seguir su ejemplo? Frente a un psicópata como Anders Behring Breivik solo cabe una reacción común y unívoca de absoluta condena, rechazo y repugnancia por su manera de ser, de pensar y de actuar. Unívoca, insisto. Todos con la misma firmeza y la misma convicción en que no hay ninguna idea, por poco o mucho que nos guste, que pueda defenderse hasta el límite del asesinato cruel, despiadado e indiscriminado.

Me da igual si Breivik tenía razones políticas para hacer lo que hizo, y me da igual cuáles eran esas razones… Como me dan igual las razones que han llevado al fundamentalismo islámico a atentar con la crueldad con que lo ha hecho en todo el mundo, o al independentismo vasco radical a matar sin piedad alguna… No hay diferencia entre Breivik y quienes asesinaron de un tiro en la nuca a Miguel Ángel Blanco o los que se suicidaron en los aviones que estrellaron contra las Torres Gemelas.

Nuestro rechazo al fundamentalismo, al integrismo violento debe ser firme y sin fisuras, y sin distinción en función de que el ismo sea de izquierdas o derechas… Ninguna ideología se puede defender por las armas y con violencia… Hace poco, en una tertulia, un compañero me ponía en la siguiente tesitura: “Si llega un momento en el que el País Vasco decidiera declararse independiente, ¿tú no defenderías la unidad de España aunque fuera con las armas?”. “No”, le respondí. No lo haría, porque no creo que ninguna idea deba defenderse derramando ni una sola gota de la sangre de otro ser humano. Si, ya se, me van a llamar buenista, zapaterista y todo lo demás, pero no creo que con odio, con rencor, con resentimiento se pueda construir jamás una sociedad libre y abierta, y por eso creo también que lo que hemos hecho manejando de un modo tan mísero al salvaje de Oslo no hace más que aflorar lo peor de nosotros mismos, comparándonos incluso al esquizofrénico y psicopático Breivik.


El Confidencial - Opinión

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