viernes, 12 de noviembre de 2010

PSOE. La hora de las facas. Por Emilio Campmany

Que Rubalcaba sea parte del felipismo no significa que goce de su protección. La vieja guardia debe de tener su propio candidato. Así que muy bien podría haber decidido el ministro del Interior actuar por su cuenta con la ayuda de Jáuregui y Blanco.

Es impresionante la cola que ha traído la entrevista a Felipe González que el domingo pasado publicó El País. Los hay que tienen desde entonces al ex presidente por confeso y quieren verlo también convicto. Otros, como Rafael Vera, ven en él la altruista intención de atraer las balas sobre sí mismo para sacar de la línea de tiro a Rubalcaba. Y algunos, como los barones socialistas, no ven en ello más que un error.

Lo que no cabe dudar es que reconocer que el gatazo no tenía límites morales a la hora de cazar ratones y que sólo se imponía consideraciones estratégicas con total desprecio a las leyes es algo que perjudica gravemente al PSOE, al de aquellos años y al actual. ¿A qué entonces volver a sacar ahora el tema del GAL, que es, entre los recientes, el muerto más pestilente de los muchos que abarrotan el armario de los socialistas? La aparente metedura de pata ha obligado a Juan Luis Cebrián a sacar, a toro bien pasado, un editorial defendiendo a su amigo (y de paso a Rubalcaba) con la vieja tesis de que lo del GAL fue algo que González se encontró ya en marcha, con otro nombre, al llegar a La Moncloa y que el estadista se limitó a liquidarlo tan pronto como pudo. Olvidan en la calle Miguel Yuste que quienes acabaron con el GAL fueron algunos jueces y periodistas y nadie sabe qué hubiera ocurrido sin sus investigaciones.


Pero interesa plantearse si Rafael Vera tiene razón y si será verdad que Felipe González está haciendo todo esto para proteger a Rubalcaba. Casimiro García Abadillo, el martes pasado, decía lo mismo: "La intención de González es rehabilitar a una generación marcada por aquellos años de oprobio. Preparar el terreno para uno de los suyos (Rubalcaba), en la convicción de que Zapatero no llegará a 2012".

No me lo creo. Es posible que al sevillano le importe una higa Zapatero, Rubalcaba y el futuro de España y lo único que quiera es dejar bien claro que sí, que fue él quien dirigió el GAL, prefiriendo a estas alturas pasar por inmoral que por incompetente (aunque cuando había posibilidad de que tuviera que responder penalmente eligió lo contrario). El caso es, me parece a mí, que llevar ahora a la primera página de los periódicos los asesinatos del GAL no es el mejor modo de proteger a Rubalcaba, pues es el único socialista con alguna responsabilidad en todo ello que sigue en activo.

Yo creo que, Rubalcaba, una vez firmada una alianza con José Blanco, amortajado Bono en sus áticos, amenazada Chacón con el chalé en el Caribe y ninguneado Zapatero, sólo tiene enfrente al viejo felipismo. Que él sea parte de él no significa que goce de su protección. La vieja guardia debe de tener su propio candidato. Así que muy bien podría haber decidido el ministro del Interior actuar por su cuenta con la ayuda de Jáuregui y Blanco. Perdió la batalla de Madrid, que los felipistas vencieron apoyando a Tomás Gómez. Pero el astuto cántabro les ha devuelto la jugada convenciendo a Zapatero de que se aparte y le entregue todo el poder. Los felipistas contraatacan sacando a relucir el GAL, que es lo peor que podía ocurrirle al todopoderoso vicepresidente. Veremos con qué maniobra responde éste. Como decía ese viejo comentarista de Fórmula 1, si pestañean, se lo van a perder.


Libertad Digital - Opinión

De Bruselas a Seúl. Por José María Carrascal

«Zapatero vuelve a enarbolar la bandera de las energías limpias cuando acaba de comprometerse con el carbón».

