domingo, 17 de octubre de 2010

Se acabó López. Por Germán Yanke

Ayer, los socialistas vascos, cabizbajos y apesadumbrados, repetían el tópico de que «aún queda partido». Es difícil aceptarlo pero, en todo caso, queda parte de un partido en el que el Gobierno vasco de Patxi López pierde por una abultada goleada que le están metiendo desde su propia banda. Este esperpento de que las transferencias se negocien con su oposición, de que cambian la denominación de los territorios forales sin participación del Gobierno autonómico, de que se le cuela un proyecto museístico del PNV al que se oponía, de que se acuerde seguir el proceso de transferencias al margen de las instituciones competentes, es la sorprendente crónica del final de su experimento político. Un final en el que, lejos de participar, ha sido informado por sus compañeros del Gobierno de España «casi en tiempo real».

El que algunos portavoces del socialismo vasco, e incluso el propio López, insistan ahora en que serán ellos los que gestiones las competencias y en que el PNV se apunta a la gobernabilidad de España y al cambio propiciado por el lendakari, no hace sino agrandar, vía disimulo, la vergüenza de la derrota. El realista, en este caso, es el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, que dice con tono altanero que no le importa dónde queda López porque sabe muy bien dónde queda. Y si todavía hay partido, no se olvide que, antes de terminar esta legislatura, a Rodríguez Zapatero le queda otra negociación de Presupuestos, con lo que la goleada puede todavía aumentar.

Con todo, la traición a López no es lo peor. El modo en que el presidente del Gobierno quiere ganar unos meses en el poder supone una espectacular quiebra institucional y, en el fondo, la imposibilidad de llevar a cabo políticas generales. Dicen los socialistas que el PP tiene un programa reducido, sólo quitar a Zapatero. Bueno, al fin y al cabo el único programa de Gobierno es mantenerle en el cargo, incluso a costa de un Estado razonable y del propio López.


ABC - Opinión

Chantajeable. Por José María Carrascal

El «pacto» con el PNV que acaba de firmar para salvar los presupuestos no será el último que firma para salvarse él.

CON la compra de los votos del PNV, José Luis Rodríguez Zapatero ha sido desleal, primero, con España, luego, con su partido, y por último, consigo mismo. Aunque para ser desleal hay que creer en algo, y Zapatero cree, todo lo más, en él. Sobre la nación española ya sabemos lo que piensa: «es un concepto discutido y discutible», o sea, dudoso. Sobre el partido socialista, ya le hemos visto tirar por la borda sus principios en cuanto se lo ordenaron desde fuera, y en cuanto a sí mismo, ahí lo tienen asentando una puñalada en la espalda a Patxi López, tras intentar hacerlo con Tomás Gómez, como si fuera la cosa más natural del mundo, lo que nos da el perfil de su carácter. Y, encima, quieren prohibir que no se le abuchee. Cuando lo está pidiendo a gritos.

El «pacto» con el PNV que acaba de firmar para salvar los presupuestos no es el primero ni será el último que firma para salvarse él. Ya el año pasado firmó uno parecido, costándonos un ojo de la cara, y seguirán otros porque a estas alturas, Zapatero es un hombre chantajeable, como sabe todo el mundo, empezando por los que intentan sacar tajada de España.


¿Por qué creen ustedes que Mahomed VI, Chávez, Caruana, se permiten últimamente insultarnos, ultrajarnos, desafiarnos? Porque saben que al frente tenemos un hombre capaz de darles todo, de enajenarlo todo con tal de seguir en el poder. Y nadie lo sabe mejor que el PNV, que le tiene tomadas las medidas, y esta vez se ha llevado el fuero y el huevo, pues a los 470 millones de euros por sus 7 votos —47 millones por voto— se añaden las 20 transferencias y la propina de cambiar los nombres oficiales de las tres provincias vascas. ¿Llegarán a ellas las cartas dirigidas con el viejo nombre? ¿Habrá que cambiar «vizcaíno» por «bizkaino» en El Quijote para designar al gallardo caballero que mantuvo un duelo con el héroe de La Mancha? ¿Y qué pasará cuando el resto de las autonomías pidan lo mismo? Luego se quejan cuando se le acusa de estar recreando los Reinos de Taifas. Claro que tampoco tiene ningún reparo en envolverse en la bandera española e incluso en esconderse detrás del Rey.

