domingo, 13 de marzo de 2011

Alemania fija el rumbo

La implantación de un vínculo entre salarios y productividad supone para Zapatero una nueva distorsión de su perfil de izquierdas.

LA reunión del Consejo Europeo se saldó el pasado viernes con un «pacto por el euro» en el que Alemania consiguió introducir buena parte de sus condiciones para apoyar la ampliación del fondo de rescate para países en riesgo. Es cierto que Angela Merkel iba a la reunión con un programa de máximos y que el consenso final ha obligado a todos a ceder, pero Europa parece tener claro que esta crisis impone un cambio de rumbo hacia economías más competitivas, mercados laborales más flexibles, fronteras más permeables para el comercio y los profesionales y sistemas de pensiones ajustados a la realidad demográfica. Más allá de si Merkel consigue imponer toda o parte de su agenda, es evidente que Alemania refuerza día a día su liderazgo económico, lo que explica que Rodríguez Zapatero haya tenido que aceptar —como era previsible desde que Merkel lo anunciara antes de su breve visita a Madrid— la relación entre salarios y productividad. La fórmula no es discutida en los países con su inflación controlada y una economía bien asentada en el I+D y la cualificación de profesionales y trabajadores. En España, esta medida ya fue rechazada por el ministro de Trabajo, nuevamente desautorizado por su presidente, y los sindicatos, principalmente porque aquí hay inflación y poca productividad. Por tanto, la vinculación de los salarios a un factor inexistente supondría la congelación salarial y la pérdida de poder adquisitivo.

Si el apoyo expresado por Zapatero a la tesis de Merkel es serio, el Gobierno socialista tiene que ponerse inmediatamente a dar forma a esta novedad del régimen de los salarios, porque la inflación es alta y el incremento de los impuestos y del precio del petróleo empeora las expectativas para la competitividad. La cruz de esta moneda es que la implantación de un vínculo entre salarios y productividad supone para Zapatero otra crisis de su discurso social, una nueva distorsión de su perfil de izquierdas, lo que tampoco ha podido ni sabido compensar con una evolución favorable de la economía. Son necesarias medidas nuevas y audaces ante una crisis mucho grave, profunda y duradera de lo que desearía la sociedad española. Es necesario avanzar hacia una economía productiva y competitiva, como exige Bruselas. El problema para España es no tener un Gobierno con fuerza política suficiente para asumir el reto.

ABC - Editorial

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