TAMBIÉN es mala suerte. Ahora que nos aceptan, como invitados, en el G-20, el foro de las economías emergentes se convierte en campo de Agramante, con Estados Unidos contra China, Europa contra Estados Unidos, Alemania contra el resto de los europeos y China contra todos, que puede convertirse en guerra comercial a escala planetaria. Lo que nos faltaba. Pero China está inundando los mercados con productos baratísimos y Alemania mantiene los suyos gracias al severo ajuste que ha hecho, mientras el resto sufren déficit intolerables. Ante lo que Washington ha echado mano del más viejo de los remedios: inyectar dinero público a su economía, devaluando de hecho el dólar, para abaratar sus productos. El resto ha puesto el grito en el cielo. Así llegamos a Seúl, no para regular los mercados financieros ni para poner sobre nuevas bases la economía mundial, ni para atacar el paro, sino para evitar una guerra de divisas. En vez de avanzar, parece que retrocedemos. Lo que priva hoy en el mundo no es la globalización, sino el «¡Sálvese quien pueda!». Y como no parece haber salvación conjunta, lo que se impone es el salvarse cada cual como mejor pueda. Todo un campo admirable para los especuladores.

¿Cuáles son las propuestas que nuestro presidente ante esta grave situación? Pues como no podía desilusionarnos, Zapatero se presenta con un remedio milagroso, con una fórmula mágica, con el bálsamo de Fierabrás contra el paro: las energías renovables, que crearán, dice, un millón de puestos de trabajo en España y, se supone, millones, mundo adelante.

Parece un chiste. Presentar las energías renovables como remedio de la crisis es como recetar aspirinas contra el cáncer. De entrada, no se trata de algo nuevo. Escribí mi primer artículo sobre la energía solar hace cuarenta años, y sobre la eólica, hace treinta. Y todavía siguen siendo un complemente de las energías tradicionales -el petróleo, el gas, el carbón, la nuclear-, para cubrir las necesidades energéticas del mundo desarrollado. Aparte de resultar muchísimo más caras, por lo que hay que subvencionarlas para hacerlas competitivas y ¿de dónde va a salir el dinero para ello, si no lo hay? Pero es que, además, Zapatero ha vuelto a caer en otra de sus famosas contradicciones: vuelve a enarbolar la bandera de las energías «limpias» justo cuando acaba de comprometerse con el carbón nacional, que contamina más que ningún otro producto, lo que ha llevado a la CE a prohibir las subvenciones al mismo. Contaminador en Bruselas y ecologista en Seúl. ¡Viva la contradicción y muera la realidad! Ese es nuestro hombre.

Imagino la cara de nuestros socios europeos al oírle, si es que se tomaron la molestia de escucharle. Y nos reíamos del bigote de Aznar.


ABC - Opinión

Otegi centra y el PP remata en la portería de Zapatero. Por Antonio Casado

Don Fernando Díaz Nicolás, el presidente del tribunal que desde ayer juzga en una Audiencia Nacional llena hasta la bandera a tres acreditados amigos de ETA, lo tiene muy claro. En el territorio de la Justicia rige el principio de legalidad. Ahí no hay sitio para el ejercicio de la política, que se rige por el principio de oportunidad y casa bien con la soflama.

Ayer, este magistrado, discreto, introvertido, experimentado (16 años en la AN), silencioso, sereno, poco amigo de periodistas, de salud quebradiza y al borde de la jubilación, le paró los pies a Arnaldo Otegi, el preso “político” número 303 en las listas de ETA, cuando el ex líder de Batasuna quiso hacer en la sala del juicio una segunda entrega de la agenda de Anoeta, en la que la llamada izquierda abertzale propuso por enésima vez su particular receta para la resolución del “conflicto”.

Pero a Otegi y compañía (Permach y Álvarez, también viejos conocidos en esta confusa historia de política y tiros en la nuca) nadie le juzga por sus recetas para resolver tal o cual conflicto. No es conducta tipificada en el Código Penal. Sí lo es la que se practicó en el cacareado mitin de Anoeta el 14 de noviembre de 2004. Así la describe el artículo 578: “El enaltecimiento o la justificación por cualquier medio de expresión pública o difusión de los delitos (de terrorismo) o de quienes hayan participado en su ejecución, o la realización de actos que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares”.

