martes, 12 de abril de 2011

Un paseo por el monte. Por Ignacio Camacho

CiU tiene responsabilidades institucionales poco compatibles con el respaldo de sus líderes a una mascarada.

FELIPE González solía decir que los partidarios de la autodeterminación perderían un referéndum en el País Vasco o en Cataluña… pero podrían ganarlo si la consulta se efectuase en el resto de España, por hartazgo de la milonga soberanista. Estos discursos conviene modularlos para no dar pie a visceralidades en un momento de eclosión antipolítica y fuerte crisis de representación, y los primeros obligados a dejar de jugar a aprendices de brujo son esos dirigentes autonómicos que están todo el rato afilando una navaja con la que pueden acabar cortándose las manos. Más o menos es lo que vienen haciendo Artur Mas, Pujol y otros gerifaltes del nacionalismo catalán, gente que pasa por seria y fiable —por lo general con motivo— pero que últimamente ha dado en desbarrar con el bucle melancólico de la independencia. Se trata de una estrategia peligrosa y llena de contradicciones cuyo control se les puede escapar a poco que midan mal el cálculo de sus ambigüedades.

Porque sucede que Convergencia es el partido de gobierno en Cataluña y tiene unas responsabilidades institucionales que no parecen compatibles con la participación de sus líderes en un referéndum de la señorita Pepis. No al menos sin parecer cómplices de una mascarada y sin perder la consideración de personas de confianza. El desdoblamiento de personalidad no suele funcionar bien en política, sobre todo a la hora de ganar estabilidad y respeto; es mal negocio ponerse la corbata de gobernante para lanzar emisiones de bonos en días laborables y quitársela los fines de semana para darse un paseíto por el monte del radicalismo. Y si se vota a favor de la independencia en las urnas de pega y en contra en las del Parlamento, la gente acaba por hacerse un lío. Las instituciones exigen una cierta coherencia incluso para mentalidades tan anfibológicas como la del nacionalismo.

El pospujolismo de Mas ha fijado su objetivo de legislatura en un pacto fiscal equivalente al concierto vasco. Lo va a obtener, con más o menos disimulo legal, salvo en la improbable hipótesis de que el PP obtenga mayoría absoluta en 2012; los nacionalistas tienen décadas de experiencia en el mercado negro de la política. Por eso carece de sentido que para calentar el ambiente coqueteen con la autodeterminación en esa eterna amenaza de echarse al monte, aunque luego sólo lo hagan los domingos y preferentemente para coger cebollinos. Cataluña es una sociedad muy seria para esta especie de soberanismo de calçota day parodias seudodemocráticas de centro cívico. Hasta ahora, el Gobierno de CiU ha mostrado una sensibilidad responsable que se corresponde mal con salidas victimistas de pata de banco. Los cortejos con la radicalidad siempre terminan de mala manera, y el monte propiamente dicho hace tiempo que la Generalitat lo tiene bajo su competencia de autogobierno.


ABC - Opinión

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