martes, 10 de agosto de 2010

Hospitalidad gusanera. Por Hermann Tertsch

Es un escándalo mayúsculo el trato dispensado a unos hombres que han estado en prisiones de espanto por defender los derechos de su pueblo y su dignidad.

EN esta época del año, ya saben, es difícil localizar a la gente. Nuestros políticos, incluso los que han jurado que este año se embarcan en el verano estajanovista del esfuerzo permanente por la ciudadanía, son difíciles de ubicar. Sólo sabemos a ciencia cierta dónde están Trini y Tomi. Pero tranquilos todos, que no les daré la murga con Jiménez y Gómez. Hablemos del ministro Moratinos. Debe de andar por alguna de esas maravillosas esquinas francesas, cultas, frescas y umbrosas, por las que tanto le gusta perderse. Tanto debe de estar gozando este ministro de Asuntos Exteriores de Cuba —perdón, de España— que no ha debido de enterarse de que la policía castrista está otra vez en plena campaña de detenciones e intimidación. Son decenas los opositores detenidos y puestos en libertad después de ser amenazados con represalias peores. El régimen deja claro que puede llenar sus cárceles cuando le venga en gana. Tiene relevo para los presos desterrados a España. Y para quienes debieran estar libres ya y siguen en la cárcel porque se niegan a abandonar su patria. Lo que no extraña visto cómo les va en nuestro país.

Las relaciones de los gobiernos de Zapatero con la dictadura son en sí una vergüenza nacional. Ahora con náusea añadida. Porque es un escándalo mayúsculo el trato dispensado a unos hombres que han pasado los últimos siete años en prisiones de espanto por defender los derechos de su pueblo y su dignidad. Aquí los tenemos, acogidos en un hostal en un polígono industrial, en condiciones quizás impropias para jóvenes inmigrantes ilegales del Tercer Mundo, pero inaceptables para unos profesionales en edades avanzadas, víctimas de una dictadura cuya estancia en Madrid en condiciones dignas era garantizada por el Estado español. Además se les ha negado el estatuto de refugiado político e intentado convencer de que son «inmigrantes». Para no herir la susceptibilidad de Fidel y Raúl. Y se anuncia su dispersión por España, no vaya a ser insuficiente para hacerles callar ese destierro añadido lejos del centro de la capital.

Quienes nada de dignidad saben no entienden que quienes han ido a la cárcel en Cuba precisamente por dignidad no va a callar aquí si ésta se les cuestiona. Pero se intenta. Y se lanza a tristes personajes a difamarlos ante la opinión pública española, a acusarlos de «quejarse de vicio». ¿Cómo es posible semejante infamia? Es explicable. Nuestro Gobierno tiene una alianza sentimental y política con el castrismo. Intenta evitarle a éste las consecuencias peores de sus «errores», pero se nutre de sus mensajes. Para el castrismo los compatriotas en el exilio son «gusanos» que «se quejan de vicio». Para la izquierda española, también. Imagínense el recibimiento que habrían otorgado a unos presos sacados directamente de la cárcel en una dictadura de derechas. Coros, danzas y programas especiales en las televisiones propias o amigas. E ingresos mil. Pena que no existan ya dictaduras de derechas y cada vez más de izquierdas. Y que éstas las tengan que buscar en el pasado.


ABC - Opinión

Blanco y el pulpo «á feira». Por M.Martín Ferrand

Anunciada la participación de la todavía ministra de Sanidad en las primarias, se abre el melón de la crisis.

BUENA parte del pulpo que comemos en España, incluso el que los gallegos consumen en sus fiestas, procede de las costas de Mauritania. El pulpo local, como tantas otras buenas cosas, se extingue. Entre que se reproduce poco, como ajustándose a las costumbres de quienes han de comérselo, y se pesca en demasía no faltará ya mucho para que desaparezca de las barras de los bares buenos y de las pescaderías solventes. En Carballino, Orense, para demostrar que el pulpo, más que marinero, es un producto de interior y de feria, el segundo domingo de agosto se celebra, desde siempre, una fiesta consagrada a tan sabroso octópodo. Ya no es necesario apalearle, y con saña, antes de su cocción porque los congeladores rompen su fibra y le dan ternura con menos esfuerzo del que antes aportaban las paisanas. Lo que se conserva es la costumbre de hervirlos en ollas de cobre y tras una de ellas se fotografió el domingo José Blanco y pudimos verle ayer los lectores de todos los periódicos de España.