«El ex portavoz de Batasuna ha logrado colocar en el circuito mediático el mensaje tóxico de que el Gobierno y el PSOE apadrinaban el acto de Anoeta.»
De eso se trata en la vista pública que ayer comenzó con nutrida asistencia de independentistas vascos, por un lado, y familiares de víctimas del terrorismo por otro (también víctimas del terrorismo que, afortunadamente, aún lo pueden contar). En el mentado mitin de Anoeta, Otegi expuso su particular doctrina “ikea” (recuerden las dos mesas), mientras sus seguidores vitoreaban a ETA, unos encapuchados repartían el Zutabe (la hoja parroquial de la banda) y se exhibían fotos de conocidos etarras. Sólo por eso, no por sus recetas independentistas, Otegi puede cumplir hasta año y medio de cárcel como pide el fiscal.

A pesar de todo, el ex portavoz de Batasuna ha logrado colocar en el circuito mediático el mensaje tóxico de que el Gobierno y el PSOE apadrinaban el acto de Anoeta por si aquello podía ser el principio de una gran amistad encaminada a terminar con el cáncer de la violencia en el País Vasco. Siempre hay gente dispuesta a tomar la palabra de su peor enemigo como argumento de autoridad o fuente segura de la verdad. Si sirve para apedrear al adversario político, bienvenido sea el mensaje de alguien tan poco recomendable como Arnaldo Otegi, aunque en el viaje se alimente la estrategia de ETA y sus amigos al poner en riesgo la sintonía antiterrorista de las dos fuerzas centrales del aparato político del Estado.

Al PP le ha faltado tiempo para rematar el balón centrado desde la extrema izquierda del nacionalismo vasco. El portavoz, González Pons, pide al Gobierno que confirme o desmienta a Otegi cuando éste afirma que Rodríguez Zapatero estaba pendiente del referido mitin de Anoeta. Y si lo hubiera estado, ¿qué? Nada tendría de particular. Dicho sea desde el punto de vista político, en cuyo ámbito tienen derecho a moverse legalmente tanto Zapatero como Otegi.

No es ningún delito estar pendiente de un acto político que se anuncia hasta en los medios de comunicación. Lo que es delito es hacer cama redonda con los terroristas o jalearles públicamente. De eso se juzga a Otegi. Pero eso, al parecer, ha pasado a un segundo plano en la preocupación del PP. Por no desaprovechar la ocasión de seguir inoculando en la opinión pública la sospecha de que Zapatero se sigue entendiendo por debajo de la mesa con ETA y sus amigos. Qué disparate.


El Confidencial - Opinión

La ministraza. Por Alfonso Ussía

Con la excepción de los pantalones que se pone habitualmente, a la ministra de Asuntos Exteriores todo le viene grande. Espero no ser ajusticiado por machista, porque en mi preámbulo no hay opinión, sino evidencia. A la ministra le vienen grandes los cargos, las responsabilidades y las elecciones. No ha ganado ninguna, y gracias a ello ocupa en la actualidad una cartera ministerial fundamental. Es simpática, no lo pongo en duda. Y amiga de Rubalcaba. Y de Zapatero. Méritos culminantes.

La señora ministra doña Trinidad Jiménez, no se ha enterado de lo que ha pasado en el viejo Sahara Español. Resulta curiosa la facilidad de nuestra izquierda para columpiarse en la ética y la estética. Quedó muda cuando su colega marroquí pisoteó la libertad de expresión de la prensa española. Eso lo soporta una tontaina, pero no la ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno democrático de un Estado de Derecho. Y ahora, con muertos marroquíes y saharauis durante la revuelta de El Aaiún, solicita prudencia. La señora ministra era muy amiga del Frente Polisario en su reciente juventud. La señora ministra ha defendido siempre la facultad del pueblo saharaui para alcanzar su independencia y su libertad. La señora ministra, al fin, se ha apercibido de que los eslóganes y los lugares comunes de la retroprogresía, chocan frontalmente con los intereses internacionales de España. No somos nadie. Y lo que es peor. No somos nada. Desde el año 2004, España es un cero a la izquierda en la política internacional. Los Castro, Chávez, los palestinos y Marruecos. La ministra está en Bolivia.

