martes, 12 de abril de 2011

¿Todos contra Rajoy? Lo que le falta al líder del PP. Por Federico Quevedo

El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, será presidente del Gobierno salvo catástrofe imprevisible, y aun así. No me cabe la menor duda. Como no me cabe la menor duda de que será el presidente del Gobierno elegido por los ciudadanos que concite el menor entusiasmo de toda la democracia, pero que sin embargo cuando llegue al poder acabará consiguiendo la aprobación y el respaldo de los propios y de buena parte de los extraños. Tiene sentido que sea así.

En un momento de grave crisis económica, con un Gobierno que ha sentenciado al país a una situación agónica cuyo final se antoja demasiado lejos, con un nivel de crispación social y política muy elevado, con la sensibilidad de unos y de otros a flor de piel -no hay más que leer los comentarios en el foro-, lo que una parte importante del electorado, a un lado y al otro del arco parlamentario, esperaba del líder de la oposición era una cierta vehemencia en la defensa de sus ideas y en la crítica a los hechos y las palabras del contrario. Dicho de otro modo, que participara de lleno en la estrategia de la “tensión” que tanto le gusta a Rodríguez y que el PSOE ya ha puesto en marcha en sus mítines preelectorales. Lejos de eso, sin embargo, con lo que nos encontramos es con un Rajoy que busca sintonizar con el perfil de la mayoría social de este país, que no levanta la voz, que no entra al trapo de las provocaciones, que se aleja de todo aquello que pueda exasperar al contrario, reiterativo en sus mensajes y muy poco amigo de que le planteen problemas que le distraigan de su objetivo.


A la derecha no le gusta ese Rajoy porque lo considera cobarde y acomplejado. A la izquierda tampoco le gusta porque no da miedo y eso arruina su mensaje. ¿Está en el centro la virtud? Eso es lo que diría la tesis de Pedro Arriola, pero lo cierto es que el equilibrio es algo más inestable que todo eso porque el centro como tal es una suma de sensibilidades de distintas procedencias unidas por la equidistancia de los extremos. Pero el centro no significa falta de tensión, en absoluto. En el centro también hay sangre en las venas, solo que desde un profundo respeto por las reglas del juego del Estado de Derecho y la legalidad democrática.

Hasta hace bien poco, Mariano Rajoy manejaba con bastante habilidad ese equilibrio en el que convivían la moderación propia de quien siempre se mantiene dentro del máximo respeto a las reglas del juego, y la firmeza en la oposición crítica a un Gobierno que las incumplía de manera sistemática. Pero de un tiempo a esta parte da la sensación de que el líder del PP ha perdido algo de pulsión, de su propio entusiasmo, y es difícil que ese entusiasmo se traslade a la opinión pública si quien debe transmitirlo no lo siente. ¿Qué ha ocurrido? Probablemente una suma de factores, algunos de los cuales hacen muy difícil al PP mantener cierta coherencia en sus mensajes, como lo ocurrido en la lista de Valencia para las elecciones autonómicas.

Enorme malestar

Me consta que el asunto ha generado un enorme malestar en el seno del PP, y que muy pocos entienden por qué Rajoy ha permitido que eso pasara, pero lo cierto es que era difícil para el líder del PP, habiendo cedido la primera vez en la candidatura de Camps, no seguirlo haciendo cuando éste ha presentado su lista a los comicios de mayo. Y, según parece, eso le está pasando cierta factura a Mariano Rajoy, incluso en su estado de ánimo, consciente de que Camps se ha tomado el brazo cuando le han dado la mano, y de que eso ha generado una tensión sobrevenida en el seno del partido, sobre todo entre los barones regionales y quienes aspiran a alcanzar la victoria el 22 de mayo.
«De un tiempo a esta parte da la sensación de que el líder del PP ha perdido algo de pulsión, de su propio entusiasmo, y es difícil que ese entusiasmo se traslade a la opinión pública si quien debe transmitirlo no lo siente.»
¿Sirve esto de excusa? No, sin duda, porque en política hay que asumir la responsabilidad de las decisiones que cada uno toma, y el haber dado el pase a la lista de Valencia pone en entredicho todo el discurso del PP sobre la corrupción y la necesaria limpieza ética en la vida pública española, y por eso Rajoy se encuentra incómodo cada vez que se le pregunta sobre el asunto. Camps podía tener un pase, pero toda una lista llena de imputados es excesivo. Que a Rajoy el asunto no le ha gustado nada lo evidencia su respuesta cuando se le pregunta por Ricardo Costa: “¿Costa? ¿Quién es Costa?”. Lo sabe de sobra, porque es difícil que se olvide de ese apellido dado todo lo que conlleva de sustos y disgustos en su reciente vida política como líder del PP.

