martes, 10 de agosto de 2010

La candidata del presidente

El episodio de ayer cierra de forma provisional una secuencia que no ha servido sino para debilitar la figura de Zapatero y, de forma paradójica, fortalecer a Esperanza Aguirre.

FORZADA por la negativa de Tomás Gómez a aceptar la voluntad de Rodríguez Zapatero, Trinidad Jiménez compareció ayer para presentar, ya de forma oficial, su candidatura para encabezar la lista socialista a la Comunidad de Madrid y batallar en unas primarias que van a poner en juego mucho más que la capacidad de la todavía ministra de Sanidad para seducir a los militantes del PSM. Ignorando de forma premeditada, y a estas alturas inútil, el reciente y conocido ciclo de desencuentros entre el secretario general del PSOE y el líder de su filial madrileña —un Tomás Gómez cuyo desafío público a Zapatero ha puesto de manifiesto la debilidad interna del presidente del Gobierno, incapaz de imponer su voluntad en sus propias filas—, Trinidad Jiménez intentó vender su candidatura como «fruto de una profunda reflexión» personal, y no de una maniobra encabezada por la dirección socialista para dejar fuera de juego a Gómez en la carrera por la presidencia de la Comunidad de Madrid. El episodio de ayer abre las puertas a una crisis de Gobierno para la que ya ha comenzado la cuenta atrás y cierra de forma provisional una secuencia que no ha servido sino para debilitar la figura de Rodríguez Zapatero y, de forma paradójica, fortalecer a quien era su verdadera rival en esta singular partida de damas, una Esperanza Aguirre contra la que el presidente del Gobierno, muy corto ya de fuerzas, ha tenido que bajar a la arena para desgastarse.

Aunque Trinidad Jiménez se empeñe en repetir que su candidatura es el resultado de una decisión personal, no es otro que el secretario general socialista y presidente del Gobierno quien compite de forma velada en las primarias del PSM. Primero los militantes del PSM y, en caso de victoria, los electores madrileños van a someter a juicio una oferta que, encarnada circunstancialmente por Trinidad Jiménez, representa la voluntad y el criterio de Rodríguez Zapatero. Muy tocado en las encuestas de intención de voto y responsable de una gestión que de forma mayoritaria y según los más recientes informes del CIS se traduce en una alarmante desconfianza social, el jefe del Ejecutivo se pone a prueba justo cuando más le interesaba reservar fuerzas y evitar reveses. No han sido, sin embargo, el ímpetu y el liderazgo de quien dirige el PSOE los resortes que han activado la candidatura de Trinidad Jiménez, en todo caso legítima, sino su evidente incapacidad para controlar su propio partido y, aún peor, mostrar ante la opinión pública la autoridad que exige el momento actual.

ABC - Editorial

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