sábado, 5 de marzo de 2011

Apagón en el Gobierno

La crisis en cadena del mundo árabe descubre, nuevamente, la incapacidad del Gobierno para respuestas de alto nivel.

EL incremento del precio del petróleo ha provocado una reacción improvisada del Ejecutivo, que ayer tomó forma legal en varios reales decretos del Consejo de Ministros para el ahorro de energía. La reducción a 110 kilómetros por hora de la velocidad máxima en autovías y autopistas, junto con restricciones del alumbrado público, entre otras medidas, elude el problema de fondo, que no es otro que la ausencia de un modelo de política energética que reduzca la desproporcionada dependencia exterior de España. Si no hay crisis de abastecimiento, como dice el Gobierno, la decisión de gastar más o menos dinero en combustible corresponde a cada ciudadano en función de sus recursos; y si, como declaró Zapatero, la reducción de velocidad salva vidas y contamina menos, no se entiende por qué solo va a durar cuatros meses y no es definitiva. Estas contradicciones sobre las razones últimas de tales decisiones comparten la misma causa que tuvieron otras tantas cometidas por el presidente del Gobierno y sus ministros, esto es, el desplome político del Ejecutivo. Ante el evidente problema de España con su modelo energético, el Gobierno socialista ofrece un debate y unas propuestas de puro remiendo, confundiendo mensajes y equivocando diagnósticos, pasando de largo ante el hecho de que el precio del barril de petróleo, si sigue subiendo, atacará duramente la inflación, con un alza de precios que se suma al incremento del IVA vigente desde el año pasado. Parece que el frente de los precios es el que debería ocupar al Gobierno.

Nuevamente una situación sorpresiva, como la de la crisis en cadena del mundo árabe, descubre la incapacidad del Gobierno para respuestas de alto nivel, tanto en lo económico como en lo diplomático. Superado por las dimensiones de su fracaso, intenta escabullirse de los problemas creando otros nuevos. Y, sin duda, aquella remodelación que debía convertir al Gobierno, con el depósito de ideas agotando la reserva, en una fábrica de propaganda y comunicación imbatible se ha quedado reducida a un coro de solistas desafinados en el que cada uno tiene una opinión distinta sobre la última ocurrencia. El único valor político que conserva el Gobierno es la potestad de su presidente para disolver anticipadamente las Cámaras y convocar elecciones generales, expectativa que genera una coalición de intereses oportunistas con los nacionalismos vasco y catalán, pero que aboca a España a la perpetuación de su crisis, cada día más estructural, cuando las principales economías europeas consolidan su recuperación y agrandan la brecha con nuestro país.


ABC - Editorial

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