Fíjense, no deja de ser curioso que siendo el Partido Socialista el que lleva más imputados dentro de sus listas electorales, todo el foco de atención caiga sobre el PP por la lista de Valencia, pero eso dice mucho también de las consecuencias que tiene el ceder ciertos espacios para que los colonice tu adversario. El PP debería de haberse presentado en estas elecciones como el partido de la regeneración ética, y no puede hacerlo. Tampoco puede hacerlo el PSOE, pero eso no debe ser un consuelo para Génova 13, por más que le permita acudir a las urnas en igualdad de condiciones.

Hasta ahora el discurso del PP le situaba por encima de todo lo que estaba haciendo el Gobierno socialista de Rodríguez, le aportaba mucha más credibilidad porque aunque la propaganda oficial incidiera en la reiterada -y falsa- falta de apoyo del PP a las reformas, lo cierto es que lo que en definitiva traducían las encuestas es una confianza del ciudadano en que la alternancia política podría servir para cambiar el clima y llevar a cabo reformas que de verdad sirvieran para arreglar las cosas. Le faltaba al PP ser el partido que, además, abanderara la lucha por la regeneración ética de la vida pública, y ya no puede hacerlo.

La salida para Rajoy de este atolladero no es fácil, pero lo primero que debe hacer es volver a recuperar el tono, porque haciendo concesiones al adversario como ocurrió ayer en Berlín no es como mejor se consigue el entusiasmo del electorado. Y es necesario recordar que si el PP está hoy por delante en las encuestas es porque la mayoría de la gente siente un profundo rechazo hacia Rodríguez Zapatero.

¿Dónde está Rajoy?

Ese equilibrio era el que antes sabía manejar Rajoy, y el que anulaba con bastante eficacia las críticas de una y otra parte. La firmeza en la oposición a Rodríguez y a lo errático de sus políticas contrarrestaba el discurso del acomplejamiento proveniente de la derecha, pero al mismo tiempo ese escrupuloso respeto a las reglas del juego combinado con la responsabilidad en los momentos más difíciles -apoyo al FROB, la lucha contra ETA (a pesar de los pesares), la guerra de Libia, los ataques de los mercados, etcétera- hacía lo propio con el discurso izquierdista del miedo a la derecha y a sus políticas neoliberales. ¿Dónde está ese Rajoy? Eso es lo que se pregunta buena parte de la gente que está dispuesta a votarle en las próximas elecciones generales, gente que en muchos casos había votado al Partido Socialista en ocasiones anteriores y que había encontrado en el líder del PP a un hombre moderado, tranquilo, poco carismático pero que transmitía bastante confianza en que sabía lo que tenía que hacer, y eso era sin duda lo más importante.

Pero en los últimos días ese Rajoy parece haberse visto superado por los acontecimientos, y arrecian los ataques contra su persona de uno y otro lado, con razón o sin razón -yo creo que lo segundo-, pero lo cierto es que el líder del PP necesita más que nunca hacer un gesto de firmeza dentro de su partido, volver a transmitir la fiabilidad y la confianza que el electorado precisa para que el PP mantenga su ventaja y no se resienta de los movimientos tácticos de un socialismo en descomposición, pero todavía vivo.


El Confidencial - Opinión

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