De todas sus deslealtades, la mayor es la que acaba de perpetrar con el único logro alcanzado durante su mandato, y eso, sin su colaboración: haber desalojado del poder a los nacionalistas en el País Vasco, encauzándolo hacia la paz, la igualdad y la justicia. Para pactar ahora con esos nacionalistas a espaldas de quienes lo consiguieron. Se ve que no le gustaba demasiado.

¡Y pensar que todo podía haberse evitado si el PP hubiese tenido la visión, generosidad y coraje de haberle prestado ocho votos para que no tuviera que someterse al chantaje! Aunque vayan a saber si los hubiese aceptado.


ABC - Opinión

España pide perdón. Por Alfonso Ussía

El presidente del Parlamento de Cataluña, Ernest Benach, ha reclamado que España pida perdón por el fusilamiento de Luis Companys. «Espero que España demuestre que es una gran nación», ha dicho el peculiar exigente. Que toda una nación pida perdón por la muerte de un político setenta y cinco años después de los hechos, se me antoja exagerado. Ya no viven ni los que decretaron su muerte, ni los que lo apresaron ni los que apretaron el gatillo en el castillo de Montjuic. Tampoco viven los centenares de barceloneses asesinados con el conocimiento y pasividad de Luis Companys durante su terrorífica etapa presidencial. Y a ninguno de los hijos, nietos o biznietos de los inocentes asesinados se les ha ocurrido exigir que Cataluña pida perdón por los desmanes de las sangrientas turbas de Companys.

Según Benach, Inglaterra está obligada a pedir perdón por la muerte de María Estuardo y los Estados Unidos de América por la de Marilyn Monroe, que falleció en sospechosas circunstancias a causa del desánimo que le producía la vida americana. Si toda una nación tiene que pedir perdón por las ejecuciones realizadas a lo largo de su Historia, guárdese el turno cronológico correspondiente. El perdón por Padilla, Bravo, Maldonado y Mariana Pineda merecen anteceder al de Companys. Y para mí, muy especialmente, el del conde de Villamediana, gran poeta de nuestro Siglo de Oro, muerto de una puñalada por un embozado que servía a nuestro Rey y Señor Don Felipe IV, al que el conde le ponía los cuernos con asiduidad primaveral. Pero mi respeto y devoción literaria por el señor conde, no me concede el derecho de exigir al Rey que pida perdón por lo que supuestamente hizo su antepasado, y menos aún, a España entera. Y aquella muerte tremenda y escandalosa del Caballero de Olmedo, cantada en un epigrama que es prodigio de sensibilidad y tristeza: «Que anoche le mataron/ al Caballero./ La gracia de Medina,/ la flor de Olmedo». Para que ahora nos salgan los alcaldes de Medina del Campo y de Olmedo exigiendo a España que les pida perdón. Además, el Caballero de Olmedo, alzado por Lope de Vega, era un hombre de bien, generoso y justo, que no se dedicaba a permitir a los suyos que asesinaran a quienes como él no pensaban.

Pero Benach me ha dado una idea, y debo agradecérsela. En el tramo final del siglo XIX, vivía en Llodio, Álava, Lorenza Ussía y Menchaca, una joven tan bella como honesta. Lo que se dice en lenguaje sencillo, una «joven de acrisoladas virtudes». Se enamoró locamente de un vendedor de paños catalán, Sebastiá Papiolas Monturull, hábil seductor. Lorenza cayó en las redes de Papiolas Monturull a las primeras de cambio, y quedó preñada de la semillita depositada en su flor por el malandrín representante de productos textiles. Al saberlo, Sebastiá Pipiolas huyó hacia las Américas y dejó a la pobre Lorenza en situación más que comprometida. Débil de carácter, y acosada por la sociedad de su tiempo, Lorenza se suicidó. Mi pregunta es sencilla. ¿Está obligada Cataluña a pedirme perdón? ¿Es la Confederación de Industrias Textiles de Cataluña la responsable de la muerte de mi tía Lorenza? Espero que Benach me oriente y consuele.


