miércoles, 12 de enero de 2011

Ha vuelto a suceder. Por Gabriel Albiac

ETA persevera en su identidad de siempre. Zapatero persevera en su infantil grandilocuencia. Todo vuelve.

EL 24 de junio de 2007, Gara publica el relato oficioso de ETA acerca del fracaso de la negociación con Zapatero. El desenlace se habría producido en la sesión del 21 de mayo y en presencia de «cualificados políticos internacionales en calidad de observadores», ante los cuales «la organización armada vasca se despidió con el mensaje de que la solución al conflicto vendrá del acuerdo político que no fue posible cerrar» ese día. «Consta que ETA les agradeció el interés mostrado y que lamentó que no hubiera servido su ayuda. Los observadores, en cualquier caso, regresaban a casa con un muy detallado conocimiento de la posición de las dos partes en la mesa de negociación y también sus intenciones futuras». El futuro es ahora.

ETA no juega nunca sin medir los tiempos. El envite había sido hecho al gobierno socialista con la cronología adecuada para que su culminación se ajustara a la siguiente convocatoria electoral. Una mezcla de vanidad y oportunismo se conjugaba para hacerlo atractivo al presidente. Vanidad que corría, sin atisbo de rubor, sobre los méritos que eso acarrearía para la consecución del Nobel de la paz. Oportunismo de quienes contabilizaban el hipotético acuerdo como una baza electoral definitiva. Tan seguro de estar llamando a las puertas del paraíso se hallaba el jefe del ejecutivo como para hacer votar al Parlamento la entusiasta resolución de la primavera de 2005: «convencidos como estamos de que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, reafirmamos que, si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia». No habiendo sido revocada en ningún momento, esa resolución sigue hoy en vigor.

Con tiempos casi calcados, a un año y medio de unas elecciones generales que se anuncian catastróficas para el PSOE de Zapatero, ETA vuelve hoy a jugar sus bazas. Que son idénticas a las de entonces. «Alto el fuego permanente» pero no definitivo, condicionado en su continuidad a la resolución de «las claves de la territorialidad y el derecho de autodeterminación, que son el núcleo del conflicto político». En términos casi idénticos a los de entonces, el gobierno responde con la retórica dual del «no es óptimo, pero sí bueno». Que formuló antaño Zapatero al contraponer los benévolos tiempos sin atentados a los años más duros; que, con más cautela, ha formulado esta vez Rubalcaba en su autoentrevista: «Si me preguntan ustedes ¿está usted más tranquilo hoy que ayer?, honestamente les diría que sí». El señor Rubalcaba y su «honestidad» sabrán por qué. Como el señor Zapatero y su sonrisa debían saber el porqué de su optimismo tan sólo unos días antes del atentado de la T4 en Barajas.

Ha sucedido de nuevo. Todo se repite ahora como un calco. Y es en esa repetición donde uno cree percibir el tintineante desasosiego de lo siniestro. ETA persevera en su identidad de siempre. Zapatero persevera en su infantil grandilocuencia. El ciudadano asiste a la farsa repetida. Y todo vuelve.


ABC - Opinión

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