La señora ministra, que mantiene en los pasillos de su ministerio a ilustres y competentes diplomáticos por el solo hecho de no ser socialistas –los diplomáticos, como los militares, son ante todo españoles y leales al Gobierno de España–, se ha largado a Bolivia mientras el Sahara estallaba de cólera. Y en Bolivia, encantadora, ha visitado a Evo Morales y le ha regalado un jamón. Allí, a cuatro mil metros de altura, ha inaugurado un complejo de ingeniería en el que nada ha colaborado para abastecer de agua a los aymaras. Es de esperar que con anterioridad a su ascenso a tan considerable altura, se haya desprendido del jamón. Un jamón de Jabugo, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, pesa más que la melancolía de Manuel Chaves. Ha sido nombrada «Princesa de los aymaras», mientras los marroquíes y saharauis estaban liados a tiros. Por respeto a sus ideas pasadas, podría haber estado algo más pendiente de la situación. Aunque quizá, lo mejor para España, para Marruecos y para los saharauis, sea que reparta jamones por el altiplano de Bolivia. Porque España, por culpa de la desastrosa política internacional llevada a cabo por Moratinos y Zapatero, es un cero a la izquierda en el sentido más traducible. Cero y a la izquierda. Pero una ministra no huye. El Sahara fue nuestro, y los saharauis, aunque no lo merezca el Frente Polisario del último tramo colonial, son los nuestros. Los nuestros de antes. Los de la señora ministra que ha inaugurado su enchufe con jamones en Bolivia. Todo le viene grande.

Su sonrisa, su olvido, su ruina en el criterio, su bancarrota «progre», sus derrotas en las urnas y su regalo ministerial. Más que ministra de Asuntos Exteriores, es la cautiva del cacique, o del sultán almoreví que cantó Jorge Cafrune, allá en Jujuy, mirando a Bolivia, inspirado en un viejo romance español del siglo XVII. Hasta las huidas le vienen grandes. ¡Ministraza!


La Razón - Opinión

Inmigración. Un gran tabú y un mal contrato. Por Cristina Losada

Resulta que en España, como en el resto de Europa, el propósito de poner coto a la inmigración y seleccionarla no se puede formular abiertamente. Es tabú, ¡xenofobia!

En la escena política española, la problemática de la inmigración no es abordada: es abordaje. Cualquier propuesta restrictiva se recibe con una salva de acusaciones de racismo. Y el doble rasero da gusto. Aunque la izquierda, desde luego, evita mojarse. Prefiere mandar a su adversario, envuelto en llamas, al infierno fascistoide. La inmigración sólo sirve de pretexto para la agitación. En Cataluña es materia candente de campaña, pero en lugar de argumentos, disparan anatemas. El ex presidente González arengaba días atrás a las bases del PSC en Badalona contra los "demagogos xenófobos" y de "extrema derecha" del PP. Qué previsible, qué triste.

Lejos de la gresca y el alboroto espera la discusión necesaria. Las dificultades prácticas no se resolverán al grito de ¡racistas! El PP viene proponiendo un "contrato de integración" que merece un examen. Sánchez Camacho acaba de presentar un proyecto, idéntico al que llevó Rajoy a las elecciones del 2008, con una adaptación a su geografía política: el inmigrante ha de aprender el español y el catalán. Así, el PP introduce de rondón para los extranjeros el deber de conocer el catalán que rechaza, por inconstitucional, para los españoles. Mas, ¿por qué se ha de obligar a los inmigrantes al aprendizaje de una o dos lenguas? Los hay que ya lo hacen por su cuenta, pero si no fuera así, ¿por qué forzarles? Entonces aparece la palabrita mágica: "integración". Se pretende que el idioma cumpla una función integradora –¿cultural?– cuando el idioma es nada menos, pero nada más que un instrumento de comunicación.