La Razón - Opinión

Un trueque indecente. Por M. Martín Ferrand

Puede decirse a favor de Iñigo Urkullu, el vendedor, que no nos engaña. Su actitud es la que anuncian sus proclamas.

EN claro ejercicio de prostitución de la dignidad y función del empleo presidencial, José Luis Rodríguez Zapatero le ha comprado al PNV la mayoría parlamentaria que necesita para aprobar los Presupuestos Generales de 2011 y, lo que para él parece más importante, su continuidad en La Moncloa hasta el final de la legislatura. El precio a satisfacer por tal envilecimiento de la tarea representativa incluye, además de otros paquetes más tangibles, la vía libre para que las tres provincias vascongadas pasen a llamarse oficialmente Araba-Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. A la vista de un trueque tan singular como rastrero y lejano del interés general de todos los españoles, es difícil discernir qué es lo que resulta más chocante e indeseable. Mal está que un jefe de Gobierno anteponga su personalísimo interés al de la Nación y disponga de lo que no es suyo, ni está en su mano, para obtener un beneficio propio, el de su continuidad. Es algo que retuerce los mecanismos del sistema y los pone en cuestión. Pero es todavía más singular, sintomático de la endeble normativa a la que nos sometemos, que un partido periférico, cuya identidad es la de dejar de ser español, tenga en su mano, con solo 6 diputados y el respaldo de 300.000 votos en la últimas legislativas —el 1,19 por ciento del total de los votos emitidos en España— el futuro de una Nación que dice no ser la suya y la marcha de un Estado en el que no se siente encuadrado. Y más todavía: que pueda incurrir en semejante esperpento en función de los poderes que ostenta, derivados de la Constitución del 78 y del Estatuto en vigor.

Puede decirse a favor de Iñigo Urkullu, el vendedor, que no nos engaña. Su actitud, suicida para el País Vasco y dañina para el resto de España, es la que anuncian sus proclamas. Los seis diputados del PNV que se sientan en el Congreso juraron servir los intereses generales del Estado y han reducido su compromiso a lo que entienden como provechoso para una mínima parte de ese Estado. Supongo que, a la larga, la decadencia vascongada que genera su conducta les pasará factura. En el caso del comprador, Zapatero, el engaño es manifiesto y, aunque se añade a los muchos ya consumados en su heptagenario monclovita, adquiere la gravedad que le aportan las circunstancias. Lejos de buscar rigor a cada partida del Presupuesto que debiera sacarnos de una crisis que no supo ver llegar y no quiso abordar resueltamente, las aplica en su propio beneficio, para perpetuarse en un sillón que requiere un líder herculano. No un alfeñique político disminuido por sus propios errores tanto como por sus erráticas compañías.

ABC - Opinión

La nación desatornillada. Por Ignacio Camacho

El Estado que Zapatero dejará en 2012 es mucho más débil y menos cohesionado que el que encontró en 2004.

EL zapaterismo va a acabar como empezó: dándole un par de vueltas más a lo que Felipe González llamó la centrifugación del Estado. Para alcanzar el poder se apoyó en el soberanismo catalán y para apuntalarse en él un poco más ha alquilado una prórroga al nacionalismo vasco. Comenzó desbordando el Estatuto de Sau y ahora, antes de cerrar mandato, le mete mano al de Guernica. En el inicio traicionó el espíritu integracionista que caracterizaba a los socialistas de Cataluña y al final apuñala por detrás a los constitucionalistas de Euskadi. Un círculo perfecto.