Blanco es, entre los de su partido, quien mejor utiliza los argumentos y gestos de naturaleza antropológica para la acción propagandística y, llegado el caso, para el disimulo y el escondite. Aun siendo el número dos del PSOE ha sabido zafarse del desgaste que afecta a Tomás Gómez, alcanza a su jefe y compromete a su compañera de Gobierno, Trinidad Jiménez, con el gesto nimio, pero oportuno, de enseñar un pulpo ya cocido en el momento de salir del fuego y trasladarse a los platos de madera en los que, cortado en rodajas de un centímetro y cubierto de aceite, sal y pimentón consumirán á feira quienes, sabios ellos, llevan la cuenta de los pulpos dominicales que marcan las fiestas del verano en toda Galicia. Lo folclórico no fracasa entre nosotros y Leire Pajín, pardilla con pretensiones cosmopolitas, pagará la cuenta del desafecto de la vieja federación de Madrid.

Póngansele o no cachelos al pulpo que luce Blanco, la suerte está echada. Quiero decir que, anunciada la participación de la todavía ministra de Sanidad en las primarias socialistas para las autonómicas de Madrid, se abre el melón de la crisis. En ello debe estar ya el presidente del Gobierno, que, antes mártir que confesor, no debe ignorar la liviandad dolosa de muchos de los miembros y miembras que le acompañan. El relevo de Jiménez es un buen pretexto para recolocar las piezas en el tablero monclovita y, si encuentra voluntarios para ello cuando queda poco más de año y medio para cumplir la legislatura, incorporar al Gabinete personalidades de mayor talla y enjundia que la de muchos de los enanitos que hoy se integran en él.


ABC - Opinión

Gómez vs. Jiménez. Zapatero apuesta por Esperanza. Por Humberto Vadillo

Un Tomás Gómez crítico con el zapaterismo podría encontrarse en inmejorable situación para cuando se produzca el "hecho sucesorio": joven, aseado y libre de las servidumbres de Zapatero. El PSOE no puede aspirar a más.

La mayoría de los análisis sobre la pospuesta defenestración de Tomás Gómez parten del error fundamental de asumir que Zapatero quiere ganar las elecciones en Madrid. De hecho, lo que pretende Zapatero es justamente perder las elecciones en Madrid, de ahí que quiera presentar a la Alcaldía a uno de los más grises covachuelistas de Moncloa y a la Comunidad a una persona cuyo único mérito es que ya perdió, con cierto estrépito, unas elecciones en Madrid y ya abandonó, presurosa, la labor de oposición.

Pese a lo bravo del gesto poco es lo que le cabe esperar de las primarias a Tomás Gómez, aparte de encontrarse, pour encourager les autres, vendados los ojos ante un pelotón de ejecución en el que coincidirán la abismal ambición de Blanco y los viles vasallajes de Zapatero. Un peligroso cruce de caminos del que Gómez saldrá, con suerte, rumbo a una Jefatura de Negociado en la Embajada Española ante el Principado de Sealand.


Zapatero ni necesita ganar en Madrid ni puede permitirse que el PSOE gane en Madrid. Una victoria de Tomás Gómez o incluso una digna derrota consolidaría el liderazgo de éste sobre el PSOE madrileño y seguida de una mínimamente eficaz labor de oposición desde la Asamblea en lugar de las habituales espantadas de los cabezas de listas del PSOE reviviría a la tradicionalmente díscola Federación Socialista Madrileña, con un líder legitimado por las urnas, que además habría llegado a este puesto enfrentándose con Zapatero.

Zapatero prefiere, y con mucho, que gane Esperanza Aguirre.

El Zapatero del "aceptaré el Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña" basa su poder político no en los votos madrileños sino en los votos catalanes y lo último que necesita en estas sus horas bajas es la aparición de un PSOE madrileño fuerte que pueda galvanizar las tímidas quejas que contra el líder máximo han comenzado a oírse desde Castilla-La Mancha, Extremadura o Andalucía.

Súmesele a esto que un Tomás Gómez crítico con el zapaterismo podría encontrarse en inmejorable situación para cuando se produzca el "hecho sucesorio": joven, aseado y libre de las servidumbres de Zapatero. El PSOE no puede aspirar a más. Gómez ya ha insultado gravemente la omnisciencia todopoderosa del líder máximo. De aquí a las primarias deberá además enfrentarse a Trinidad Jiménez, guardarse las espaldas de Blanco, temer a la policía de Rubalcaba, desafiar las esperanzas que PRISA tiene permanentemente depositadas en Trini y en Rubalcaba. Muchas bofetadas parecen para Kriptonita Gómez.


Libertad Digital - Opinión

El padrino. Por Eduardo San Martín

Hace bien Tomás Gómez en no fiarse del ojo de Rodríguez Zapatero para escoger candidatos, ni de las encuestas de Ferraz

Hace bien Tomás Gómez en no fiarse del ojo de Rodríguez Zapatero para escoger candidatos, ni de las encuestas de Ferraz. Septiembre de 2006. Unos periodistas desayunábamos en La Moncloa con el presidente. El PSOE seguía sin candidato para la alcaldía de Madrid. Fernández de la Vega había dicho nones y Solana debió haberse partido de la risa. Qué importaba. Zapatero estaba seguro, así se lo decían sus encuestas, de que «ganaremos en Madrid, pongamos el candidato que pongamos», porque, también según esos sondeos, las obras de la M-30 iban a acabar con Ruiz-Gallardón. El elegido para recoger las cenizas del alcalde del PP fue finalmente Miguel Sebastián.