Otros deberes que el contrato del PP impondría el inmigrante resultan menos discutibles, pero superfluos. Cumplir las leyes y pagar impuestos, va de suyo. Nadie se escapa o nadie debería. Y "trabajar activamente por integrarse", vaya usted a saber qué significa. ¿Quién y cómo evaluará el grado de integración? ¿Habrá certificados de "buena integración"? Dejémonos de subterfugios. Todo eso es puro bullshit. Resulta que en España, como en el resto de Europa, el propósito de poner coto a la inmigración y seleccionarla no se puede formular abiertamente. Es tabú, ¡xenofobia! De modo que, a fin de sortear la tácita prohibición, se erige un muro disuasorio de trabas burocráticas que se legitima con la resbaladiza idea de la "integración". Así, por huir de la incorrección política, se cae en la ciénaga identitaria. Peor el remedio.


Libertad Digital - Opinión

Txusito. Por Ignacio Camacho

Eguiguren se ha autoinculpado al admitir sus idas y venidas con Josu Ternera, ese mocetón tan simpático y jatorra.

ALEGRE, espontáneo y dicharachero, Jesús Eguiguren se ha autoinculpado de al menos dos delitos al admitir sus idas y venidas con Josu Ternera, ese mocetón tan simpático y jatorra que tiene el defectillo —«nadie es perfecto», decía Joe E.Brown en «Con faldas y a lo loco»— de ser o haber sido uno de los jefes de la ETA. Uno de lo delitos es el muy obvio de reunirse con terroristas y el otro podría ser, dada la condición de prófugo de Ternera, el de denegación de auxilio a la justicia. Por ello, en puridad jurídica, cuando Eguiguren comparezca hoy como testigo de la defensa en el juicio contra Arnaldo Otegi —otro chico estupendo algo descaminado—, el fiscal o el juez deberían pedir que se le dedujera aparte testimonio de sus confesas andanzas, con advertencia expresa de la posibilidad de resultar imputado. Por tomarse un café con el citado Otegi acabaron empapelados el actual lendakari Patxi López y su antecesor Ibarretxe, ahora memorialista de su propio delirio. Ninguno de los dos llegó a proclamar su «afecto» por el procesado, un etarra en comisión de servicio como presunto activista político.

Aunque sus compañeros socialistas lo desautorizan con la boca chica y lo consideran un verso suelto imposible de rimar con la estrategia del partido, Eguiguren hace tiempo que va y viene cruzando, como Cyrano de Bergerac, las líneas del enemigo para llevar mensajes de no se sabe quién a no se sabe dónde. También cruza a menudo, cargado de buena intención según quienes le conocen, las líneas rojas que la dignidad y el sentido común han impuesto en la resistencia contra el terrorismo, y en el vaivén pisotea alguna que otra hoja suelta sin notar el crujido de la memoria de las víctimas de sus amigotes. Da gusto entenderse, ha declarado en la tele, con Josu Ternera, un vasco jovial amante del vino y la buena mesa con el que fluye la charla de modo natural y, literalmente, cómplice. Hasta tal punto ha persistido en su trajín de chácharas que algún documento etarra alude a la «vía Txusito» como línea de diálogo nunca interrumpida. Cuando todos los caminos se cierran y la Guardia Civil siempre aparece al fondo de la encrucijada, queda la «vía Txusito» para continuar manteniendo la esperanza. El Estado aprieta pero Txusito no ahoga.

Si fuese por Txusito, el conflicto vasco llevaría años resuelto. Él mismo lo dice: el entendimiento es fácil si se prescinde de los muertos, que son 860 muerto arriba, muerto abajo. Nos olvidamos de ellos y ya está, a vivir que son dos días y en Euskadi son «cuatro gatos» (sic) y acaban cogiéndose afecto. No pocos de esos muertos eran compañeros de filas de Eguiguren aunque los muchachotes del otro lado no les dieron tiempo a tomarles estima. Pero como ya es inevitable qué se le va a hacer, pelillos a la mar brava de Bermeo y a tomarse unos potes con la peña. Que son buenos chicos y han cambiado. Palabra de Txusito.