La única línea clara que atraviesa de forma constante los años de poder de Zapatero es su empeño por rebasar el modelo territorial de la Constitución, forzándolo por la puerta de atrás mediante acuerdos con nacionalistas de todo rango. Ha pactado con Esquerra, con Convergencia, con el Bloque gallego, con el PNV; lo ha intentado con Aralar y no lo ha hecho con Batasuna porque se lo impidió el salvaje cerrilismo de ETA. La llamada geometría variable le ha servido para desbordar el marco competencial en sucesivas entregas de soberanía. El Estado que dejará en 2012 es mucho más débil que el que existía en 2004: lo ha enflaquecido hasta la anorexia a base de concesiones estatutarias y pactos puntuales, en cada uno de los cuales ha cedido trozos de cohesión nacional. En dos ocasiones, para salvar su propia estabilidad ha negociado a espaldas de los dirigentes territoriales del Partido Socialista entendiéndose con sus respectivas oposiciones; engañó primero a Maragall con Artur Mas —luego engañó también a Mas, pero ésa es otra historia— y ahora se ha entendido con Urkullu a expensas de Patxi López. El presidente se arrepintió de la alianza constitucionalista vasca a los cinco minutos y ha dejado al lendakari en una situación insostenible, que lo será más cuando, tras las elecciones locales de 2011, el PNV pueda blandir su flamante pacto para mantenerse al frente de las Diputaciones forales.

Esa tendencia continua de dispersión y bilateralidad es la única que se ha mantenido en dos legislaturas llenas de enmiendas, rectificaciones y pasos atrás; obedece a un designio político que ha convertido el sentido igualitario de la socialdemocracia española en una inclinación permanente hacia el soberanismo. Rey de la contradicción, Zapatero ha sido extrañamente fiel a una política deconstructiva que ha ido desparramando las ya escasas funciones integradoras del Estado. Este coletazo final no es más que un colofón lógico, casi colateral, de ese proceso de desestructuración que comenzó con el delirio del Estatuto de Cataluña. Dentro de año y medio, cuando muy probablemente acabe su etapa, entregará una España más débil y menos cohesionada. No rota, pero sí bastante desatornillada.


ABC - Opinión

Pulso a Sarkozy

Francia presume de una tradición poco aconsejable, forjada por la laxitud de casi todos los gobiernos fuera cual fuera su color político. Nuestros vecinos se han caracterizado por revertir las propuestas impopulares del Ejecutivo de turno, especialmente los de centro-derecha, a través de protestas callejeras impulsadas por los poderosos sindicatos y la izquierda. El pulso entre Nicolas Sarkozy y los manifestantes, a cuenta del plan del presidente galo de postergar la edad de la jubilación, entró ayer en su quinto día de huelgas y movilizaciones, que están empujando a situaciones muy preocupantes a sectores estratégicos de la actividad como las refinerías, todas ellas bloqueadas. Los problemas de abastecimiento de combustible han obligado al Gobierno a autorizar la utilización de las reservas de carburantes, mientras aeropuertos como el Charles de Gaulle sólo disponen de queroseno hasta hoy.

Sin embargo, Nicolas Sarkozy ha decidido mantenerse firme en su propósito reformista pese a que la izquierda, con la colaboración irresponsable de los socialistas, esté dispuesta a poner patas arriba el país con cientos de miles de personas en la calle y paros indefinidos. Lo cierto es que ya flexibilizó hasta donde pudo su paquete de cambios hace unos días sin tocar el núcleo duro de su política con el retraso de 60 a 62 años en la edad legal mínima de jubilación y de 65 a 67 años para tener derecho a la pensión completa.

Aunque es verdad que las encuestas reflejan la profunda impopularidad de esta política y el desplome de la imagen del presidente, hay que valorar la determinación de Sarkozy no sólo en salvar el sistema de pensiones, sino en ir más allá con intervenciones en la Justicia, el empleo juvenil o la fiscalidad para afrontar la catarsis estructural que Francia necesita desde hace años.

En el otro lado de la balanza, se sitúa la actitud irresponsable de la izquierda francesa, dispuesta a desgastar a Sarkozy al precio que sea y a mantener un espejismo, un gigante con los pies de barro como es el desorbitado gasto social del Estado, sin reparar que pone en peligro la prosperidad y el futuro de millones de ciudadanos. A los sindicatos no les interesan los crecientes números rojos del sistema de pensiones, que el déficit estructural y los costes de la lucha contra la crisis hayan disparado la deuda hasta casi el 85% del PIB, que el país tenga que lograr más fondos que ningún otro en términos absolutos para afrontarla, que sea obligado preservar el rating actual para acceder a préstamos bajos, que se necesite reducir el déficit público del 8% del PIB previsto para este año al 3% en 2013. Y todo ello es imposible sin abordar las reformas emprendidas.