En el resto de la historia debe haber pensado mucho Gómez estos días: la deserción de Sebastián después de una derrota cantada le fue recompensada con una cartera ministerial mientras que él, Gómez, fue llamado para enderezar un partido hecho añicos, entre otras razones, por las intromisiones de la dirección federal. Y ahora le piden que deje paso a una nueva ungida que le aventaja, según esas encuestas que fallan más que la escopeta de El Gañote, unos cuántos puntos en las preferencias de los votantes socialistas. La recompensa a Gómez por haber cumplido más o menos bien con su trabajo es la puerta. Así es Rodríguez Zapatero.

En el PSOE alardean de primarias pero nadie las quiere. Y hacen lo imposible por evitarlas, como se ha visto. Pero, como en El Padrino, un líder autoritario no se puede permitir un no por respuesta: está en juego el meollo mismo de su liderazgo. Con Gómez, Zapatero erró el cálculo y es ahora él, y no Jiménez, otra desertora premiada con un ministerio, quien se faja en la primarias. Y cualquier resultado será malo: si gana, lo habrá hecho con ventaja; y si no, habrá perdido mucho más que un candidato.


ABC - Opinión

¿Lealtad u obediencia?. Por Andrés Aberasturi

Dice Trinidad Jiménez que no es la candidata de ZP en las primarias de Madrid. Dice que si se presenta es porque ella así lo ha decidido después de una larga y profunda reflexión. Dice que siente un gran respeto por Tomás Gómez. Dice de él que ahora es el candidato al que las encuestas dan como vencedor. Dice y dice Trinidad Jiménez porque tiene que quedar bien con todos y eso, naturalmente, es imposible. No sé muy bien si ha sido la lealtad (esa cosa tan casi siempre mal entendida) al líder lo la ciega obediencia la que ha llevado a "Trini" a aceptar semejante marrón.

Quizás me equivoque y de verdad la aún ministra de Sanidad quiera ser presidenta de la Comunidad, pero se me hace duro aceptarlo. No es normal que después de haber fracasado como candidata a la alcaldía, quiera ahora -ella, personalmente- repetir la experiencia frente a Aguirre. No es normal que después de ocupar plaza en la mesa del Consejo de Ministros, donde aun tiene su sitio, y tener su puesto en la banco azul de las Congreso, le entre este arrebato de madrileñismo que resulta casi evangélico: deja todo cuanto tienes, ven y arriésgate o bien a perder frente a Gómez o bien a perder frente a Aguirre. Demasiadas apuestas y demasiado arriesgadas para una ministra bien valorada por la gente pero que se las va a tener que ver, en primer lugar, con sus propios compañeros.


Porque eso pueda que sea lo más duro. Leire Pajín, en su dulce inocencia, aseguraba el otro día que el PSOE siempre había salido fortalecido de las primarias. Que se lo pregunten a Borrell. De las primarias siempre se sale mal, el partido pierde y los candidatos también. Pierde el partido porque hay que hacer campaña y todos sabemos que las cosas que se pueden decir en una pugna electoral. Cuando de quien se dicen es del otro partido, del PP en este caso, ningún problema; lo malo es cuando Gómez y Jiménez se tenga que tirar los trastos a la cabeza por mucho respeto y cariño que se tengan. Todo eso desprestigia al partido y muy especialmente cuando, como en este caso, hay un candidato natural que es Gómez y una impuesta -diga lo que diga- por los mandamases de Ferraz/Moncloa que en este PSOE tanto da.

El partido queda mal, da muestras públicas de sus cuitas y a la luz del ciudadano solo permanece la sensación de que cada uno tira por su lado y lo que todos quieren es poder (que, por otra parte, es la gran verdad). Y si acercamos un poco la lente, veremos que ZP corre también el peligro del fracaso porque su nombre va unido al de su ministra y si fracasa en la primarias Trinidad Jiménez, fracasará con ella ZP al menos en el socialismo madrileño que no es moco de pavo.

Pero el riesgo de fracaso de los candidatos también es evidente y más aun después de todo lo ocurrido estos últimos días. Si gana Gómez ¿que va a ser de Jiménez? No parece fácil su vuelta al Gobierno y hasta resultará complicado buscarla un acomodo fuera del banco azul. Uno o una es minisitro/a y después sólo queda la empresa privada o puestos honoríficos. Pero el panorama de doña Trinidad es aun más complicado porque si gana las primarias a Gómez pero pierde frente a Aguirre, ya habrá acumulado dos fracasos en elecciones que dejan muy difícil su continuidad en política. La decisión que le han tomado a Trinidad Jiménez no tiene mas provenir que ganar, si o si, las dos pruebas.