ABC - Opinión

La derrota efectiva de ETA

El juicio por enaltecimiento del terrorismo contra Arnaldo Otegi y otros dirigentes políticos de ETA que se abrió ayer en la Audiencia Nacional ha alimentado durante estos días toda suerte de especulaciones sobre oscuras negociaciones con la banda terrorista que pasaría por una supuesta legalización de facto de Batasuna para que pudiera presentarse a las elecciones municipales. El hecho de que el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, acuda hoy a declarar a petición de la defensa de Otegi ha acentuado todavía más las incertidumbres y sospechas que rodean la hora actual de la lucha contra los pistoleros y su brazo político. No conviene, sin embargo, dar carta de naturaleza a lo que son sólo temores ni desconfiar de que el PP y el Gobierno no estén haciendo lo correcto para terminar con ETA. Por fortuna, el Pacto Antiterrorista goza de buena salud, como lo demuestra la tramitación parlamentaria de nuevos filtros electorales para taponar a Batasuna, y así conviene que siga. Lo cual no quiere decir que el discurso del Gobierno, al que le corresponde liderar la política antiterrorista, adolezca de la claridad y contundencia que reclaman los ciudadanos, como si el final de la banda fuera una pieza más del tablero electoral en el que caben diferentes jugadas. Tampoco ayudan ni confortan confesiones extemporáneas como las de Felipe González sobre la «guerra sucia». Por el contrario, resulta muy esclarecedor el discurso que ayer pronunció José María Aznar como doctor honoris causa por la Universidad Católica San Antonio de Murcia. La tesis del presidente de FAES es que ETA ya está derrotada histórica y socialmente, de ahí que la cuestión clave sea hacer efectiva esa derrota e impedir que escapen a ella los terroristas en un gesto de cesión disfrazado de falsa generosidad. No basta, nunca ha bastado, que los pistoleros y sus cómplices renuncien ahora a la violencia, sino que están obligados a reconocer que nunca debió emplearse porque nunca ha estado justificada. El más grave peligro que corren el Estado de Derecho y la Nación en esta fase terminal de ETA es que se plantee como un debate de dos equivalentes, de dos proyectos igualmente legítimos: el de la Nación española que se renueva en la Constitución de 1978 y el terrorismo independentista. Es lo que llama Aznar «perder en la victoria», esto es, vencer sin que haya vencidos. Si el Estado democrático no culmina su victoria con la visualización palpable e inequívoca de la derrota de los terroristas, de modo que se demuestre la inutilidad absoluta de 50 años de asesinatos, la banda etarra se sentirá legitimada para volver a intentarlo dentro de unos años. Por decirlo con un ejemplo histórico, la derrota de ETA no puede ser nunca un «Abrazo de Vergara», como proponen los nacionalistas y cierta izquierda federalista, porque sumiría al Estado de Derecho en la indignidad y porque si el precio de la derrota es un «abrazo» habrán salido muy baratos los casi mil españoles asesinados. Como subrayó Aznar, la derrota efectiva de ETA ha de ser la culminación del pacto constitucional. Por eso son los terroristas y sus cómplices los que tienen una deuda que pagar a la Nación. Y Otegi no es ninguna excepción.

La Razón - Editorial

Errores marroquíes

Después del asalto al campamento de El Aaiún, Rabat bloquea toda noticia sobre el Sáhara.

Al error de asaltar el campamento de Agdaym Izik, Marruecos ha sumado el endurecimiento del bloqueo sobre las noticias procedentes de El Aaiún. La estrategia de Rabat perjudica a sus propios intereses, pues la opacidad informativa crea una presunción a favor de quienes denuncian la dureza de la represión llevada a cabo por las fuerzas marroquíes. Con el agravante de que el trato discriminatorio hacia los periodistas españoles corre el riesgo de transformarse, además, en un incidente diplomático. Como sucedió con el episodio de Aminetu Haidar, el Gobierno español está viéndose envuelto de manera directa o indirecta en decisiones inaceptables del Ejecutivo de Rabat. Si algo se demuestra con ello es la fragilidad de las bases sobre las que se mantiene la relación, inspirada para la parte española por un único y excesivo deseo de evitar los roces.