Sarkozy tiene por delante una batalla compleja por la actitud desaforada, manipuladora y antipatriótica de la izquierda, pero la talla de los políticos se mide por su capacidad para anteponer el interés general a cualquier otro. El presidente galo es hoy un personaje impopular con las presidenciales en el horizonte de 2012. Pese a todo, ha renunciado a una estrategia cortoplacista para dar a Francia lo que cree que necesita.


La Razón - Opinión

Otegi, en transición

La izquierda 'abertzale' no puede escudarse en treguas que le ahorran condenar el terror

Arnaldo Otegi sigue embarcado en el proyecto de llevar a la ilegalizada izquierda abertzale hacia las vías exclusivamente políticas sin necesidad de romper con ETA ni de condenar sus atentados. La cuadratura de este círculo se conseguiría, en opinión de Otegi, haciendo que los terroristas renunciasen a cometer nuevos atentados y extorsiones, de modo que la izquierda abertzale no fuera sometida a la prueba de tener que pronunciarse. En último extremo, el discurso de Otegi pretende contribuir a detener la acción criminal de los de las pistolas; pero no se trata de un movimiento que exija una respuesta por parte del Estado o las fuerzas políticas democráticas. Si Otegi desea ahorrar a la izquierda abertzale la condena de los atentados por la vía de reclamar a ETA que no los cometa, es ETA la interpelada y, por tanto, la que tiene que decidir.

El aparatoso andamiaje de treguas verificadas internacionalmente es una salida que Otegi ofrece a ETA, salomónica en la medida en que permitiría distinguir entre el cese de su acción criminal y su derrota.


Pero es una salida en la que es inútil que pretendan involucrar al Estado, que no puede en ningún caso delegar funciones que afectan a la seguridad de los ciudadanos amenazados en personalidades u organismos internacionales, por respetables que sean. Puesto que Otegi asegura que la adopción de pasos unilaterales no es coyuntural, sino fruto de la nueva estrategia adoptada por la izquierda abertzale, ese será el terreno en el que tendrá que seguir avanzando hasta conseguir que ETA termine definitivamente. Tras el atentado de la T-4, cometido cuando las conversaciones con el Gobierno seguían formalmente abiertas, cualquier fórmula intermedia de cese de la violencia carece de credibilidad.

El punto de llegada para la transición emprendida por Otegi no puede ser ningún género de negociación entre el Estado y la banda terrorista. En el mejor de los supuestos, este camino solo llevaría a la legalización de la izquierda abertzale si, como espera Otegi, los de las pistolas renuncian definitivamente a cometer atentados. Pero, si los cometen, la pelota que la izquierda abertzale ha intentado colocar en el tejado de ETA volvería a situarse en el suyo. En el supuesto de que condenasen, una de las principales condiciones para la legalización se habría cumplido, a cambio de romper con ETA; pero si no lo hiciesen, el camino recorrido por Otegi le habría devuelto a la casilla de salida.

La fuerza de Otegi frente a los de las pistolas reside en que su posición es la respaldada por las bases de la izquierda abertzale en las asambleas celebradas tras la ruptura de la anterior tregua; también en la creciente contestación de los presos a las directrices de la banda. Es un pulso que, por el momento, continúa desarrollándose en el interior del mundo etarra y sus hasta ahora aledaños. Pero la existencia misma de ese pulso es uno de los mayores éxitos de la lucha antiterrorista.


El País - Editorial

Supermontilla a por la supercompra de votos

Si el estado premia a los que no tienen empleo ni la menor intención de buscarlo, como ocurre evidentemente con los jóvenes que han renunciado a formarse, lejos de luchar contra el paro estará creando un incentivo para que esa situación se perpetúe.

La propuesta del Partido Socialista de Cataluña, que Montilla ha presentado como una medida estrella de su programa electoral, es ciertamente consecuente con el socialismo y la idiosincrasia del personaje. La certeza de un inminente batacazo en las próximas autonómicas catalanas sólo provoca que la tendencia del nacionalismo socialista, ya de por sí destructiva, se agudice hasta producir situaciones tan sonrojantes como este intento de compra masiva de votos a cambio de garantizar la vagancia subsidiada.