Para Gómez, un poco de lo mismo. Su obligación ahora es mantener su independencia frente al aparato de Ferraz y ganar el pulso de la primarias porque de otra forma, su carrera habrá terminado antes de empezar. Pero para ganar hay que enfrentarse al gran paquidermo que es el Partido y su diabólica trama de intereses. Tiene razones sobradas para sentirse dolido sino traicionado y sólo le queda encomendarse a los socialistas madrileños que siempre fueron muy suyos y que un desplante como el de ZP puede despertarles de ese letargo dialéctico al que nos tenían acostumbrados en tiempos sin duda más felices por más libres. En ellos está el futuro y los decidirán. Pero que quede claro que una cosa es la lealtad y otra bien distinta la obediencia ciega. Y creo, sinceramente, que Trinidad se ha equivocado.


Periodista Digital - Opinión

ETA. Savater y la confianza en Rubalcaba. Por Guillermo Dupuy

Yo también me sumo a la petición de "transparencia y explicaciones" que solicita Savater. Pero, a diferencia de él, lo hago, precisamente, porque no estoy dispuesto a conceder a Rubalcaba el más mínimo "margen de confianza".

El filósofo Fernando Savater pidió la semana pasada un "margen de confianza" para el ministro del Interior y para su "eficaz" política de acercamientos de presos etarras que, supuestamente, se desmarcan de la banda terrorista a cárceles próximas al País Vasco. No obstante, también ha demandado "transparencia y explicaciones" para que los ciudadanos puedan entender el porqué de todos estos movimientos "para evitar malentendidos y manipulaciones".

Vaya por delante que las aproximaciones de etarras a cárceles del País Vasco que se están llevando a cabo ahora no me parecerían, en principio, menos criticables que los acercamientos que llevó a cabo Aznar –por presión del PSOE de Almunia– durante el también mal llamado, aunque mucho menos infame, "proceso de paz".

Aunque lo que haya demostrado su eficacia sea la política de dispersión, si verdaderamente se ha conseguido con ella que algunos etarras rompan de verdad con la banda, pidan de verdad perdón a sus víctimas y presten su colaboración a una política auténticamente antiterrorista, no tengo objeción a que cumplan íntegramente el resto de su condena en el País Vasco. En este sentido, he de decir que estoy mucho más conforme con que la política de aproximación de los presos –no digamos ya nada de las medidas de reinserción que desgraciadamente contempla la ley– se aplique en función de la evolución individual del preso que no en función de lo que hagan o dejen de hacer en forma de tregua los terroristas que aun siguen en libertad. El problema, sin embargo, es que ni los ciudadanos ni las víctimas tenemos constancia de que esa plausible evolución de los presos se haya producido en esos términos y que tenemos todo el derecho a sospechar en que estamos ante una contraproducente política de gestos que ponen nuevamente en duda la certeza del cumplimiento de la pena y nos ponen en la antesala de la oferta de impunidad.


Es por ello por lo que yo también me sumo a la petición de "transparencia y explicaciones" que solicita Savater. Pero, a diferencia de él, lo hago, precisamente, porque no estoy dispuesto a conceder a Rubalcaba el más mínimo "margen de confianza". De hecho, considero que Rubalcaba debía haber cesado hace tiempo como responsable político del chivatazo policial al aparato de extorsión a ETA, o estar procesado penalmente, en el caso de haber sido él quien dio o transmitió la orden de cometer semejante delito de colaboración con banda armada. Esa desconfianza la hago extensiva a todo gobierno que presida José Luis Rodríguez Zapatero, el mismo que prenegoció una tregua con ETA, adquiriendo con la banda terrorista una serie de compromisos políticos y penitenciarios; el mismo que prolongó dicha negociación con la banda aun después del atentado de Barajas; el mismo que, hace unos días, aun tenía la desfachatez de alabar la negociación con ETA al afirmar que "el proceso de paz fue un instrumento que aceleró las condiciones para ganar esa batalla y ver el final de la violencia, debilitando de una manera clara a ETA".

Aunque Savater reconozca "estar un poco 'quemao' con las cosas que han pasado otros años", el caso es que vuelve a pedir un margen de confianza para un Gobierno que ya la traicionó clamorosamente en el pasado. Así, recordemos que este filósofo ya concedió en mayo de 2005 un ya entonces inmerecido voto de confianza a Zapatero al negarse a secundar una manifestación convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo que empezaba a movilizarse contra las apenas veladas intenciones del gobierno de dialogar con ETA. Savater trató entonces de justificar su postura contraria a esta manifestación asegurando que en "casa de unos amigos comunes", el presidente del Gobierno le había asegurado unos días antes que había recibido una oferta de ETA para dejar las armas "sin letra pequeña y sin contrapartidas políticas, con la única condición de que se dé salida a los terroristas presos".

