martes, 11 de enero de 2011

Se busca cuidadora. Por Alfonso Ussía

La familia Usabiaga busca cuidadora para la madre. El niño, que abandonó la cárcel empujado por el todavía juez Baltasar Garzón, lleva siete meses en la calle y no atiende a mamá como es debido, preceptivo y obligatorio. Usabiaga está en otras cosas. En las que siempre ha estado y estará. Su madre le importa un comino. Eso lo sabíamos todos. Pero Garzón hacía esas cosas tan raras. Muchos vecinos de la mamá de Usabiaga aseguran que no han visto al beneficiado por Garzón ni en pintura. Y el informe de dependencia de la madre se retrasa. Algunos piensan que no existe. Les da pereza redactarlo. Y es lógico, porque redactar un informe de ésos tiene que ser aburridísimo.

Pero se busca cuidador o cuidadora, porque a la madre de Usabiaga no se le puede dejar sola. Necesita compañía durante sus paseos cotidianos, el matutino y el vespertino, y como Usabiaga no va a Lasarte ni por equivocación, algo habrá que hacer. Para mí, que lo justo sería que fuera Garzón el cuidador de la mamá de Usabiaga, por ser el principal protagonista del desbarajuste.


De esta forma, todo quedaría arreglado. Usabiaga reunido con Batasuna y la ETA, y su madre encomendada a los cuidados de Garzón, en régimen interno o externo, que también don Baltasar tiene derecho a unas horas de libertad para ir al cine o al frontón. Por encantadora que sea la madre de Usabiaga, el cuidado de una mujer de avanzada edad abandonada por su hijo es trabajoso y agotador. Que si las medicinas, que si bañarla, que si vestirla, que si encenderle el televisor, que si buscar entre los muchos canales disponibles su programa favorito, que si bajar a la calle, que si preparar su comida sin sal, que si la siesta… Un tostón. Y más aún cuando se trata de la madre de otro, porque de ser la propia, madre no hay más que una y todo se supera por el cariño. Haría bien Garzón en regalarle a Usabiaga la versión de «La Llorona» de Joan Báez, cuando canta la estrofa de los besos: «Dos besos llevo en el alma/ que no se apartan de mí./ El último de mi madre/ y el primero que te di». Porque metiéndome en los cálculos y las posibilidades de acuerdo con las informaciones acumuladas, Usabiaga lleva siete meses sin posar sus labios sobre la frente o los mofletes de su madre, y no hay derecho a ello, porque Garzón lo sacó de la cárcel para que procediera al acurruque materno, no para que se pasara todo el día tomando vinos con los etarras y los batasunos. En otros tiempos, un Garzón cansado de cuidar a la madre de Usabiaga podía dar un portazo, volver a la Audiencia Nacional y revocar su decisión. Pero hoy en día, Garzón tiene menos influencia en la Audiencia Nacional que este servidor de ustedes en el Ministerio de Sanidad y en el municipio de Benidorm, que son la misma cosa. Y Usabiaga se está aprovechando de la confusión imperante, incumpliendo sus obligaciones mientras negocia con sus amigos de la ETA y sin hacerle caso a su madre, que tanto lo necesita y añora.

Ignoro en qué anda actualmente Garzón y por dónde lo hace. Pero no puede desentenderse del lío que ha montado y de la soledad de una madre en Lasarte, que es una soledad multiplicada por dos. Si esa buena mujer tiene que estar cuidada por su situación de dependencia, alguien tendrá que hacerlo. Usabiaga no está por la labor, y en ese caso, y siento una barbaridad tener que recordárselo, es Baltasar Garzón el obligado a acudir en su ayuda. Pero ya.


La Razón - Opinión

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