Si el estado premia a los que no tienen empleo ni la menor intención de buscarlo, como ocurre evidentemente con los jóvenes que han renunciado a seguir una formación adecuada, lejos de luchar contra el paro estará creando un incentivo para que esa situación se perpetúe. Además, toda una generación de indolentes acabará considerando tener derecho a percibir una renta a costa del bolsillo de los demás sin hacer nada a cambio, con lo que es previsible que las cifras de abandono escolar para incorporarse a este chollo subvencionado se disparen de forma inmediata.


Se nos dice que se trata simplemente de un préstamo, pero eso sí, sin devengo de intereses y con unas condiciones para su devolución tan irreales que no es seguro que ni tan siquiera uno de estos supuestos anticipos acabe volviendo a las arcas comunes. ¿O piensa acaso Supermontilla que estos jóvenes "ni-ni" van a tener la intención o ser capaces de encontrar un empleo altamente remunerado en los plazos previstos?

Estas consideraciones elementales son válidas para todo tiempo y lugar, pero con la gravísima crisis económica actual y tratándose de Cataluña, la comunidad autónoma más endeudada en términos absolutos de toda España, la implantación de este subsidio generalizado es la prueba de que un gobierno autonómico desastroso ha decidido suicidarse, llevándose con él a la sociedad catalana. Si semejante atentado contra el decoro intelectual y el bolsillo de los contribuyentes acaba teniendo éxito en las elecciones del próximo 28 de noviembre, entonces habrá que concluir en que Cataluña, en efecto, tiene lo que se merece.


Libertad Digital - Opinión

España en decadencia

Es obligado actuar sobre las causas de este deterioro de la convivencia; en caso contrario, no servirá de nada lamentarse por las consecuencias.

ABC abre hoy un debate nacional sobre educación, el gran desafío pendiente de la sociedad española ante el siglo XXI. Vivimos en un mundo globalizado y altamente competitivo, donde el conocimiento riguroso y especializado es un elemento nuclear para mantener el bienestar. Pero también es imprescindible fomentar la educación en valores como centro y eje de la convivencia democrática. La familia y la escuela son factores determinantes para la formación de buenos ciudadanos. Esa virtud cívica pasa por la transmisión de principios éticos como el respeto a las leyes y a los derechos de los demás o el reconocimiento de la excelencia y del trabajo bien hecho, así como las buenas maneras y otros comportamientos necesarios para evitar que se degrade la vida en común. Es obligado actuar sobre las causas de este deterioro de la convivencia, ya que —en caso contrario— no servirá de nada lamentarse por las consecuencias.

Recogiendo la preocupación de muchos millones de ciudadanos, su Majestad el Rey planteaba hace unos días en Cádiz la urgencia de ofrecer a las próximas generaciones una enseñanza de calidad. Personalidades relevantes en el panorama nacional, como es el caso de Emilio Botín, se han unido a estas reflexiones. Es necesario que se haga oír la voz de los mejores y que se ponga en marcha un gran acuerdo nacional, al margen del partidismo oportunista o de las ideologías intransigentes. Corremos el grave riesgo de quedar desplazados de esa sociedad del conocimiento que marca la pauta en el mundo desarrollado. Las universidades españolas no mejoran en los «ranking» internacionales, y la evaluación de nuestras enseñanzas medias nos coloca siempre cerca del furgón de cola y lejos de los países con los que debemos establecer una comparación. Es hora de poner en marcha los mecanismos necesarios, porque el tiempo perdido puede ser irrecuperable. No solo es cuestión de dinero, sino sobre todo de voluntad colectiva para exigir a los dirigentes políticos que se ocupen de lo importante y no solo de las maniobras habituales al servicio de sus posiciones de poder. ABC contribuye así a satisfacer una demanda creciente en los sectores más activos de nuestra sociedad, porque la educación de calidad y la transmisión de valores cívicos son elementos que decidirán a medio plazo el futuro de España.


ABC - Editorial