Puesto que por aquel entonces Zapatero negaba haber mantenido contacto alguno con la banda, el filósofo se vio en la necesidad de puntualizar sus embarazosas declaraciones, también para evitar "manipulaciones y malentendidos". Así quiso "dejar claro que en ningún momento el presidente del Gobierno se refirió a la existencia de una carta u oferta concreta, sino que hizo referencia a los diversos mensajes que por distintos conductos proceden del entorno etarra". Con esta "aclaración", Savater aun dejó en peor lugar a Zapatero y a sí mismo, puesto que, si el presidente no le estaba hablando de ninguna oferta concreta y confidencial de la banda terrorista, los conocidos mensajes que desde hacía más de un año procedían del entorno etarra decían otra cosa. Tanto en zutabes como en documentación incautada a ETA, así como en las propias declaraciones de los proetarras, de lo que se hablaba es de la resolución de un "conflicto político" cuya "solución exige medidas políticas". Vamos, igual que ahora.

Espero que a estas alturas Savater no considere aun que "dar salida a los presos" puede ser considerado una "solución" ética y eficaz, o que, en sí misma, no conlleve una contrapartida política tan esencial como es el derecho a la Justicia. Así lo han considerado, desgraciadamente, por no tener mayor "contrapartida política", nuestras elites políticas y mediáticas desde la transición. Sé que desde entonces Savater ha aprendido muy sabiamente de muchos de sus errores, en lo que a nacionalismo y política antiterrorista se refiere. Lo que lamento es que aun pida confianza para un Gobierno que ha demostrado –más que ninguno– que no se la merece.


Libertad Digital - Opinión

Primarias para todos. Por Ignacio Camacho

Si las primarias son buenas, han de serlo en todas partes. No vale organizarlas en Madrid y prohibirlas en Andalucía.

PRIMARIAS debería haber en todas partes y en todos los partidos, porque representan la forma más democrática de elegir candidatos y la más respetuosa con la participación ciudadana. El carácter simbólico de Madrid otorga especial relevancia a las que van a disputar los socialistas por más que Zapatero haya intentado evitarlas, o precisamente por eso; fracasada su intentona de calzar a Trinidad Jiménez mediante un gesto cesáreo, el presidente no va a tener más remedio que someterse a reválida a través de persona interpuesta. Otra cosa es que para imponer su capricho haya tenido que violentar dos voluntades: la del irreductible Tomás Gómez, decidido a hacerse valer en su autonomía, y la de la propia Trini, claramente forzada a dar un paso que no le hace maldita la gracia. Ser amigo del líder —como Caldera, López Aguilar o Jordi Sevilla— y contar con su confianza parece la forma más rápida de deshacer en el PSOE una brillante carrera política.

Pero si las primarias son buenas, y lo son, han de serlo en todas partes. No vale organizarlas en Madrid y prohibirlas en Andalucía, como ha hecho Griñán en Málaga, Cádiz, Granada y hasta en Lepe, para imponer candidatos y candidatas de su gusto a despecho de que también lo sean de la militancia. El duelo madrileño ha dejado al presidente andaluz a contrapié: el liderazgo no se impone con gestos autoritarios cuando se puede demostrar con procedimientos participativos. Y si el propio Zapatero ha tenido que avenirse al mandato estatutario nadie tiene ya en el partido coartada para saltarse una norma que es intrínsecamente virtuosa por mucho que los jerarcas del aparato le profesen una aversión desconfiada. O acaso con más razón por ello.

En cuanto al tal Tomás Gómez, inesperado y correoso paladín de la rebeldía orgánica, hay que reconocerle unos bemoles infrecuentes en una nomenclatura pública dominada por el sometimiento mediocre y la obediencia debida. Débil opositor frente a Esperanza Aguirre, se ha crecido cuando los suyos le han querido apartar a empujones y mandarlo a Parla, pese a que su horizonte político se ha vuelto oscuro como la tumba en que yacía el amigo de Malcolm Lowry: o lo liquida Trinidad Jiménez o, si sale vivo del envite, le da la puntilla Aguirre. Más le vale contar con alguna salida profesional digna porque en ninguno de los dos casos puede esperar clemencia de una jerarquía a la que ha desafiado; el presidente del Gobierno es un asesino frío que te ejecuta con la mejor de sus sonrisas y una proclama de buen talante en los labios. Pero al menos si mantiene el órdago se va a poder mirar con dignidad en el espejo de su orgullo, lo que quizá no puedan hacer muchos de sus compañeros. Y aunque hasta ahora se haya mostrado francamente endeble como adversario, quién sabe si no acaba pasando a la Historia como el primero que le ganó unas elecciones a Zapatero.


