domingo, 13 de marzo de 2011

Objetivo: borrar a Zapatero del mapa (electoral, se entiende). Por Federico Quevedo

Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y con el reproche que el jueves les hacía a los barones regionales y a los dirigentes de su partido que han apostado por apartarle de la campaña electoral. “A mí ya me han juzgado en otras ocasiones. Ahora, yo voy a tratar de que a los compañeros les vaya lo mejor posible, y les voy a dar todo mi apoyo” ha dicho Rodríguez, lo que traducido a un lenguaje que todos podamos entender, viene a querer decir algo así como: “No soy yo el que me presento, sino vosotros, y si perdéis, no seré yo el que pierda, sino vosotros, así que ateneos a las consecuencias porque ya estoy harto de que vayáis por ahí diciendo que vais a perder por mi culpa”. Y no le falta razón. En el fondo, Rodríguez se tiene que sentir herido por el desprecio continuo que de él hacen sus compañeros de partido. En su exagerada autoestima es más que probable que ni siquiera piense que él resta, sino que creerá que todavía sigue sumando, con lo cual debe de entender todavía menos el que los barones socialistas no quieran verle ni en pintura.

Y, ¿por qué digo que tiene razón? Pues verán, básicamente porque siendo cierto que si en las próximas elecciones de mayo se produce la debacle socialista que pronostican las encuestas -que ya veremos-, la política de Rodríguez y su empeño en conducirnos a la ruina tendrá mucho que ver, también lo es que los barones socialistas y los dirigentes del PSOE que ahora se distancian de él son tan responsables como él de esa política, por acción o por omisión, pero son igual de responsables, o de co-responsables. Y el 22 de mayo se les va a juzgar como tales. No es que los ciudadanos les vayan a castigar a ellos por lo que ha hecho o lo que ha dejado de hacer Rodríguez, sino que les van a castigar por haberle dejado, incluso por haber respaldado, una manera de hacer política que nos ha conducido a donde ahora estamos, es decir, al borde del abismo, sino en el propio abismo. ¿Cuántas veces le han dicho el señor Barreda, el señor Fernández Vara, el señor Griñán a Rodríguez que “por ahí no, por ese camino te equivocas, no cuentes con nosotros”? Ninguna, que yo sepa, y que sepamos todos. Es más, les hemos visto y oído respaldar públicamente todas y cada una de sus medidas, todas y cada una de sus palabras, todas y cada una de las veces que cogía la pala para cavar un poco más la fosa en la que el propio Rodríguez va a enterrar al PSOE.
«En el PP, es cierto, también hay mucho desconcierto porque no pueden creerse que las encuestas ofrezcan tanta ventaja y por eso Arriola se ha inventado un sondeo más ajustado que baja los humos de los populares y les vacuna contra el exceso de optimismo.»
Luego, ahora que no se quejen, que no intenten evitar la presencia de Rodríguez para huir del debate nacional y localizarlo, porque por mucho que se empeñen y por mucha estrategia de la que ahora presuma Pepiño Blanco, lo cierto es que la ciudadanía está que se muere de ganas de hacerle pagar al PSOE en las urnas sus errores, y lo va a hacer el 22 de mayo, les guste o no. Hace unas semanas les dije, en unas líneas como estas, que cada vez estaba más convencido de que Rodríguez sería de nuevo el candidato socialista en las elecciones generales y lo argumentaba en la confluencia de una serie de factores que todavía hoy siguen vigentes para sostener esa teoría: la desactivación de Rubalcaba al que Rodríguez ha utilizado como liebre para despistar; la desactivación de los sindicatos, incapaces de responder en la calle a los recortes sociales del Gobierno y a sus reformas; la desactivación de los barones y de la oposición interna en las elecciones del 22 de mayo, si se cumplen las previsiones, y la propia convicción de Rodríguez de que una vez cumplido el castigo de las urnas en las autonómicas y municipales podrá recuperar parte del terreno perdido gracias a una incipiente recuperación y al supuesto miedo que daría a una parte de su electorado la vuelta al poder de la derecha.

Me puedo equivocar, obviamente, y que resulte que después de las elecciones de mayo la debacle sea tal que obligue a Rodríguez a renunciar a sus propósitos e, incluso, a convocar elecciones en otoño, y al PSOE a afrontar un delicado proceso de primarias en el que seguramente participarían los dos únicos candidatos que hoy por hoy seducen a los socialistas: Rubalcaba y Chacón. Si eso es así, querrá decir que el desmoronamiento al que ha conducido Rodríguez a su propio partido es histórico. Son muchos los socialistas que creen que en mayo va a ocurrir lo mismo que ocurrió en las catalanas: que la realidad superó, incluso, lo que pronosticaban los sondeos. En el PP, es cierto, también hay mucho desconcierto porque no pueden creerse que las encuestas ofrezcan tanta ventaja y por eso Arriola se ha inventado un sondeo más ajustado que baja los humos de los populares y les vacuna contra el exceso de optimismo. La realidad, sin embargo, es que con Rodríguez o sin Rodríguez, el PSOE va a sufrir un severo castigo y es más que probable que algunos de sus actuales barones se queden sin su baronía, pero la culpa, siendo de Rodríguez, también será suya por haber aplaudido todos y cada uno de los pasos que el presidente ha dado para conducirnos a esta situación a los españoles, y a su propio partido. Ahora, que no se quejen.


El Confidencial - Opinión

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