sábado, 23 de julio de 2011

Esa insoportable levedad de ser González Sinde. Por Federico Quevedo

En este país llamado España hemos tenido toda clase de ministros de Cultura, de izquierdas, de derechas, mejores unos, peores otros… Dentro de la mediocridad general de la que se han caracterizado los sucesivos Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, destacaba por su aportación intelectual César Antonio Molina. Por eso, y porque durante su breve mandato demostró que era posible conciliar el cargo con un comportamiento tolerante. Hubo incluso quien llegó a decir que podría haber sido ministro del PP… No sé si eso influyó en Zapatero a la hora de cambiarlo, pero desde luego, si fue así, lo que consiguió con el nombramiento de Ángeles González Sinde fue dejar el pabellón del Ministerio de Cultura a la altura del betún: nunca ha habido un ministro/a tan profundamente sectario, tan increíblemente inútil y tan espantosamente mediocre.

Sí, lo sé, es una pasada por mi parte, pero es lo que siento ante una ministra que de manera sistemática actúa bajo un prisma tan estrechamente cerrado y tan tozudamente partidista que le lleva a perder los papeles y a demostrar su incapacidad para ostentar el cargo allá donde va. La razón de este desahogo tiene que ver con lo ocurrido el jueves en el Museo del Prado, a saber, la pinacoteca española recibía proveniente del Vaticano la obra de Caravaggio El descendimiento, un gesto hacia Madrid por acoger este mes de agosto la Jornada Mundial de la Juventud y contar con la presencia de Benedicto XVI. La pintura de Caravaggio forma parte de una muestra específica que El Prado ha organizado coincidiendo con la JMJ, titulada La Palabra hecha imagen. Pinturas de Cristo en el Museo del Prado, una iniciativa sin duda muy interesante que va a permitir a los madrileños y turistas contemplar otras 13 pinturas más de contenido religioso.


No hay que olvidar que en todas las culturas la religión ha aportado un enorme patrimonio histórico-artístico, y el cristianismo lo ha hecho de manera singular allá donde está presente. Bien, nada de esto tendría mayor relevancia si no fuera porque, como siempre, en el acto de recibimiento de la pintura del maestro italiano, la ministra hizo lo que suele hacer: demostrar que nunca sabe estar y miccionar fuera del tiesto. Habló primero Rouco Varela en representación de la Iglesia que, en definitiva, es la que hace la cesión temporal de la pintura, y como cabe esperar de un prelado se refirió al sentido religioso tanto de la obra como del acontecimiento por el que nos visita durante dos meses. Y le tocó el turno a la ministra de Cultura. Lo lógico era esperar un discurso mínimamente respetuoso con quien acaba de tener un gesto hacia nuestro país cediendo una de las obras más importantes del arte religioso mundial, unas palabras de agradecimiento y, si no quería entrar a valorar el hecho que motiva esta cesión por su militancia laicista, un simple repaso a la importancia de la obra de Caravaggio y en general de la aportación a la cultura universal del arte sacro.
«Hace ya más de un año que Sinde debía haber dejado el Ministerio, desde que empezó su lucha sin cuartel contra la libertad en la Red.»
No necesitaba extenderse mucho más, ni hacer grandes aspavientos… Se trataba solo de recibir el cuadro. Pero, lejos de eso, la ministra optó por tocarle los bemoles al cardenal que estaba presente y, por extensión, a quienes habían cedido la obra para que se pudiera contemplar en Madrid, y se dedicó a hacer un panegírico de la condición homosexual de Caravaggio… Oiga, que yo no tengo nada contra el hecho de que Caravaggio fuera homosexual, entre otras cosas porque probablemente eso le dotaba de una sensibilidad especial que se traducía en la hermosura de su obra, y también es un hecho que siendo homosexual nos dejó un legado de arte sacro imposible de valorar… Pero no era el momento ni el lugar… No era esa la razón de que la obra visite estos días nuestro país... Se podría haber hecho una exposición centrada en la obra de artistas homosexuales y entonces las palabras de Sinde tendrían sentido, pero en aquel momento sobraban.

Miren, la cuestión es que esta mujer no tiene ni la altura intelectual ni la talla política que se requiere para un cargo de esas características… Hace ya más de un año que debía haber dejado el Ministerio, desde que empezó su lucha sin cuartel contra la libertad en la Red, siguiendo por su obsesión por declararnos a todos culpables de piratería, y concluyendo por su empatía con una organización que se ha demostrado fraudulenta y cuyos responsables acabarán sentados en el banquillo. También en eso hay una responsabilidad política, en la medida que o se ha sido complaciente con el delito, o se ha sido indolente en el deber de control de un organismo que gestionaba dinero público. Todo, absolutamente todo, le ha salido mal a la ministra Sinde, y ha dejado, como decía, el pabellón de ese Ministerio por los suelos… Dimita ya, señora Ministra, aunque a este Gobierno le quede poco, sería un gran gesto por la cultura y por la higiene de este país.


El Confidencial - Opinión

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