Como en este país la religión de Estado, es decir, el Dogma de la Igualdad, nos tiene a todos acongojados no vaya a ser que te excomulguen y te condenen al destierro por discrepar del Pensamiento Único, ha tenido que ser un periódico alemán el que venga a poner los puntos sobre la íes y a decir lo que todos pensamos y casi nadie se atreve a poner negro sobre blanco: que las ministras de Rodríguez son unas pijo-progres más preocupadas por la moda que por el interés general y las cuestiones propias de su cargo.
Ya en su día al portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana, le montaron la de San Quintín porque se le ocurrió criticar a la vice De la Vega por dedicarse a la danza tribal africana disfrazada de tutsi, o de hitu, o algo así. Y cuando la primera remesa de ministras-florero apareció en la portada de Vogue y algunos levantamos la voz sobre lo poco coherente del asunto en un Gobierno de izquierdas que además presumía –y presume- de serlo, nos pusieron de vuelta y media por machistas y misóginos. Pues miren ustedes, ya está bien de tonterías, a ver si no vamos a tener derecho a decir lo que pensamos sobre la manera en que la cuota paritaria del Ejecutivo de Rodríguez se comporta y atiende sus deberes, y eso incluye también la atención que ponen o dejan de poner a su atuendo, sobre todo cuando ésta se manifiesta en exceso.
Ya en su día al portavoz del PP en el Congreso, Eduardo Zaplana, le montaron la de San Quintín porque se le ocurrió criticar a la vice De la Vega por dedicarse a la danza tribal africana disfrazada de tutsi, o de hitu, o algo así. Y cuando la primera remesa de ministras-florero apareció en la portada de Vogue y algunos levantamos la voz sobre lo poco coherente del asunto en un Gobierno de izquierdas que además presumía –y presume- de serlo, nos pusieron de vuelta y media por machistas y misóginos. Pues miren ustedes, ya está bien de tonterías, a ver si no vamos a tener derecho a decir lo que pensamos sobre la manera en que la cuota paritaria del Ejecutivo de Rodríguez se comporta y atiende sus deberes, y eso incluye también la atención que ponen o dejan de poner a su atuendo, sobre todo cuando ésta se manifiesta en exceso.
Hace ya tiempo que critiqué, y lo he repetido alguna vez más, lo que me parece un exagerado fondo de armario acumulado por la vicepresidenta De la Vega, que cada día que pasa nos sorprende con un modelito pret a porter de los mejores diseñadores. Pero como en éste país hay que guardar las apariencias y la corrección política impera hasta el punto de la exageración, nadie se ha atrevido a preguntarle en el Congreso de los Diputados de donde sale tanto modelito, si se los regalan o los paga con su sueldo, y en cualquiera de los dos casos que explique si la naturaleza de su cargo implica necesariamente una atención por la moda fuera de lo normal para el común de los mortales.
Miren, ahora en serio, la cuestión no es si se visten de una u otra manera, que lógicamente nos debe dar igual. La cuestión es que tratándose de un Gobierno que presume de socialista, de ‘rojo’, de estar al lado de los más humildes y que aparentemente rechaza y descalifica todo lo que suene, entre comillas, a ‘derecha capitalista’, sorprende que al mismo tiempo su parte femenina manifieste una obsesión casi enfermiza por el estilismo y por la moda, por las portadas de las revistas, y por lo glamuroso y lo fashion. ¿Qué ocurre? Que cuando alguien, en este caso un periódico alemán, destapa las vergüenzas o, dicho de otro modo, resalta esa contradicción, entonces salta como impulsada por un resorte lenguaviperinadelavega a insultar y decir que eso es machismo, conservadurismo y no se cuantas cosas más.
Pero, en el fondo, lo que ocurre es que se sienten molestas, incomodas en lo más profundo de su conciencia ‘progre’, porque se haya descubierto la farsa que tienen montada, la carga de demagogia y de cinismo con la que este Gobierno impregna todo lo que hace y todo lo que dice. Y es que, además, incluso habiendo traicionado su propia ideología y la demagogia barata de la que han hecho gala durante todo este tiempo, sería perdonable si por encima de su comportamiento inadecuadamente progresista pudiéramos poner el resultado de una gestión eficaz.
Pero es que ni siquiera eso. El problema es que las cosas son como parecen, es decir, que nuestras ministras están más preocupadas por su estilismo –no todas, tengo que decir- que por el interés general y las cuestiones propias de sus cargos. ¿Decir eso es machista? Pues bien, que me llamen lo que quieran, pero lo cierto es que el periódico alemán ha dado en el clavo señalando a esas ministras que no pasarán a la historia por su gestión, y sí por los modelitos que atesoran. ¿O es que no podría dedicar De la Vega un poco más de tiempo, por ejemplo, a preparar sus respuestas parlamentarias para no decir todas las semanas lo mismo, que a elegir el modelo que va estrenar cada mañana de entre todos los que le llevan a la puerta de su casa? Ahora, con casi cinco millones de parados y cientos de miles de familias que no llegan a fin de mes, les molesta que alguien les recuerde cómo viven ellas y su obsesión por la moda, pero está bien que a mucha gente se le caiga la venda de los ojos y sepa de que pasta está hecho este Gobierno.
Miren, ahora en serio, la cuestión no es si se visten de una u otra manera, que lógicamente nos debe dar igual. La cuestión es que tratándose de un Gobierno que presume de socialista, de ‘rojo’, de estar al lado de los más humildes y que aparentemente rechaza y descalifica todo lo que suene, entre comillas, a ‘derecha capitalista’, sorprende que al mismo tiempo su parte femenina manifieste una obsesión casi enfermiza por el estilismo y por la moda, por las portadas de las revistas, y por lo glamuroso y lo fashion. ¿Qué ocurre? Que cuando alguien, en este caso un periódico alemán, destapa las vergüenzas o, dicho de otro modo, resalta esa contradicción, entonces salta como impulsada por un resorte lenguaviperinadelavega a insultar y decir que eso es machismo, conservadurismo y no se cuantas cosas más.
Pero, en el fondo, lo que ocurre es que se sienten molestas, incomodas en lo más profundo de su conciencia ‘progre’, porque se haya descubierto la farsa que tienen montada, la carga de demagogia y de cinismo con la que este Gobierno impregna todo lo que hace y todo lo que dice. Y es que, además, incluso habiendo traicionado su propia ideología y la demagogia barata de la que han hecho gala durante todo este tiempo, sería perdonable si por encima de su comportamiento inadecuadamente progresista pudiéramos poner el resultado de una gestión eficaz.
Pero es que ni siquiera eso. El problema es que las cosas son como parecen, es decir, que nuestras ministras están más preocupadas por su estilismo –no todas, tengo que decir- que por el interés general y las cuestiones propias de sus cargos. ¿Decir eso es machista? Pues bien, que me llamen lo que quieran, pero lo cierto es que el periódico alemán ha dado en el clavo señalando a esas ministras que no pasarán a la historia por su gestión, y sí por los modelitos que atesoran. ¿O es que no podría dedicar De la Vega un poco más de tiempo, por ejemplo, a preparar sus respuestas parlamentarias para no decir todas las semanas lo mismo, que a elegir el modelo que va estrenar cada mañana de entre todos los que le llevan a la puerta de su casa? Ahora, con casi cinco millones de parados y cientos de miles de familias que no llegan a fin de mes, les molesta que alguien les recuerde cómo viven ellas y su obsesión por la moda, pero está bien que a mucha gente se le caiga la venda de los ojos y sepa de que pasta está hecho este Gobierno.
El Confidencial - Opinión