ABC - Opinión

En defensa de Tomás Gómez. Por Gregorio Peces-Barba

Parece que no existe acuerdo sobre el candidato a la presidencia para las elecciones en la Comunidad de Madrid. Se trata de que la presidenta Aguirre pierda al menos la mayoría absoluta, lo que no parece imposible. Perdimos una gran ocasión cuando se produjo el llamado tamayazo, por la traición de dos diputados que habían sido elegidos en las listas socialistas. El secretario general, compañero Rodríguez Zapatero, vino a Ribadesella a ofrecerme la candidatura y acepté. Sin embargo, los compañeros que entonces dirigían Madrid rechazaron la propuesta y el secretario general no se atrevió a mantener su oferta. Perdimos las elecciones con Simancas de candidato y desde entonces la señora Aguirre ha ido aumentando la diferencia a su favor en sucesivas elecciones. Después de aquella ocasión perdida, la presidenta reconoció que conmigo de candidato ella no hubiera ganado.

Ahora parece posible, aunque no seguro, que pueda perder esa mayoría absoluta. Escribí hace ya varios días al presidente del Gobierno y secretario general expresándole mi opinión para que Tomás Gómez fuese el candidato y que no hubiera más desembarcos de otros terceros. Me consta que otros compañeros le comunicaron que eran de la misma opinión. No tuve ni siquiera acuse de recibo y hemos sabido por la prensa que tiene la pretensión de presentar a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, que ya fue candidata a la alcaldía de Madrid frente a Ruiz- Gallardón, desgraciadamente sin éxito.


Conozco desde hace muchos años a Trini y a su familia, la admiro y creo que es una excelente ministra. De casta le viene al galgo porque su padre ha sido un magnífico magistrado del Tribunal Supremo, honra de su importante profesión. Sin embargo, no soy partidario de aterrizajes que han sido siempre infructuosos en Madrid. Por otra parte Tomás Gómez ha reconstruido la unidad del PSOE y ha realizado una muy buena labor después de haber sido quizás el mejor y más votado alcalde de Parla. Creo que merece ser candidato y quiere serlo, como ha manifestado al compañero Rodríguez Zapatero. No merece la desconsideración de proponer una candidata alternativa, pero el presidente sigue en su empeño y Tomás Gómez no desiste. Creo que tiene razón el secretario general de Madrid, apoyado por la gran mayoría de las agrupaciones y también por muchos alcaldes como Enrique Cascallana, el buen alcalde de Alcorcón, aunque algún otro ha dicho una cosa y su contraria con pocas horas de diferencia. Al final, la solución mejor ante la tozudez del presidente son las elecciones primarias, si Trinidad Jiménez o cualquier otro compañero o compañera presentan su candidatura aparte de la de Tomás Gómez. Estoy seguro de que, como siempre en el partido, será una competición limpia y no se presionará desde el aparato de Ferraz. Por mi parte, sabe Tomás Gómez que cuenta con mi apoyo en lo que pueda valer y estoy seguro de que también cuenta con la mayoría de los militantes de nuestra querida comunidad.

El País - Tribuna

Peces Barba y el compañero Zapatero. Por Carlos Carnicero

El artículo de Gregorio Peces Barba que publicó ayer el diario El País no tiene desperdicio: con la elegancia y educación que caracteriza a la categoría del ex presidente del Congreso de los Diputados, el secretario general del PSOE queda retratado en la imagen que tienen de él ya muchos militantes y dirigentes socialistas de todas las épocas: Zapatero es un líder amortizado.

Empecemos por la "tozudez", que es la conceptualización que hace Peces Barba de la conducta del secretario general del PSOE y presidente de Gobierno, que ni siquiera acusa recibo de una carta enviada por una personalidad como la del catedrático de la Universidad Carlos III, y uno de tantos valores desaprovechados del viejo socialismo que tanto inquieta al presidente de Gobierno.

Sigamos por el apoyo que brinda Peces Barba al secretario general de los socialistas madrileños en las elecciones primarias en la que la candidata Trinidad Jiménez, perdedora por goleada de la alcaldía de Madrid, se ha embarcado empujada sobre la ola del aparato del PSOE y del presidente de Gobierno. Muchos socialistas van a aprovechar estas primarias para reafirmar la voluntad de devolver al partido un tinte de democracia interna que en la era de Zapatero se ha volatilizado.


Sigamos por una pregunta inquietante: ¿por qué no se aplica Zapatero su propia medicina? ¿Por qué no encarga una encuesta de opinión en la que se valore los resultados que obtendría Alfredo Pérez Rubalcaba, Carme Chacón, Fernando Griñán o Patxi López en unas elecciones generales en las que el actual presidente del Gobierno roza lo metafísicamente imposible para poder ganarlas?

¿Que es un partido: un club de fútbol cuyo presidente ficha las estrellas que le pueden asegurar la liga? ¿Estaría a lo mejor Cristiano Ronaldo disponible para ser cabeza de lista al ayuntamiento de Madrid o quizá Iker Casillas de todavía mejor perfil que Trinidad Jiménez?