Mientras no se tenga información contrastada sobre los sucesos parecería lógico evitar los pronunciamientos oficiales más de fondo. El problema reside, sin embargo, en que la voluntad de Marruecos consiste, precisamente, en evitar que se obtenga esa información. Y es en este punto donde falta una mayor determinación por parte de la diplomacia española, que ha tardado en reaccionar ante el bloqueo informativo y que, cuando lo ha hecho, ha sido en términos ambiguos. No parece ni oportuno ni comprensible, por otra parte, que el presidente Zapatero recurra a los servicios de un titular de Exteriores recién cesado para abordar un asunto que, como la Cumbre de la Unión Euromediterránea, tiene en estos momentos puntos concomitantes con los sucesos en curso en el Sáhara. Al optar por esta fórmula al margen de los canales institucionales, Zapatero devalúa la posición internacional de la ministra Jiménez sin tener garantizado el resultado que busca recurriendo al ex ministro Moratinos.


Marruecos está añadiendo con sus acciones nuevas dificultades a la ya de por sí difícil solución autonomista que defiende para el Sáhara. Su viabilidad depende de unos avances en la democratización del régimen marroquí que no solo no acaban de cuajar, sino que hoy están más en entredicho que antes de producirse los incidentes. Sofocar las protestas de los saharauis recurriendo a la fuerza no avanza en la solución del contencioso y, en cambio, deja al descubierto el largo camino que aún debe recorrer la apertura del régimen marroquí. Al tiempo que demuestra su necesidad de buscar enemigos exteriores con los que tratar de justificar sus errores, deteriorando las relaciones con un país aliado y amigo como es España.

Las conversaciones entre Marruecos y el Polisario que se reanudaron esta misma semana han tenido que ser pospuestas. Nada indica que vayan a ser mejores las condiciones para retomarlas después de los incidentes. Más bien al contrario: Marruecos tendrá que esforzarse de nuevo en demostrar que la solución autonómica no es un disfraz para convalidar su situación de hecho en el Sáhara.


El País - Editorial

El catalán de Sánchez Camacho

Parece que la candidata del PP está mucho más cerca del nacionalismo catalán que de la defensa de los derechos lingüísticos.

En una entrevista al subvencionadísimo Avui publicada este miércoles, la candidata del Partido Popular en las elecciones autonómicas catalanas, Alicia Sánchez Camacho, aseguró que regañaba a su hijo si le hablaba en castellano. Ante el escándalo, declaró a esRadio que se habían sacado de contexto sus palabras y que la realidad era distinta: lo corregía si metía palabras en catalán cuando hablaba en castellano y viceversa. Como única prueba de la veracidad de sus palabras, aseguró que llamaría al periódico para exigir una rectificación. Un día después, Libertad Digital contacta con Avui para comprobar si lo ha hecho y la respuesta es que no. Sin embargo, el jefe de prensa de Sánchez Camacho asegura que sí lo han hecho, que en el diario les han pedido disculpas pero se han negado a rectificar y ellos lo han aceptado.

¿Por qué el escándalo en primer lugar? Al fin y al cabo, la vida privada de Sánchez Camacho es eso, privada, y no debería ser objeto de una crítica política. Sin embargo, desde el momento en que la candidata del PP usó a su hijo para ganarse las simpatías de los lectores del Avui, más que probablemente nacionalistas, lo metió en el debate. Del mismo modo, la intimidad de la familia de Zapatero pasó a ser de interés público cuando el presidente del Gobierno describió con orgullo el sectarismo que demostraban sus hijas, que ya decían aquello de que la izquierda es buena y la derecha mala.


Naturalmente, dado que el PP se presenta como un partido nacional y de derechas, parecería lógico que sus líderes se comportaran como tales. Si Sánchez Camacho defiende sinceramente en público el bilingüismo y no la imposición de ninguna lengua, no se acaba de entender que en privado obligue a su hijo a olvidarse justo del idioma objeto de las iras del nacionalismo catalán, su rival electoral e ideológico. Parece, por tanto, que la candidata del PP está mucho más cerca del nacionalismo catalán que de la defensa de los derechos lingüísticos.

