jueves, 10 de marzo de 2011

Procesión sin santo. Por M. Martín Ferrand

Blanco ha tenido que desmontar la fiesta prevista para el 3 de abril en Vistalegre, en «los carabancheles».

A José Blanco (López) le beneficia el recuerdo vaporoso y castizo de su homónimo José Blanco (Ruiz). Al primero, el vicesecretario general del PSOE, no le gusta que le llamen Pepe y, menos aún, Pepiño que fue, en sus arranques, cuando cayó del caballo del PSP de Enrique Tierno Galván y se subió en el coche en el que ahora viaja de copiloto, nombre de guerra y combate. El segundo, natural de Logroño y símbolo del Madrid de los años del hambre, no quería ser José y como Pepe Blanco se presentaba en los teatros que le dieron fama con su Cocidito madrileñoy otras coplas emblemáticas de un tipismo que ya se desvanece. Blanco, el gallego, no tiene aún cincuenta años y del otro, del riojano, se cumplen en estos días los cien años de su nacimiento, que, dicho sea de paso y que, como Alberto Ruiz-Gallardón ha abjurado del madrileñismo, merece un homenaje en la Puerta del Sol que administra la felizmente repuesta Esperanza Aguirre.

El Blanco contemporáneo vive grandes tribulaciones. Unas, las de su cargo ministerial, le vuelven a enfrentar a los privilegiados empleados de AENA, el ente público adscrito a Fomento y poblado por raros especímenes laborales entre los que, según vamos viendo, los más normalitos son los controladores aéreos. Las restantes y mayoritarias congojas del personaje, las del dirigente socialista y baranda de la próxima campaña electoral, le confunden tanto como le espolean. Pretende ganar unas elecciones, municipales en toda España y autonómicas en buena parte de ella, al servicio del partido que lidera José Luis Rodríguez Zapatero; pero sin enseñarle en público, vergonzantemente, tratando de que la opinión pública no asocie la inconsistencia del todavía presidente del Gobierno con los deseos de un partido que, simultáneamente, trata de ocultar su sigla y su emblema.

Por el momento, Blanco (López) ha tenido que desmontar la fiesta prevista para el 3 de abril en Vistalegre, en «los carabancheles», que cantaba su homónimo. Quieren hacer la procesión sin lucir al santo, cosa difícil, y parece ser, además, que el santo ofrece resistencia a que le pongan la caperuza del despiste y el olvido. Esa será, al final, la tónica de la campaña desde los cuarteles socialistas y, pienso, para no perder la señal del alquiler de la plaza de Carabanchel y darle uso en la fecha prevista, podría organizarse un homenaje a Blanco (Ruiz) en su centenario y en evocación de sus canciones llenas de hambre y esperanza. Madrid, como cantaba el castizo, tiene seis letras y, creo recordar, la última «D» era en la copla la de la dignidad. Ustedes me entienden y, supongo, Blanco (López) también.


ABC - Opinión

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