El presidente de Gobierno no se cansa de acertar y promete llevar al PSOE a una travesía del desierto en la oposición de la que tardará años en recuperarse porque ha sido siempre incapaz de aprender de sus propios errores y se cree ungido de un don especial para tener razón siempre. Y considera que quien pone en cuestión esa autoridad absoluta es sencillamente quien le falta al respeto? No aprenderá nunca, aunque quien le de la lección sea Gregorio Peces Barba.


Periodista Digital - Opinión

Las primarias de Zapatero

El PSOE lo tenía difícil en Madrid, tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento, pero la batalla por la candidatura entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez lo hace imposible. No importa quién sea el ganador de las primarias, porque saldrá debilitado. Es cierto que las urnas tendrán la última palabra, pero a priori se puede afirmar que la estrategia de la confrontación y división interna es la peor para ganar unas elecciones. Zapatero quería apartar a Gómez y esperaba que se plegara dócilmente ante su deseo, pero se ha encontrado con que el líder de los socialistas madrileños prefiere presentar batalla sin importarle las consecuencias personales. El problema es que ha dejado de ser un conflicto en clave autonómica para transformarse en un indicador sobre el liderazgo de Zapatero como secretario general del PSOE. Ahora son unas primarias que no se puede permitir el lujo de perder. Una victoria de Gómez sería tan incómoda como negativa para el presidente del Gobierno. Este pulso se produce en un momento en que las encuestas le son desfavorables y algunos líderes autonómicos socialistas temen que esta situación les perjudique en las elecciones de 2011. Por tanto, las primarias serán una confrontación entre la candidata de Zapatero, Trinidad Jiménez, y un «barón» díscolo que le echa un pulso, Tomás Gómez. El ganador se enfrentará a Esperanza Aguirre, que goza de una enorme popularidad entre los madrileños y cuyas gestión es muy bien valorada. La dirección nacional del PSOE sólo tiene una encuesta, algo muy frágil para justificar esta batalla cainita, que augura un mejor resultado si se presenta Jiménez en lugar de Gómez. Pero no hay que olvidar que la actual ministra de Sanidad cosechó una contundente derrota frente a Gallardón en las municipales de 2003. Su gestión al frente del Ministerio se ha caracterizado por una gran habilidad propagandística a la hora de proyectar su imagen. Es indudable que ha jugado con acierto a la proximidad con los medios de comunicación y derrochando simpatía al frente de un departamento que tiene muy pocas competencias, ya que hay que tener en cuenta que éstas están transferidas a las comunidades autónomas. Esta habilidad le permitió superar con éxito el fracaso en la gestión de la gripe A, donde se perdieron decenas de millones de euros en vacunas que no se necesitaron. Con la excusa de la alarma creada por la OMS, su prestigio quedó incólume. El mayor mérito que le reconocen todos, incluso sus críticos, es esa capacidad de comunicación que la ha convertido en la ministra más simpática del Gobierno. A esto hay que añadir su conocida fidelidad personal a Zapatero. Eso explica su disposición, en primer tiempo de saludo, a la hora de asumir una candidatura que, en el mejor de los casos, la conducirá a una derrota frente a Aguirre y, en el peor, ante Gómez. Por su parte, el líder de los socialistas madrileños tiene ahora una gran oportunidad para mejorar su imagen, ya que su pulso es con Zapatero y si lo gana saldrá reforzado. Le beneficia incluso si consigue ser el candidato frente a Aguirre, porque habrá conseguido una proyección que no tenía.

La Razón - Editorial

Los derechos humanos y el idioma

No existe el derecho a "vivir en catalán", como tampoco el de "vivir en castellano". La lengua que empleamos en nuestras relaciones con los demás es o debería ser una elección individual.

El establishment político y mediático en algunas regiones de España ha establecido como un tabú intocable la dictadura lingüística que ejercen sus gobiernos autonómicos. Cualquier argumento en contra de la imposición se toma una muestra evidente de nacionalismo español, cuando no de fascismo, expulsando del discurso político aceptable a quienes se limitan a recordar los derechos individuales de quienes viven en Cataluña, Galicia, País Vasco, Valencia o Baleares; esos que los hacen ciudadanos y no meros súbditos.

De ahí que venga bien que un país como Estados Unidos incluya en su informe sobre España algunas de las denuncias contra los derechos lingüísticos de los ciudadanos españoles. Aunque se limite a un par de casos de los muchos que podrían denunciarse en nuestro país, no cabe duda de que sus redactores no tienen un interés político propio en el asunto. Tampoco es el primer año que se incluyen estos casos, lo que provocó que asociaciones nacionalistas protestaran y exigieran que el Departamento de Estado de EEUU denunciara también la imposibilidad de vivir en Cataluña sólo en catalán. Petición que, como es lógico, no ha atendido.


