jueves, 16 de junio de 2011

El #15M y la sinrazón de la violencia. Por Federico Quevedo

Una de las grandes virtudes que, a mi entender, ha tenido el llamado Movimiento 15M, ha sido el de saber distanciarse ideológicamente de los modelos de confrontación ideológica izquierda-derecha con los que hasta ahora veníamos trabajando los analistas políticos. Es decir, se trataba -se trata porque creo que sigue vivo bajo esa premisa- de un movimiento transversal surgido de la necesidad que tienen los ciudadanos de volver a recuperar el protagonismo político que habían perdido a manos de las organizaciones partidarias. De alguna manera ese movimiento se situaba por encima del debate dogmático superando los viejos criterios de identificación de la izquierda y la derecha, y es que si algo nos ha enseñado esta crisis es que en el plano de los principios se ha visto superada esa división según la cual la izquierda representa el altruismo y la derecha el egoísmo porque, como explica Sartori “el egoísmo puede servir al interés colectivo y, al mismo tiempo, el altruismo puede provocar el daño generalizado”. Sin comentarios, porque basta remitirse a los hechos.

Durante un tiempo, una parte de la izquierda condujo su propia deriva producto de la caída del Muro hacia el activismo radical y el populismo, mientras la derecha se instalaba en la única verdad del mercado. Pero precisamente la virtud del Movimiento 15M se encontraba en el distanciamiento del modelo demagógico y efectista que se apoyaba sobre la promoción de eso que Sartori llama la “democracia de la protesta” y la minimización de la “democracia de la razón”, dándole la vuelta. ¿Por qué? Pues básicamente porque lo que nos ha enseñado el Movimiento 15M es que los seres humanos, las personas, los ciudadanos, pueden volver a pensar libremente en la medida que han superado el conflicto ideológico, y necesitamos pensar, pensar mucho para cambiar las cosas y aplicar políticas nuevas que sustituyan a las malas políticas que nos han conducido hasta donde estamos y que tienen que ver con la exaltación de esos dos modelos que he relatado unas líneas más arriba.


Pero si creíamos que era posible que el Movimiento 15M mantuviera inédita su virtud sin que nadie intentara manipularlo, estábamos equivocados. La izquierda más radical, y permítanme que la distancie de esa izquierda ilustrada, moderna y sensata que en su mayor parte se encontraba cómoda con el 15M, intentó, no sé si desde los primeros pero si desde los segundos compases de la movilización, hacerse con ella y lo ocurrido ayer en Barcelona pone de manifiesto que lo ha conseguido, o al menos ha conseguido secuestrar la parte de ese movimiento que se estaba visualizando en la calle y en las plazas. Ya desde hace varios días el paisaje de los acampados en las principales plazas de España, entre ellas la Puerta del Sol de Madrid, había cambiado radicalmente y poco o nada tenía que ver con lo que allí se había dado cita en un principio y que tanta ilusión había despertado en buena parte de la sociedad.
«La virtud del Movimiento 15M se encontraba en el distanciamiento del modelo demagógico y efectista que se apoyaba sobre la promoción de eso que Sartori llama la “democracia de la protesta” y la minimización de la “democracia de la razón”.»
Por eso ayer el Movimiento 15M, que ha vuelto a ocupar el espacio desde el que había iniciado la invasión de las calles, es decir, Internet, hizo lo imposible por distanciarse de lo ocurrido en la Ciudad Condal. Pero si el movimiento quiere seguir manteniendo la pureza ideológica de la que hizo gala en sus orígenes, no basta con el distanciamiento, sino que debe quedar rotunda y abiertamente clara su condena y rechazo hacia cualquier manifestación de violencia, por una parte, y hacia cualquier intento de transgresión de la ley y de vulneración de las reglas del juego democrático. Bastaba con darse una vuelta por las redes sociales para comprobar cómo los últimos actos de violencia han empezado a causar desánimo, cuando no rechazo, entre mucha de la gente que buenamente ha respaldado el Movimiento 15M y que sigue creyendo en la virtud de sus objetivos de cambio y regeneración de la vida pública.

Vuelvo a traer a Sartori: “Desde que tengo memoria, he vivido entre el pensamiento de izquierdas y el pensamiento de derechas. Desde que tengo memoria he visto al intelectual de éxito siempre situado en el punto justo del eje derecha-izquierda”. Esta ha sido la tónica durante décadas, pero por fin parece que podemos dar pasos para superar ese conflicto ideológico, si nos dejan aquellos incapaces de sobrevivir sin el permanente enfrentamiento y que son los mismos que cuestionan todo hasta el extremo de violentar los métodos de reivindicación porque, en el fondo, han perdido la razón y ya no son capaces de imponer la tiranía de la ideología sobre el pensamiento libre. Es verdad que hasta ahora nos seguía acompañando eso que hemos llamado verdad de derechas y verdad de izquierdas, y que aquellos que han querido expresar su rechazo a la imposición de uno u otro lado han visto cómo se les marginaba y se les castigaba con el silencio y el ostracismo, pero el Movimiento 15M es el triunfo del pensamiento libre, de la rebelión de las masas contra la corrección política, contra la verdad del relativismo, contra la imposición de las ideologías…

El Movimiento 15M es una expresión de libertad que, sin embargo, corre el riesgo de caer en manos de aquellos que solo entienden el mecanismo revolucionario de la violencia como fórmula, no para mejorar el sistema, sino para cambiarlo radicalmente e imponer un modelo más próximo al totalitarismo que a otra cosa. La violencia genera violencia, y la única consecuencia de esa espiral es la represión, como bien sabemos en este país en el que hemos vivido bajo la represión durante 40 años. Nuestro sistema político nos ha permitido superar esas fases intolerantes de nuestra historia, nos ha servido hasta el momento, pero ha empezado a quedarse obsoleto, a pecar de vicios que lo alejan del modelo de democracia de ciudadanos que fue su origen y necesita que lo repensemos. Hacerlo desde la violencia es un inmenso error porque conduce a la incomprensión y no se puede llenar el vacío ideológico que ha llevado a la fragilidad del sistema con actos violentos. No señor, somos seres inteligentes, capaces de pensar y de crear y, por lo tanto, de gestionar un sistema para mejorarlo y hacerlo bueno.

La democracia confía en nosotros, en nuestra capacidad de fortalecerla mediante las reformas necesarias para ello y si el Movimiento 15M quiere seguir siendo el despertador de esa conciencia colectiva, no tiene más que asumir ese reto y la responsabilidad que conlleva y que pasa por, como he dicho, la condena firme y contundente de todo acto de violencia y vulneración de la legalidad. Lo contrario, significará su desaparición y ahondará aún más en el desencanto colectivo.


El Confidencial - Opinión

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