Es cierto que la lengua en que educamos a nuestros hijos no debería ser objeto de debate político. La administración y, especialmente, la educación pública deberían ofrecer sus servicios en los idiomas naturales de cada territorio; en el caso de Cataluña, el castellano y el catalán. Pero los nacionalistas, incapaces de encontrar otra razón por la que justificar sus respectivos hechos diferenciales, han hecho de la lengua un elemento de división de España y de creación nacional. Con la excusa de que Franco impidió el uso normal de las lenguas regionales, los nacionalismos van a cumplir ya treinta años de imposición lingüística.

Por otro lado, al margen de cómo eduque realmente Sánchez Camacho a su hijo, lo cierto es que sus formas dejan mucho que desear. Por lo que parece, se está limitando a decir a unos y otros lo que quieren oír, deporte que no por ser tan practicado por nuestros políticos resulta menos hipócrita. Para que la democracia funcione es imprescindible saber qué piensan y qué pretenden hacer los políticos a los que votamos. En caso contrario, el sufragio se convierte en una ruleta rusa, un juego en el que participamos ciegamente, o una expresión de adhesión más propia de una hinchada de fútbol que de una ciudadanía informada y consciente de sus derechos y obligaciones.

Claro que posiblemente sea eso lo que quiere este búlgaro PP. De ahí que Sánchez Camacho sea, entre todos los candidatos posibles, la elegida para dirigir el partido en Cataluña.


Libertad Digital - Editorial

El G-20 no admite ocurrencias

Mientras los grandes líderes internacionales plantean una batalla con final incierto, Rodríguez Zapatero sigue empeñado en jugar al «buenismo».

LA reunión del G-20 en Seúl es fiel reflejo de las graves dificultades que sufren las principales economías del mundo para gestionar las secuelas de una crisis de alcance universal. La «artillería» monetaria activada por Barack Obama para aliviar las finanzas de la primera potencia internacional es la expresión de unas prácticas proteccionistas que chocan con la globalización social y económica. La llamada «guerra de divisas» enfrenta a los Estados Unidos no solo con la UE sino también con China, Brasil y otros países relevantes. Pero lo cierto es que cada uno da la batalla por su cuenta, de tal manera que la «cumbre» parece derivar en un conflicto de todos contra todos del cual no cabe esperar nada bueno para buscar una salida razonable a la crisis. Mientras tanto, crece el riesgo de colapso para Irlanda —e incluso para Portugal— con sus diferenciales de deuda respeto del bono alemán situados al límite de lo posible. La Reserva Federal se equivoca cuando otorga prioridad al interés a corto plazo de los Estados Unidos, porque la única forma de salir de la crisis es un esfuerzo conjunto en beneficio de todos.

Mientras los grandes líderes internacionales plantean una batalla con final incierto, Rodríguez Zapatero sigue empeñado en jugar al «buenismo», lanzando ocurrencias que ya no engañan a nadie a estas alturas. Hablar de la creación de un millón de empleos «ecológicos» es un brindis al sol que no se puede tomar en serio cuando procede de un país que bate todos los récords de paro y cuyos agentes socioeconómicos no consiguen ver la luz al final del túnel, a pesar del falso optimismo gubernamental. Menos mal que el presidente del Gobierno está acompañado en Seúl por los líderes de algunas grandes empresas españolas, cuya solvencia a escala internacional ofrece una imagen muy positiva de nuestro país. De lo contrario, caemos en el grave riesgo de que España se diluya en la insignificancia o juegue un papel anecdótico en el G-20, porque los tiempos exigen una política madura y responsable, al margen de las eternas ocurrencias para salir del paso. Rodríguez Zapatero debería tomar buena nota de las posiciones de Sarkozy, Merkel y otros socios europeos, dispuestos a afrontar en serio la crisis del Estado de bienestar y a defender con argumentos eficaces los intereses de la economía europea en tiempos de turbulencia.


ABC - Editorial