No existe el derecho a "vivir en catalán", como tampoco el de "vivir en castellano". La lengua que empleamos en nuestras relaciones con los demás es o debería ser una elección individual: pretender que se garantice el "derecho" de que a lo largo del día utilicemos sólo una supone imponer una obligación a los demás de emplear un idioma concreto. El mal llamado derecho a vivir en catalán no es más que una forma más agradable de presentar en sociedad el proyecto totalitario de prohibir hablar en castellano.

Ese falso derecho está imponiéndose poco a poco. La manifestación más antigua son las desgraciadamente famosas multas impuestas por quienes en su propiedad deciden atender a sus clientes sólo en castellano: si eso les hace perder clientes catalanoparlantes, es cosa suya; ningún Gobierno tiene derecho a imponerles cómo llevar su negocio. Como si desean hacerlo sólo en chino. Recientemente, el Parlamento catalán ha decidido obligar a las productoras a doblar sus productos al catalán; una normativa que tiene como antecedente directo la orden ministerial de la España franquista que obligaba al doblaje en castellano de todas las películas.

Otra cosa distinta es el ámbito público, que todos pagamos y que debe servir a todos. Los distintos gobiernos no deberían discriminar, como hacen, a miles de ciudadanos a la hora de elegir la lengua en la que educan a sus hijos, ni a quienes osan dirigirse a la Administración autonómica de turno en la lengua común, entre otros muchos atropellos.

Los idiomas no tienen derechos: los tienen las personas. Y sólo podemos llamar derecho a aquello que no atropella la libertad de los demás. No existe, por tanto, el derecho a vivir en una lengua determinada, pero sí a que la Administración pública no discrimine por razón de idioma. En España los derechos de millones de ciudadanos son conculcados sistemáticamente, y denunciarlo supone enfrentarse a una etiqueta de anticatalán o antigallego a quien se atreva a cometer la felonía de defender la libertad. Bien está que se enteren en Estados Unidos, pero lo realmente importante es que muchos ignorantes voluntarios se enteraran aquí en España.


Libertad Digital - Editorial

La candidata del presidente

El episodio de ayer cierra de forma provisional una secuencia que no ha servido sino para debilitar la figura de Zapatero y, de forma paradójica, fortalecer a Esperanza Aguirre.

FORZADA por la negativa de Tomás Gómez a aceptar la voluntad de Rodríguez Zapatero, Trinidad Jiménez compareció ayer para presentar, ya de forma oficial, su candidatura para encabezar la lista socialista a la Comunidad de Madrid y batallar en unas primarias que van a poner en juego mucho más que la capacidad de la todavía ministra de Sanidad para seducir a los militantes del PSM. Ignorando de forma premeditada, y a estas alturas inútil, el reciente y conocido ciclo de desencuentros entre el secretario general del PSOE y el líder de su filial madrileña —un Tomás Gómez cuyo desafío público a Zapatero ha puesto de manifiesto la debilidad interna del presidente del Gobierno, incapaz de imponer su voluntad en sus propias filas—, Trinidad Jiménez intentó vender su candidatura como «fruto de una profunda reflexión» personal, y no de una maniobra encabezada por la dirección socialista para dejar fuera de juego a Gómez en la carrera por la presidencia de la Comunidad de Madrid. El episodio de ayer abre las puertas a una crisis de Gobierno para la que ya ha comenzado la cuenta atrás y cierra de forma provisional una secuencia que no ha servido sino para debilitar la figura de Rodríguez Zapatero y, de forma paradójica, fortalecer a quien era su verdadera rival en esta singular partida de damas, una Esperanza Aguirre contra la que el presidente del Gobierno, muy corto ya de fuerzas, ha tenido que bajar a la arena para desgastarse.

Aunque Trinidad Jiménez se empeñe en repetir que su candidatura es el resultado de una decisión personal, no es otro que el secretario general socialista y presidente del Gobierno quien compite de forma velada en las primarias del PSM. Primero los militantes del PSM y, en caso de victoria, los electores madrileños van a someter a juicio una oferta que, encarnada circunstancialmente por Trinidad Jiménez, representa la voluntad y el criterio de Rodríguez Zapatero. Muy tocado en las encuestas de intención de voto y responsable de una gestión que de forma mayoritaria y según los más recientes informes del CIS se traduce en una alarmante desconfianza social, el jefe del Ejecutivo se pone a prueba justo cuando más le interesaba reservar fuerzas y evitar reveses. No han sido, sin embargo, el ímpetu y el liderazgo de quien dirige el PSOE los resortes que han activado la candidatura de Trinidad Jiménez, en todo caso legítima, sino su evidente incapacidad para controlar su propio partido y, aún peor, mostrar ante la opinión pública la autoridad que exige el momento actual.

ABC - Editorial